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Javier Ruibal hace sentir que es un cantante de vocación y un enamorado de las letras. Lo que hace en escena, solo con su guitarra, excede al solo hecho de interpretar. Su presencia va mucho más allá porque significa estar ante un número de música, de historia, de humor y de humanidad.
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Hasta aquí vino en el marco de su gira “Canciones al vuelo por Latinoamérica” para presentar temas de su vasta discografía como también músicas compuestas en el periodo más duro y crudo del confinamiento, como expresó.
“Poeta y cantante” y “Física cuántica” fueron los primeros temas que sonaron, en tanto la gente ofrecía su escucha atenta y sus aplausos cálidos. Una metáfora entre la locura y la cordura llegó después con “Musa”, recordando que en el encierro le pedía a la musa de la música que le envíe unas notas para no caer en la locura.
Entre charlas y bromas con el público, que respondía entusiasmado y con fervor, Javier confirmaba su pasión por narrar historias que sitúen a uno en diversos estados emocionales.
Antes de presentar “Yo soy africano” manifestó que “todos llevamos adentro un africano, incluso un albino noruego”. Repudiando la esclavitud o la colonización, dijo que esta canción era su homenaje a la libertad.
Puso después en “afinación rondeña” su guitarra, que según explicó le da otro color al sonido, para hacer “Sueño que te sueño”. Tras contar chistes gaditanos, ya que él es oriundo de Cádiz, hizo “Aurora”, haciendo énfasis en la relación que le gusta formar con el público: de complicidad y camaradería.
“Tu nombre” sonó a pedido de alguien del público, mientras más gente se sumaba a hacer pedidos. “No sabía que aquí me conocían”, bromeó, y agradeció también por los afinados coros que acompañaban a sus canciones.
Siguió con su obra “Toito cái lo traigo andao”, que el también cantautor uruguayo Jorge Drexler popularizó incluyéndolo en su disco “Cara B”.
“Quiero llevarte a vivir”, “La flor de Estambul” e “Isla Mujeres”, esta última al volver al escenario tras una despedida, marcaron un concierto en el que fue protagonista el ida y vuelta con la gente, que mostró su gratitud y su amor hacia un cancionista que vino a ganarse al corazón de todos.
A su actuación le siguió Purahéi Soul, que desplegó su arsenal de buenas canciones como las nuevas “Ymaitéma piko” y “Desapego”, y anteriores como “Luna” y “Swing guaraní”. Cada vez que salen a escena Jennifer Hicks y Miguel Narváez es para confirmar que son de lo mejor que tiene nuestra música en la actualidad.
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Su proyección internacional, su pisada y entrega en el escenario hacen que uno conecte con ellos de forma instantánea, llegando así a generar que la gente rompa en ovaciones. A este dúo, que sigue anotándose conciertos inolvidables como este, le augura un camino de cosas cada vez mejores.