Passiflorx es un grupo que con su álbum debut llamado “Mercurio vivo” se afirma como uno de los mejores descubrimientos musicales de los últimos tiempos.

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Eso se puede inferir por la tenacidad de su lucha, la fragilidad que reconoce en su lírica y, por supuesto, por la asombrosa propuesta musical que combina poder, sutileza y experimentación entre el rock, el folklore y elementos electrónicos.

El grupo mete todo esto en su licuadora y el resultado es simplemente atrapante. Uno no puede quedar tibio ante semejante obra de arte que, además, en vivo confirma su compromiso con conmover.

El álbum salió en abril de este año y lo han presentado con un concierto mágico realizado el pasado domingo 15 de mayo en la calle cultural La Chispa, donde la gente participó de un hipnótico intercambio de energías.

La banda está conformada por la compositora, cantante y guitarrista Paty Latorre, Diego Peña en batería, Ángel Crosa en guitarra y voz y Lucero Sarambí en bajo. En coros abrazaron con sus voces cristalinas Sofía Ferrari y Sol Gómez.

Además, en la noche tuvieron invitados especiales como la flautista Paola Valenzuela y el tecladista Adrián Samaniego, quienes se sumaron para dotar con su espíritu a varios temas, así como el fuego materializado de la mano de Jandro Villamayor León.

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A bordo de un disco mágico

Algo que deja a uno pasmado es cómo con el disco lograron una unidad a través de sus diez canciones, las cuales fueron presentadas en vivo tal cual en el orden en que ellos quieren que conozcamos su viaje estelar.

En ese sentido, definir muy puntualmente su música sería nuevamente encerrar lo que hacen dentro de esa urgencia que tiene el ser humano de clasificar, pero sí podemos reconocer que los músicos están influenciados por corrientes como las ya mencionadas. No obstante, dentro de esos lenguajes ellos explotan su creatividad al máximo, haciendo que la música sea completamente libre y universal.

Obviamente, lo suyo es aún más maravilloso porque además de ser portadores de mensajes de justicia, paz, amor propio, y más, son personas cargadas de únicos talentos.

Latorre es gracia, naturalidad, al mando de una voz disruptiva y profunda que sabe de la carga que está cantando. Sabe cómo procesar esas emociones para hacerlas llegar al público, pero al mismo tiempo se conoce y aprende en el proceso, al igual que lo vivido con sus compañeros de camino.

En ese sentido fue ella la que escribió todas las letras y supo encontrar por el trayecto personas que vibran al unísono de sus denuncias y anhelos. En ese ascendente viaje, Crosa logra conmover con filosas intervenciones, enérgicas y desgarradoras de guitarra, creando también diferentes paisajes y texturas con sus pedales.

Peña, por su parte, guía el ritmo al galope de una batería firme y contundente, creando hondos sonidos que retumban en el alma. Lucero ilumina con su presencia y arroja líneas de bajo que refuerzan el carácter dinámico de la banda, que demuestra que todos son importantes.

Valenzuela y Samaniego se sumaron para confirmar lo necesario de plasmar en el vivo la grandeza de esta propuesta.

Si estamos ciegos, esta banda nos recuerda que hay una “matrix” a romper. Es decir, esa realidad ilusoria en la que vivimos inmersos y con la que cumplimos día a día de forma mecánica.