Si algo ha caracterizado la música de Richard Clayderman es su versatilidad, especialmente desde su éxito planetario “Balada para Adelina”, de 1977. Una melodía muy sencilla que vendió más de 22 millones de ejemplares en 38 países.
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“Forever Love” es el título de la nueva obra de Clayderman, que reúne piezas inéditas y adaptaciones de artistas muy alejados de su estilo, como los británicos Ed Sheeran y Coldplay.
Cuarenta y cinco años después, este músico de formación clásica aún se muestra incrédulo por ese enorme éxito. “Me sorprendió mucho. El compositor Paul de Senneville me propuso un día adaptar al piano su ‘Balada para Adelina’. Nos dijimos: ‘vamos a ver que sale...’”, recuerda en entrevista con la AFP.
Clayderman ha dado más de 2.000 conciertos a lo largo de su carrera, ha grabado más de 1.400 canciones y ha vendido en total más de 90 millones de álbumes.
La composición “fue un detonador increíble para mi carrera. Y eso que estábamos en pleno periodo disco...” recuerda.
“Es una melodía simple, que se convirtió en universal y llegó al corazón de mucha gente. Desde entonces no he parado”, añade este artista que cuenta con dos millones de seguidores en Facebook.
Clayderman se dispone a presentar su nuevo álbum en América Latina, Estados Unidos, Canadá y China.
Empezó a tocar a los cinco años. Su padre era profesor de piano y daba clases en el salón de casa.
“Me atrajo con naturalidad. Él me dio las bases y entré en el conservatorio a los 12 años”, recuerda.
“Nadie es profeta en su tierra”
Tras el éxito de “Balada para Adelina” llega a tocar trece veces en la prestigiosa sala de música clásica Pleyel, en París.
“Siempre tuve detractores. Los músicos de formación clásica siguen sin comprenderlo, excepto los que me acompañan en el escenario”, explica.
“Al final del concierto se dan cuenta del fervor del público. Es como una especie de revancha”, añade.
“Mi mejor recompensa son los niños que empiezan con el piano mediante mis canciones”, reflexiona.
“Un modesto intérprete”
Clayderman sigue considerándose “un modesto intérprete”, en especial del compositor francés Paul de Senneville, que no sabe tocar ningún instrumento, pero que “tiene el don de hallar melodías que hablan a la gente”.
“Mi trabajo es retranscribirlas para el piano e interpretarlas. Y empleo mucho tiempo para que suenen bien”, añade.
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La entonces primera dama de Estados Unidos, Nancy Reagan, le dio en los años 1980 un apodo que le ha seguido a todas partes: “príncipe del romanticismo”.
“Yo me sitúo entre pianista clásico y pianista de música popular. Este apodo de ‘príncipe del romanticismo’ le va muy bien a la música que toco. En Francia es un poco peyorativo”, reconoce.
“Ya se sabe: ‘nadie es profeta en su tierra’...”, dice con una sonrisa.