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Unos minutos después de las 20:00, la hora pactada para el inicio del recital, Sylvia ingresó entre aplausos de un público muy efusivo. Antes de comenzar su presentación, ella tomó el micrófono para agradecer a todos por su presencia y para expresar su emoción por el hecho de poder presentarse en Paraguay.
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Ella destacó también que este concierto se realizaba como parte de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia de Brasil y de los 100 años de la Semana de Arte Moderno. A este último evento ella lo calificó como muy significativo para el desarrollo de las artes en su país.
Las luces se apagaron y Sylvia Thereza tomó su lugar al piano. Con una potente luz iluminándola desde arriba, comenzó su viaje por un repertorio con obras principalemente de Heitor Villa-Lobos, pero también agregó composiciones de otros autores, para mostrar un abanico amplio de piezas de diferentes cualidades sonoras.
Desde el comienzo se pudo percibir que la artista es dueña de una actitud contundente a la hora de ejecutar el piano, un instrumento que domina con suma maestría y con una digitación brillante.
Abrió así el concierto con Choros Nº 5 (Alma Brasileira) y Bachianas Brasileiras Nº 4, de Villa-Lobos, dando una demostración de la versatilidad compositiva del gran músico brasileño, en cuyas creaciones se puede percibir un cruce entre paisajes musicales de Brasil y la música clásica europea, siempre exigiendo del intérprete no solo virtuosismo, que Sylvia cumple con sobrada facilidad, sino también precisión y claridad.
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Honrando a Brasil, presentó seguidamente la obra Tres estudos em forma de Sonatina, de Lorenzo Fernández quien, según relató Sylvia, trabajó en la misma línea de visión de Villa-Lobos y otros compositores para consolidar el nacionalismo musical brasileño.
La “A baratinha de papel”, de Prole de Bebê Nº 2, e “Impressões Seresteiras” y “Dança do Índio Branco”, del Ciclo Brasileiro, nuevamente de Villa-Lobos, llegaron casi hacia el final de la velada pianística. Pero antes, la artista explicó que este compositor se valió siempre de recursos que requieren una gran destreza por parte del intérprete, y con sus ejecuciones ella dio muestra de su altura como música, ya que se paseó por estas obras con facilidad y también emanando personalidad.
El público estalló en aplausos y ella se despidió. Pero luego volvió para ofrecer un homenaje al Paraguay de la mano de otro brasileño, ya que cerró el concierto con “Saudade”, guarania compuesta por Mário Palmério, quien fue embajador brasileño a inicios de la década del 60, debido a su profundo amor por nuestro país.
De esta manera la artista cerró un tributo muy sensible y emotivo a dos naciones que en esa noche, más que nunca, fortalecieron sus lazos a través del arte.