Sheila Blanco: un rayo de luz que estruja al alma

Entró al escenario sin mayores preámbulos que un “hola” fuera de micrófono. Con una sonrisa pícara fue capaz de anticipar cómo sería toda la noche: mágica. Fue la música española Sheila Blanco, quien el miércoles 18 de mayo ofició un sagrado concierto para honrar el valiente trabajo de “las poetas del 27″. La gente, que llenó el auditorio del Juan de Salazar, nunca olvidará el día en que cayó bajo el embrujo de la salamantina.

Sheila Blanco pasó por Paraguay para dejar un concierto que quedará como una marca imborrable en los corazones de quienes asistieron.
Sheila Blanco pasó por Paraguay para dejar un concierto que quedará como una marca imborrable en los corazones de quienes asistieron.SILVIO ROJAS

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Escribir sobre Sheila Blanco es un verdadero ejercicio artístico, porque las palabras para describirla se amontonan y hacen que los dedos bailen. Con todo eso pareciera que los adjetivos no alcanzan para una persona que desborda una extraña mezcla entre ternura y dramatismo.

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Al pensar eso se puede confirmar que es una artista única y fuera de serie, que ha sido tocada por el maravilloso don de poder transmitir esa magia cuando está arriba de un escenario, acariciando a las teclas blancas y negras y conjurando hechizos con la plasticidad de su voz.

Pero con todo eso ella podría hacer cualquier cosa, pero se embanderó bajo la noble causa de hacer justicia histórica al “rescatar” a importantes figuras femeninas de la literatura español de la famosa “Generación del 27″ conocida también como la Edad de Plata.

Tras conocer a “Las sin sombrero”, gracias al documental de Tania Balló, se comprometió a la cruzada de amplificar estas voces. El resultado es el maravilloso disco “Cantando a las poetas del 27″, que fue presentado en vivo.

“Un viaje dentro de un viaje”

Sheila presentó a su propuesta como “un viaje poético musical” e incluso “un viaje dentro de un viaje” para el cual ella debió hacer “arqueología literaria”.

Así, la artista oriunda de Salamanca, nos dio una lección de historia, ciencias sociales, música y derechos humanos, empezando por “Pétalos”, que escribió a sus 19 años la madrileña Josefina Romo Arregui. Desde la primera nota Blanco echó su encantamiento, navegando en girones de emoción sobre las teclas y con una voz maravillosa, dulce, frágil y penetrante.

De la interpretación dramática se transformaba, al terminar, en una tierna profesora de historia que nos ponía en contexto de tiempo y espacio sobre cada poeta. Nos contó luego sobre Concha Méndez, de quien cantaría su “Nadadora”. Ella era una joven quien compartía una pasión por las letras y el nado, y tuvo que luchar contra los prejuicios de su familia para dedicarse a lo que realmente quería. Esa fuerza Sheila quiso transmitir en la música, donde la línea melódica emulaba el empuje de las olas del mar.

El oleaje nos metió después a unas profundas aguas emocionales, en un momento en que el teatro se tiñó de rojo para recibir “Roja, toda roja”, de Elisabeth Mulder. Sheila se rompe en sentimientos manejando su nave sonora, como si ella misma fuera esa poeta que luchaba contra la tristeza y la frustración, batallando en una época donde no reconocían que una mujer pueda tener tanto talento.

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Pasando de un estado a otro, viajando a únicas galaxias, llegamos a “Por la verde, verde oliva”, de Maragarita Ferreras, quien lanzó un solo poemario en la Edad de Plata. Blanco explicó que en este texto veía “una bruma lorquiana muy fuerte” por lo que logró crear una música inspirada en el disco que grabó Lorca como pianista acompañando a La Argentinita.

Siguió con “Amor”, de Dolores Catarinéu, una de las poetas con las que pasó de “la nada al todo”. Era de quien menos información había, pero por esas “casualidades o causalidades”, un día, hablando con un amigo le comenta que estaba buscando datos y él le dice: “¡ah, es la tía Lola!”. Y así pudo conocer en persona a la familia, su casa y tener acceso incluso al manuscrito original de esta poesía.

De todas las poetas, -contó-, la más famosa era Carmen Conde, e incluso la única que estudia y la primera mujer miembro de la Real Academia Española en 1978. Pero Sheila dejó un dato para reflexionar: la RAE fue fundada ya en 1713. Toda la sala quedó en silencio y ella empezó a entonar “En la tierra de nadie”.

Con sumo cariño Sheila hablaba de estas poetas que fueron y siguen siendo inspiración.
Con sumo cariño Sheila hablaba de estas poetas que fueron y siguen siendo inspiración.

La velada, convertida en baldazos de realidad, prosiguió con “Primer exilio”, de Ernestina de Champourcin. “Hay que escribir y cantar sobre estos temas que siguen vigentes”, subrayó Blanco, recordando que la autora escribió estos versos al volver a sus 70 años a España, de estar en México donde se exilió cuando estalló la Guerra Civil.

A Sheila estas poetas también la motivaron a escribir una poesía que incluyó en el disco, se trata de “Pájaros negros”, una metáfora con la que hace alusión a los miedos que son parte de la esencia humana. Ella afirmó que esos miedos “hay que abrazarlos e intentar superarlos” por eso canta para alejarlos, pues manifestó que “el arte es la última trinchera antes de la barbarie”. A capela y haciendo percusión con las manos sobre su pecho, elevó su voz para espantar a los pájaros negros.

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Finalmente, invitó a la arpista paraguaya Mercedes Ramírez, (quien abrió el concierto presentando su propuesta Motumba junto al pianista Carlos Centurión), para hacer un “jopará” artístico. “Negra sombra”, de Rosalía de Castro, era también una mezcla entre catalán y español. Sheila aprovechó para alagar nuestro bilingüismo y pedir que lo valoremos.

“A estas poetas les ha pasado esto que están ensombrecidas, no dejaron que crezcan en nosotros. Yo quiero dar un rayito de luz y en esta poesía hay dos lenguas”, resaltó al hacer esta obra de una de las única incluidas en el disco que no fue parte de la Generación del 27 pero que fue tenida en cuenta por ser la única referente para todas las demás.

Sheila Blanco se llevó los aplausos, la admiración y el cariño del público que fue a verla el martes en el Centro Cultural de España Juan de Salazar.
Sheila Blanco se llevó los aplausos, la admiración y el cariño del público que fue a verla el martes en el Centro Cultural de España Juan de Salazar.

Cerrando una impecable propuesta que excede a la música, cada interpretación estuvo acompañada por una ilustración del rostro de las poetas, autoría de la ilustradora gallega Vanesa Álvarez, quien también encontró una forma y un color que tenía que ver con el sentir de cada poema.

Fue de esas noches únicas que ojalá puedan repetirse. Pero indudablemente las privilegiadas personas presentes fueron parte de un ritual espiritual, un intercambio de contención y abrazos en música que hace aún más inmortal estas letras.

Letras que cargan luchas, ilusiones, dolores, frustraciones, miedos y, sobre todo, amor, en imágenes musicales en un profundo viaje al centro del alma, donde esas poetas ya no están oscurecidas ni ensombrecidas, al contrario, vuelan con sus alas a todo color.

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