Cargando...
La gala se inició así con el Concierto para contrabajo y orquesta Op. 3, del ruso Serge Koussevitzky, que se constituye en todo un desafío para quien aborda la voz solista. Esta pieza romántica expone melodías profundas en extensas frases y, a la vez, plantea dificultades técnicas que exigen del solista virtuosismo y exactitud.
Lea más: El tenor Plácido Domingo cantará en Paraguay
Todo eso está ligado, claramente, a un componente emocional necesario para lograr conmover. Velasco, contrabajista y docente venezolano radicado en nuestro país, supo entregar todos esos requerimientos técnicos en completa armonía con los sentimientos que evoca esta obra, fusionado en belleza con una orquesta que sonó imponente.
Con mucha pasión y sensibilidad, José Luis hizo cantar a su contrabajo a través de excelentes fraseos, demostrando tener una técnica precisa y una musicalidad que conquista. Abrazado a su instrumento, se llevó lo mejor del público: los aplausos y gritos de “¡bravo!” que se multiplicaron por toda la platea.
También, un punto álgido y sumamente emotivo fue la invitación que hizo Velasco a dos compatriotas suyos: Antonio Myers en cuatro venezolano y el percusionista Francisco Sánchez, para dar un viaje por la música de su país. Este trío encendido nos recordó el poder de la música, que nos atraviesa para hacernos iguales en un gran territorio sin límites geográficos.
La naturaleza es música
La segunda y última parte del concierto tuvo como protagonista a la Sinfonía Nº 6, en fa mayor, Op. 68 “Pastoral”, de Ludwig van Beethoven. Formada por cinco movimientos, en esta obra el compositor alemán expresa su amor por la naturaleza y la vida de campo.
Lea más: Películas y series para maratonear en este fin de semana de frío
Esta propuesta es desarrollada y plasmada en cada título de cada movimiento, al “explicar” de qué trata cada parte pero invitando al oyente a formar sus propias imágenes gracias a lo que pudieran despertar los sonidos.
“Despertar de alegres sentimientos al llegar al campo”, “Escena junto al arroyo”, “Alegre reunión de campesinos”, “Tormenta” y el “Himno de los pastores. Alegría y agradecimiento luego de la tormenta” son los paisajes sonoros que nos pinta Beethoven en su lienzo pentagramado, pero que requieren de una escucha involucrada, ya que ejercitando la introspección es cuando esta obra impacta.
Beethoven, cuidador y amante de la naturaleza y lo que ella provee, de esa vida tranquila y apacible, expresa también lo celebrado en este ritual llamado concierto: la gratitud por lo que tenemos, el privilegio de compartir con el otro, abrazando a esa música que es tan parte de la naturaleza como todo lo que nos rodea.
El público, que llenó el Teatro Municipal, premió con largos aplausos a la orquesta que se lució con su soltura y un sonido grandioso, armónico y pulcro, en consonancia con la alegría de converger alrededor del arte.