Música, conexión y humanidad

“Siempre me gusta lo que genera la conexión con otra gente, soy adicto a eso”, es lo que afirmó el músico y productor paraguayo Marcelo Soler, quien está de estreno con el sencillo “¿Cuánto falta? en el que por primera vez pone al frente su voz y donde comparte el canto con su hermana Izela. El tema, coescrito con “Chirola” Ruiz Díaz, es para el artista una celebración a la música hecha con amor.

Marcelo Soler es un músico que abraza a las canciones desde diferentes ópticas.
Marcelo Soler es un músico que abraza a las canciones desde diferentes ópticas.JESSICA RIVAS

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“Quiero que me escuchen cantar” era una de las frases que Izela, hermana menor de Marcelo, había expresado en una agenda en su niñez. En el presente, en una noche de vinos y música, el productor le pide que cante con él el coro de “¿Cuánto falta?” que ya es hoy una realidad publicada en todas las plataformas digitales. “Quedaron increíbles nuestras voces juntas”, confesó Soler, quien también afirmó que nunca estuvo planeado que este tema sea un lanzamiento.

Para Marce, trabajar de forma comunitaria con sus amigos y familia es algo que le “encanta”. “Con Chirola venimos laburando hace rato y tenemos una conexión que re pega. Con Rodrigo Quintás éramos los bichos raros del colegio. Todos jugaban futbol o volley y nosotros escuchábamos Chick Corea en el fondo. Ralf (Thielmann), que estuvo en la mezcla, es un señor ingeniero, que mezcló casi todo el rock nacional de los 90 y es un capo. Siempre me gusta lo que genera la conexión con otra gente, soy adicto a eso”, dijo tras mencionar a los músicos que trabajaron para el nuevo tema.

Acerca del factor canto, refirió que siempre hizo melodías y que incluso le cuesta escribir. “No creo que sea todo el tiempo así ahora y me vean en todos lados con una guitarra cantando”, afirmó, ya que la ansiedad o la vergüenza están también presentes. No obstante, mencionó que lo primero que hizo antes que ser baterista incluso fue cantar. “El amor después del amor”, de Fito Páez, y no me acuerdo qué disco de Spinetta ponía siempre y cantaba encima. Fito Páez me hizo cantar, diría que es el culpable”, manifestó, además de reconocer que al cantar se siente “desnudo” porque implica mostrarse vulnerable.

La importancia del trabajo en equipo

Tras dos álbumes bajo su nombre y dedicados a sus padres: “Para Ernesto” y “Para Stella”, y numerosas colaboraciones con otros artistas tanto como músico o productor, algo que resalta en Marcelo son sus ganas de colaborar con la comunidad artística. Destacó a artistas como Missmaella, Ally, Tam Bakaleiko o Kuña Street, con quienes trabaja actualmente, y enfatizó que para él crear con otros “es un aprendizaje constante de ida y vuelta”.

Trabajar de forma colaborativa es siempre algo que le dio entre alegrías y aprendizajes a Marcelo, quien también expresó su alegría por el éxito de la canción “Desapego”, de Purahéi Soul, en la que colaboró. Además, fue parte de otros temas que serán parte del nuevo disco del dúo. “Fue una experiencia increíble y estoy ansioso porque la gente escuche. Miguel (Narváez) se está metiendo mucho en la producción, Guti (González) hizo un laburo increíble y Jenni (Hicks) ni qué decir con su voz. Estoy demasiado feliz por ellos y les admiro con todo el corazón”, reconoció.

Fluir en el proceso

“Me voy a lo que siento”, expuso Soler a la hora de pensar en un “método”. Recordó que su padre, Ernesto, siempre le decía que debía que tocar de todo y no encerrarse en un estilo específico. “Me encanta experimentar con todos los estilos que pueda. Ahora por ejemplo terminé la música para un corto animado de un amigo argentino y por otro lado una cumbia para un amigo español. Trabajo siempre de acuerdo a lo que siento en el momento y la influencia que escuchaste sale sola de acuerdo a lo que estás planteando”, explicó.

Kuña Street grabando con Marcelo Soler.
Kuña Street grabando con Marcelo Soler.

Pensando en las amplias posibilidades que ofrece la música tanto de forma orgánica como digital, aseguró que gracias a eso su música “es re libre”. “Hago súper híbrido todo: grabo una batería acústica y le pongo cosas de batería electrónica encima, con percusión otra vez, después sintetizadores, piano o guitarra. Me gusta jugar con todo. La tecnología está volando y hay que hacerse re amigo de ella. También me gusta mucho grabar cosas de la calle y cosas que me llaman la atención para tener en mi carpeta. Mezclo mucho entre lo digital y lo analógico”, declaró.

Lo que le llevó a involucrarse de lleno en la producción, contó, fue su paso por las bandas que formó, desde Ese Ka’a hasta la más reciente y en la que sigue: Kita Pena. “Tuve la oportunidad de practicar con las bandas”, indicó, para luego subrayar lo “importante” del rol del productor en un proyecto musical. “(El productor) es el que se encarga de terminar las canciones, tener el disco duro con todos los archivos para hacer lo que sea con el audio, ya sea la pista para el vivo o para mandar a mezcla, master; tiene que estar atento a todo. Insisto más que la gente haga eso con su banda, que empiece a practicar”, aconsejó.

David Müller, Pablo Blaya, Blas Rodrigo, Ricardo Velázquez, Marcelo Soler y Andrés Selich integran Kita Pena.
David Müller, Pablo Blaya, Blas Rodrigo, Ricardo Velázquez, Marcelo Soler y Andrés Selich integran Kita Pena.

Asimismo, planteó que dicho rol es necesario porque viene de la mano con la autocrítica, que a la vez está relacionada con los egos en la música. En ese sentido expresó que muchas veces hay que “luchar con egos” y que “hasta en la banda es difícil” plantear nuevos abordajes para la música. “A mí me costó que me reconozcan en algunas partes”, dijo acerca de cuando empezó a trabajar como productor. “Toma muchísimo tiempo, energía creativa, energía de todo tipo, te consume y te deja re exhausto”, aseveró sobre ese trabajo esencial.

Pero otro pasaje a la producción para él fue gracias a su hermano el también productor y DJ P. López (Ariel Soler) a quien desde muy joven lo veía trabajando constantemente. Dormían en la misma pieza y cuando Ariel llegaba de tocar encendía la computadora y empezaba el laboratorio. “Yo me quedaba y absorbía, empezaba a jugar, y fue un amor a primera vista. Creo que me siento más productor que baterista últimamente”, confesó. “No puedo estar sin prender la computadora y crear cosas nuevas. Me encanta estar creando e imaginando. Estoy más sentado en la computadora que en la batería”, insistió.

Remar hacia el mismo rumbo

“Lo que aprendí es que si uno rema el barco hacia otro lado se va todo ‘a la B’”, reconoció, incluso asegurando que él muchas veces se movió solo por la pasión, pero eso le hizo notar lo importante que es lidiar con eso y ser estructurado y responsable. Por ende, identificó que los factores imprescindibles para lograr cosas con la música son la “disciplina, responsabilidad, humildad y amor por sobre todas las cosas”.

Parte de ese amor lo recibe siempre de su familia, desde su fallecido padre, quien fuera baterista y percusionista, hasta su madre que le dejó perseguir la música. Incluso anticipó que en familia están montando un estudio en su casa y que pronto esperan poder abrir las puertas a la gente para compartir. “Vamos a tratar de hacer un centro cultural para hacer valer toda la energía del lugar”, concluyó.

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