Los chorrillos de agua alumbrados por luces de distintos colores suenan las notas del Aleluya, La vie en rose, Imagine o Yesterday cuando la instrumentista los toca suavemente con la punta de sus dedos.
El arpa de metal es realmente un sintetizador en el cual los hilos de agua caen sobre sensores de presión desarrollados artesanalmente, explicó su creador, el músico y arquitecto Fernando Feliciangeli, más conocido como Amberé (lagartija en lengua guaraní).
“Cuando se pasa el dedo por el chorro el sensor lo detecta y dispara una señal eléctrica que es interpretada por un módulo y el módulo dispara el sonido”, dijo.
“Cuando lo perfeccionemos ya no hará falta afinar”, añadió.
El arpa, normalmente de madera, forma parte del instrumental clásico del folclore paraguayo desde que los jesuitas lo introdujeron en el siglo XVII en las 30 misiones indígenas que instalaron a lo largo de 150 años en los actuales territorios de Paraguay, Argentina, Uruguay, Brasil y Bolivia.
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Al arpa la acompañan violines, trombones, violoncellos y clarines, todos fabricados de material reciclable, en un concierto que dirige Luis Szarán, a cargo de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción y de la Orquesta Philomúsica de Asunción.
El director musical promovió en sus artistas la creación de instrumentos a partir de embudos, botellas, mangueras, canillas y caños. La orquesta cuenta además con un original bajo eléctrico hecho de la tapa de un inodoro.
“Está comprobado que la música reduce la violencia adolescente y educa para la armonía y el cuidado del medio ambiente”, reflexiona Szarán cuyo programa Sonidos de la Tierra logró conformar hasta ahora 65 orquestas en el país y extender el interés a 200 comunidades.