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Hay una conexión visiblemente inclaudicable entre ellos y un público que disfruta de las canciones del pasado y de las nuevas. Definitivamente el grupo causó aquí el efecto contrario a su nombre porque gusta y mucho.
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Emiliano Brancciari, voz y guitarra de la banda, cuenta siempre en entrevistas que el grupo se formó por las ganas de hacer música y poder compartir con la gente. Con 28 años de trayectoria y 10 discos de estudio, sigue siendo una de las agrupaciones más convocantes de la región, ya que supo hacer del rock un lienzo en el cual plasmó colores de murga, ska y reggae, abriéndose también hacia la cumbia o la ranchera.
Su primera incursión aquí fue en el año 2005 para el festival Pilsen Rock. Desde esa vez fue casi constante su regreso, llegando a tocar en varios sitios como en el Casco Antiguo, Arena Circo, Yacht y Golf Club, el Puerto de Asunción, también en la playa San José de Encarnación e incluso en el Gran Teatro del Banco Central del Paraguay, y en festivales como el Reggae Fest, ReciclArte y Cosquín Rock Paraguay, algo que sirvió también para ver su evolución con el paso del tiempo.
Un regreso siempre esperado
La antesala de este concierto la dio la banda nacional Funk’chula que con un sonido sólido entregó canciones originales como “Hotel Boston”, “Vieja”, “Sin vueltas” y “ASU”. Con un espíritu que navega entre el funk, el groove y el pop, la banda hizo entrar en calor a los primeros en llegar al recinto. Fueron bien recibidos por la gente quien los aplaudió y escuchó con respeto.
La cita con NTVG estaba pactada para las 21:00. Pero pasaron aproximadamente 40 minutos para que las luces se apagaran por completo y el grito ensordecedor copara las instalaciones del polideportivo. La pantalla de fondo se iluminó de colores y entró la banda, así, sin más preámbulos y protocolos.
“La rama”, “Al vacío” y “A las nueve” sonaron en seguidilla al comienzo, bien enganchadas, para desatar de entrada el furor de la gente. Con un sonido compacto y brutal, la banda estaba decidida a dar al público lo que tanto quería, buena música, energía y diversión en escena. “¡Buenas noches Asunción!”, es todo lo que exclamó luego Brancciari, para hacer rugir a la gente y seguir con “No te imaginás” y “Sin pena ni gloria”.
“¡Qué placer, qué alegría volver! Estamos muy pero muy felices de estar acá nuevamente frente a ustedes. Muchísimas gracias por venir y por este cariño. Queremos agradecer a Funk’Chula por acompañarnos y por compartir el escenario con nosotros, una gran banda. En serio nos sentimos muy felices cada vez que venimos a tierras paraguayas. Gracias a los que han viajado kilómetros para estar acá y a la gente de Asunción por recibirnos con tanto amor. Ojalá que guste este show, que va a ser largo”, dijo Emiliano tomándose un buen tiempo para hablar con la gente, para luego hacer “Tan lejos”.
Una luz verde en cenital se posó luego sobre Brancciari, quien arremetió con la melancólica “Verte reír”, mientras el trombonista Denis Ramos hacía de las suyas desparramando por todos lados su virtuosismo y carisma, al igual que sus compañeros Martín Gil (trompeta), Mauricio Ortiz (saxo), Diego Bartaburu (batería), Guzmán Silveira (bajo), Pablo Coniberti (guitarra) y Francisco Nasser (teclados).
“Vinimos a presentar ‘Luz’, el décimo disco de la banda”, dijo en otro momento el cantante para presentar la primera canción que se compuso para este material: “Dejo atrás”, aún no muy internalizada por la gente pero de igual forma celebrada.
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Acto seguido Emiliano invitó a dar un salto en el tiempo, específicamente al año 2010. “Vamos a cantar una canción que hace mucho no tocamos acá, y la cantan si les gusta”. Empezaron a sonar los primeros acordes de “Tu defecto es el mío”, al que le siguieron “Mi ausencia” y “Más mejor”. Mechando así canciones de antes y nuevas, tejiendo un manto entre el ayer y el hoy.
“Vamos a bajar un poquito los decibeles”, pidió a continuación. Emiliano convirtió así el SND Arena en un gran fogón para hacer “De nada sirve”, con una serenidad y una templanza que lo caracterizan.
“Ese maldito momento” antecedió a la romantiquísima “No necesito nada”, que vino acompañada de la historia de Emiliano y una ex novia, quien recibió esta canción por regalo en 2002. Volviendo al último disco hizo “Josefina”, dedicada a su abuela y a todos los abuelos que tienen “un amor muy puro”.
La murguera “Clara” resonó luego acompañada de un coro fuertísimo hecho por el público, como en la mayoría de las canciones. El final se fue tornando en cumbia, para dejar brillando a Bartaburu en batería, quien tuvo un largo pasaje en solitario, mientras todos dejaron el escenario.
La incendiaria “El camino”, la contemplativa “Yendo”, la ranchera “Los villanos”, la mansa “El error” empezaban a marcar el camino final, que tuvo un punto alto cuando apareció en pantallas la cantante argentina Nicki Nicole, una voz de la nueva generación, y quien colaboró con ellos para el tema “Venganza”.
La nostálgica “Chau” seguía con una despedida eterna. Es que, claramente con diez discos la banda tiene para un repertorio extenso, pero que no cansa por su hermosa energía y calidez.
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Con “Prendido fuego”, “Cero a la izquierda”, “Te voy a llevar”, “Nada para ver”, “No hay dolor”, “Con el viento” y “Fuera de control” cerraban la fiesta de una forma explosiva e intensa. Pero el clamor del público que venía dejando alma, corazón, pies y garganta, hizo que haya un par más: “Pensar” y “No era cierto”.
“Podré caerme a pedazos pero acá siempre estás vos” reza una parte de “De nada sirve”. Ese parece ser el postulado que defiende NTVG. Una banda que supo hacer de sus canciones su vida y con ellas una red de amigos por el mundo. O también es lo que afirma el público, que se ve reflejado en cada historia.
Es eso lo que tiene la banda con Paraguay y Paraguay con la banda. Siempre van a encontrarse en esas canciones, porque “el alma es canción y está en todas partes” y así el públicó salió entonando fuerte “volvé a tu casa cuando quieras”.