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“Como artista es una satisfacción muy grande haber conquistado el primer lugar en un concurso de tamaña magnitud”, afirmó el paraguayo Óscar Aldama, quien reside en Brasil y quien empezó a abrirse paso con el piano en nuestro país hace más de 20 años. En 2007 viajó al país vecino para formarse en el Conservatorio de Música de Tatuí.
Este concurso es parte de la Semana Guiomar Novaes, un evento cultural que se celebra hace 44 ediciones para honrar la figura de una de las más grandes pianistas brasileñas, oriunda de Sao João da Boa Vista. Nacida en 1895, ella logró reconocimiento en la escena musical internacional con actuaciones en importantes teatros de París, Londres, Milán y otras ciudades.
Aldama explicó que este evento seleccionó a 10 pianistas populares y 10 pianistas clásicos de todo el estado de São Paulo. “Estar entre los 10 finalistas en la categoría popular ya fue toda una realización, y mas aún haber recibido el primer puesto. Como ser humano me mostró que estoy en el camino correcto, que esa es mi misión, llevar mi música a todos lados y tocar el alma de las personas a través del piano, lo que se volvió más necesario todavía en esta pandemia. Vimos cuánto el arte es indispensable al punto de que nos puede sostener en un momento de crisis humanitaria y global”, reflexionó.
Guiomar fue una pianista reconocida por su técnica y también por haber encontrado su identidad como intérprete. En dicho sentido, para Aldama significa un gran logro ganar el concurso que celebra su figura porque ella “fue una forjadora de caminos y un alma pura que presenta verdad, su verdad como artista desde temprano”.
El paraguayo recordó así una de las tantas historias de Guiomar que le emocionó. Cuando ella viaja a Francia para participar del concurso de admisión al Conservatorio de Paris en 1909, donde el jurado estaba compuesto por importantísimos compositores.
“Entre ellos estaba nada más y nada menos que Claude Debussy, quien luego de la audición escribió en una carta a André Caplet (compositor y amigo suyo): ‘Yo estaba enfocado en el perfeccionamiento de la raza pianística en Francia; la ironía habitual del destino quiso que el candidato más dotado artísticamente fuese una joven brasileña de trece años. Ella no es bella pero tiene los ojos ‘ebrios de música’ y aquel poder de aislarse de todo lo que le rodea -facultad rarísima- que es la marca bien característica del artista”, citó.
Por ende, en la audición final Óscar decidió presentarse con tres músicas propias. “La primera fue ‘Sabiendo’, que es un candombe, la segunda ‘Festejo por encomienda’, un festejo afroperuano, y la tercera ‘Mambo Grosso’ que es un latin jazz”, contó.
Estas son músicas que él las compuso pensando en que serían tocadas en grupo y “con bastante percusión”, entonces fue “un desafío encararlas en piano solo, donde el piano cumple la función de bajista, baterista, pianista percusionista y melodista al mismo tiempo”.
“Entonces creo particularmente que ‘la voz’ de cada artista y de cada ser humano está ahí, ahí mismo en el fondo del pecho. Cabe a cada uno percibirse como ‘ser’ que esa verdad aparece. Y cuando digo percibirse me refiero al trabajo arduo que requiere el arte en general: horas y horas de practica y estudio para dejar todo ‘debajo de los dedos’ y de esa manera se pueda dejar camino libre para que ‘la magia’ (música) pueda fluir”, planteó.
El camino de la música
Aldama recordó también sus comienzos para abrirse paso como músico profesional en nuestro país y la decisión de formarse en el exterior. “Fue un proceso muy difícil para mi en la época”, dijo sobre la decisión de dejar el país, pues venía “a full, literalmente, tocando de lunes a lunes”. Su vida consistía en ensayos a toda hora, “tocaba de lunes a viernes en el lobby de un hotel, en los lunes de jazz del Café Bohemia, martes de bossa, miércoles de conciertos del Jazz Ensamble, jueves de salsa, viernes de conciertos en pubs, sábados en eventos particulares y domingos en casinos y ahí... lunes de nuevo”.
Para él legó un punto en que “la agenda estaba llena de trabajo y poco estudio”. Conversó con el guitarrista paraguayo Pedro Martínez, con quien emprendieron esta “aventura”, con la “ayuda indispensable del ‘saudoso’ maestro William ‘Palito’ Miranda” ya fallecido. Él era parte del cuerpo docente del Conservatorio de Tatuí.
“Fueron varias noches de desvelo y ansiedad por tomar una decisión que en el fondo sabía que sería crucial para el futuro de mi carrera y mi vida. No es fácil dejar todo en el mejor momento profesional y personal y comenzar de nuevo en otro lugar totalmente diferente, desde la lengua hasta las costumbres”, mencionó.
Pero en contrapartida, aceptó que desde el primer día que pisó Tatuí comenzó “un proceso intensivo de intercambio cultural riquísimo” donde tuvo contacto con gente de varios puntos del globo, cada uno con su cultura. “Prácticamente la moneda de cambio era la información que cada una de esas personas traía como equipaje. Fue una época en la que respirábamos música en el Conservatorio, en los festivales, en las ‘jam sessions’, en las ‘repúblicas’ (residencias de estudiantes) y ‘rodas de samba’ en algún bar”.
En medio de todas esas experiencias conoció a Ana Malta, profesora de canto del Conservatorio, cantante, compositora y arregladora, “con quien aprendí y sigo aprendiendo sobre la ‘escuela’ de la música universal de Hermeto Pascoal y con quien tengo el honor de participar de varios proyectos musicales, así como también compartir la vida juntos. Tatuí cambió mi vida por completo”, reconoció.
No obstante Aldama no pierde oportunidad de volver a Paraguay siempre que puede y aprovecha esos momentos para compartir como también para tocar. Asimismo, sigue en contacto con colegas y mira de cerca la escena del jazz en Paraguay.
“Estoy en constante contacto a través de las redes principalmente. De un tiempo a esta parte percibí un crecimiento notable en la escena musical instrumental. Nuevos instrumentistas, compositores y arregladores trayendo frescura a la música y a la vivencia cultural junto a la incansable labor de las casas de jazz como Mburucujazz y el centro cultural Drácena por ejemplo, que abren las puertas y apoyan diversos proyectos artísticos así como las productoras responsables por la organización de festivales y ciclos de jazz como lo es Síncopa Producciones, luchando y manteniendo en alto la bandera de la música instrumental y autoral”, destacó.
“La música, para mí, es la energía sutil a la cual tenemos acceso ilimitado una vez que sintonizamos la frecuencia de nuestra verdad, sin eso, son meras notas producidas por instrumentos. Ella exige respeto y dedicación para mantener ‘la antena’ en óptimas condiciones, de lo contrario ‘la señal’ se pierde”, profundizó sobre lo que para él significa la música.
“Sin duda sumergirse por completo en la música como estilo y medio de vida tiene sus momentos buenos y también difíciles, pero es una vida llena de emociones y satisfacciones. Soy muy agradecido a la vida y a la música por todo lo que pasé hasta hoy con ella y por ella”, cerró.