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Para hacer entrar al público en calor, subió primero a escena la propuesta de Passiflorx esta vez con dos de sus integrantes: Paty Latorre y Ángel Crosa en guitarras y voces. Con canciones originales de su primer álbum “Mercurio vivo”, como “Parte”, “Color” y un tema inédito, transformaron la fría brisa en calor, ya que sus obras generan esa conexión instantánea gracias a la profunda e hipnótica voz de Latorre y la sólida presencia de Crosa.
Tras esta parte subió otra invitada: la cantante y guitarrista Rocío Robledo, quien tuvo como acompañante a Paula Rodríguez en el bajo eléctrico y llamó a Lucero Sarambí y a Latorre a que se sumen en los coros. “Mujer de nadie”, un himno a la libertad de la mujer escrito por la cantautora, resonó en el local y fue muy aplaudido por la fuerza de su interpretación.
Un viaje interestelar
Con todo esto los ánimos estaban más que listos, ya que Barbarita Palacios tomaría la posta de sendas propuestas que la antecedieron. Enfundada en una camisa con mangas abullonadas, pollera aldeana, una capa y collares, cual hechicera azul y eléctrica, la argentina ingresó acompañada de su banda: Javier Casalla (guitarra eléctrica, violín y programaciones), Juanma Ramírez (batería) y Lucero Carabajal (bombo legüero y percusión electrónica).
Este concierto fue la presentación del segundo álbum de Barbarita llamado “Criolla”, pero también incluyó canciones del primero: “Si va”, otras de bandas que ella integró y algunas inéditas, en lo que fue un tour de force sonoro y emocional. La gente aceptó el pacto y se dejó llevar para volar por el multiverso que ella propone.
El vuelo comenzó ya en plan hipnótico con la melancólica “Espejos rotos”, que meció a la gente con el ondular de las guitarras eléctricas y la suave percusión. “El fin”, con una grandeza a lo “Cactus” de Gustavo Cerati, y la rockeramente festiva “Ángel en guerra” siguieron en el repertorio, haciendo atravesar a la gente diferentes planos astrales de música.
Aún con la potencia de los delicados bombos resonando en cada pecho, el show siguió con el tema que da nombre al nuevo disco y que reafirma la personalidad artística y humana de Barbarita: aventurera, exploradora e inquieta. La canción aúna elementos electrónicos con la plasticidad del violín que empuñó Casalla, quien comandaba la nave de las programaciones y no cesaba de intercambiar instrumentos, plasmando un toque virtuoso y rabioso, según cada obra pedía.
Con el rock y el desparpajo de la poguera “Sueño de piedra lunar” Barbarita nos seguía conquistando, ya en un marco que nos remitía a un gran festival rockero, donde ella puede fácilmente calzar (también). Bajando el tempo después sonó la emotiva y nostálgica “Sin llorar” con la bajista Paula Rodríguez como invitada, quien tocó desde las entrañas salpicando a la canción de su musicalidad.
De esta atmósfera casi dramática viajamos unos años atrás en el tiempo para disfrutar de la pícara y popera “Si va”, que con un coro pendular nos invitó a entregarnos al destino o a las casualidades para ver si una situación realmente sucederá, y si no no importa, seguimos para adelante.
Así como siguió el concierto con “Pajarito”, una canción inédita, y que dedicó a los Andes, un lugar y un paisaje que para ella significa inspiración, en tanto daba profundidad a su voz con un procesador de efectos que tenía a mano, sin dudas un aporte que consolidaba su propuesta de amalgamar recursos para crear cuadros sonoros de los más coloridos y amplios.
La “peñera rollinga” de alma que es Barbarita se desató después con “La peñera”, una obra con la que ella homenajea ese rock que ama y que es también parte de sus cimientos como artista y compositora.
La canción es parte del álbum “Semilla”, del grupo homónimo que ella conformó a principios de 2000. A esta altura el baile frente al escenario estaba desatado, así como la fuerza de Juanma en batería, quien como dijo Barbarita, estaba totalmente “sacado” en el buen sentido, ya que cabalgó a su batería como un alma endemoniada, demostrando su creatividad y el inteligente uso de recursos sobre todo el instrumento en esta heavy chacarera.
En esta espiral de locura Barbarita solo hacía que las emociones asciendan y se aprovechó del éxtasis para hacer “Pintalo de negro”, una versión folclore de “Paint It, Black” de los Rolling Stones, transformada en un gato criollo y también incluida en Semilla.
Pañuelos imaginarios volaban al viento luego de que el espíritu folclórico-rollinga se apoderara de la gente. Por eso, en un repertorio armado con inteligencia, Barbarita supo tomar esas emociones para bajar un poco las revoluciones y homenajear a su madre, la gran multiartista Egle Martin, a las mujeres paraguayas y a sus raíces.
Este fue el contexto en el que interpretó “Mba’e pa ere cheve nde”, obra escrita por su madre y que pudo grabar con ella para “Criolla” antes de que fallezca. El angelado y “power” coro de paraguayas estuvo conformado por Paty Latorre, Rocío Robledo, Paula Rodríguez, Lucero Sarambí, Belén Pinto y Marcela Lezcano, quienes subieron al escenario para unirse a este momento sublime que fue una fotografía sonora de lo que representó la noche: unión, libertad y mucha honestidad.
Como otro homenaje a ese momento siguió con el gran himno feminista: la “Piba cumbia”, mostrando otro registro de las tantas posibilidades que Barbarita y su súper grupo pueden abarcar. Incluso ella, de nuevo, sumando otro instrumento: el autoarpa.
“En mis sueños” nos hizo bajar a tierra, y más aún, sumergirnos en el mar onírico de sonidos que dan vida a esta mántrica canción. Hacia la recta final de un concierto memorable sonaron la tremenda “El viento que va”, que nos incita a “soltar”, y la chispeante “Amor secreto”.
Pero el público lo que no quería era soltar el concierto, por lo que al grito de “¡otra, otra!” hizo volver a Barbarita al escenario, quien en un hermoso momento a dúo con Casalla, hizo “Más allá”, una canción para su hijo Lucero, en la que habla de aceptar los tropiezos y dejar volar su personalidad.
Según contó, este tema surgió luego de que la llamaran de la escuela por él, quien se pasaba haciendo beats con la boca y hablando de música. Sin dudar Lucero habrá entendido el mensaje, porque su presencia elegante, delicada pero sumamente creativa y poderosa durante todo el concierto, confirma que su personalidad es única y llena de riqueza.
Para “Te fuiste” ella tomó un tambor de marco y volvió la banda completa. Con esta copla cargada de belleza para despedir una persona, situación, momento, ella también nos dijo adiós, pero dejando el dulce sabor del compartir con tanto cariño emanado por su propuesta.
Sin dudar, así se fue uno de los mejores conciertos del año y fuimos unos cuantos los afortunados en compartir este abrazo.
Fotografías: Belén Pinto.