Un viaje al conmovedor universo tanguero de Daisy Lombardo

La cantante paraguaya Daisy Lombardo no es ajena a la poesía. En el año 2015 lanzó un poemario llamado “Canción a dos voces” junto a su amiga Liz Martínez. Esto nos dice que la literatura es para ella algo esencial; que la vive muy profundamente. Pero esa pasión por la poesía la heredó, sin dudas, del tango, un género musical que derrocha literatura y del cual ella se apropia como si hubiera nacido para cantarlo, para vivirlo y ¿por qué no? sufrir los dolores que muchas letras retratan.

Daisy Lombardo se entregó en cuerpo y alma en un concierto inolvidable donde presentó su primer álbum.
Daisy Lombardo se entregó en cuerpo y alma en un concierto inolvidable donde presentó su primer álbum.

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Daisy Lombardo es un nombre que viene haciendo su camino en Paraguay desde hace muchos años. La cantante empezó presentándose en todos los escenarios posibles, desde shoppings hasta bares. Su voz la llevó a ser convocada para actuar en festivales de tango ya en importantes teatros.

Pero hace poco Daisy tuvo uno de sus más grandes desafíos: lanzar su primer álbum y defenderlo en vivo, completando el círculo. “Canción de esquina”, el homenaje al tanguero argentino y uno de los más grandes poetas del género: Homero Expósito, es el nombre del disco que salió en septiembre y que pudo interpretarlo sobre el escenario del Teatro Agustín Barrios del Centro Paraguayo Japonés el pasado jueves 4 de noviembre.

El teatro estaba lleno en “modo covid” y expectante ante la presentación, que empezó con 30 minutos de retraso. Las luces se apagaron e irrumpió en escena el actor Jorge Ramos contando, a modo de preámbulo, a quién y qué se homenajaba esa noche: a Homero Expósito y al tango.

Afuera arreciaba el calor, las bocinas de los autos conformaban la banda sonora de una ciudad frenética, pero adentro del teatro el tiempo se detuvo para invitarnos a vivir en la voz de Daisy, una voz que rompió el silencio y creó un universo nuevo donde solo era posible el disfrute y la conmoción.

“Afiches” fue el primer tema que sonó en la noche calurosa y automáticamente Daisy atrapó, como quien elabora un truco de magia ante los ojos de las personas. Pero lo que hizo más intensa la experiencia fue el dúo preciso y brillante del pianista Giovanni Primerano, proponiendo también su mirada sensible a cada canción y otorgando así su propia poesía pianística.

Giovanni Primerano y Daisy Lombardo durante un tramo del concierto.
Giovanni Primerano y Daisy Lombardo durante un tramo del concierto.

Si el público se emocionaba con las interpretaciones, era también visible la emoción de la cantante, quien siguió con “El milagro”, tema que afirma que “amar es vivir otra vez”. Sin dudas la artista entiende que amar es inherente a vivir, por lo que ella vive en cada nota.

Ramos intervino en escena desde el inicio, siendo el vínculo histórico y literario entre cada obra, sirviendo así de contexto y de momento especial para además de disfrutar del arte aprender de él.

“Fangal” sonó luego para dar paso a “Maquillaje”. Ni un suspiro demás o de menos. Lombardo deja a uno al borde de su asiento, esperando que falte el aire pero es uno el que queda sin aire. El manejo que tiene de cada intención e intensidad es impecable.

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El concierto contempló así todas las demás obras del disco desde la contundente “Naranjo en flor”, que afirma que “Primero hay que saber sufrir, después amar”, para luego recordar una vieja historia en “Pigmalión”, tango basado en la famosa obra de Bernard Shaw, basado otra vez en el mito del escultor enamorado de la estatua de Galatea.

Daisy dio todo de sí en escena.
Daisy dio todo de sí en escena.

Mientras Lombardo esculpía con su voz sobre el magnético sonido del piano de Primerano llegaba “Yuyo verde” en tanto el eco de la vida y de las inspiraciones de Expósito recorrían el teatro, entrando al corazón de cada espectador gracias a la emocional voz de Daisy, quien no canta desde la garganta sino desde el alma y a través de todo el cuerpo.

Entre sonrisas, ojos mojados y totalmente adentrada en los universos diversos que creó Expósito en sus poesías, Daisy fue despidiéndose de la gente que fue a celebrar con ella este ritual del tango. “Vete de mí” y “Chau, no va más”, parecía la despedida y su grito de entrega y gratitud.

Una ovación de pie no tan instantánea sucedió. Pero no porque la gente dudara en entregarla, sino porque cada expresión facial hablaba de lo atónitos que la cantante dejó a todos quienes se subieron con ella al viaje del tango, el amor y el dolor. Recuperarse de su fuerza costó unos segundos, pero los justos para empezar a aplaudir con energía y alegría por el regalo que acababa de hacer junto a su compañero musical. Ante la exaltación entregaron como bis “Pequeña”.

Pareciera que Daisy nació para el tango o el tango la buscó hasta encontrarla. Ese encuentro fue uno de los mejores sucesos porque hizo que nosotros también podamos encontrar en ello un refugio, un lugar donde nos enraizamos: en el disfrute de una voz cargada de sentimientos y que, como un huracán, devora todo a su paso pero para bien.

La intérprete vive el tango como si fuera un género hecho para ella.
La intérprete vive el tango como si fuera un género hecho para ella.

Afuera el calor volvía a hacerse presente, pero lo que sin dudas ocurrió esa noche única fue una ganancia al haber atravesado las puertas del universo de Daisy Lombardo, uno al cual podemos volver en cada reproducción de su disco o en cada concierto que, esperemos, vuelva a dar en el futuro.

Fotografías gentileza: Juanjo Oteiza

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