Los métodos y la técnica de Agüi

En esta quinta entrega –con exclusividad–, nos referimos a la genialidad incomparable de Agustín Pío. Esta condición no fue un simple producto del azar. Sus dotes personales, morales y su gran caudal de inspiración para componer sus propias obras o para improvisar sobre sus primorosos “leitmotiv”, se deben más que nada a una sólida base de formación técnica asimilada por los estudios logrados de los diferentes métodos de ejercitación y digitación de grandes tratadistas que revolucionaron el mundo guitarrístico.

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El maestro de Agüi, Gustavo Sosa Escalada, de formación idónea y compacta lograda en Buenos Aires en 1892 con Juan Alais y Antonio Ferreiro, y especializado con Carlos García Tolsa y Antonio Giménez Manjón, transmitió a su discípulo toda su experiencia y el suficiente bagaje de información sobre “Métodos y Técnicas”, que por entonces existía solamente en las grandes capitales del Plata.

Barrios era un imberbe dicharachero y poco apto para las rígidas disciplinas, pero absolutamente fértil para dotarlo de sapiencia teórico-práctica. Gran mérito de “don Gustavo” por haber captado la exuberancia musical de Agüi, a más de someterlo a un régimen estricto de formación y desarrollo. Fue así como Agustín Pío empezó a digerir métodos y tratados de su maestro, que se formó en las escuelas italiana y española. Por la primera absorbió a Tomás Damas, Mauro Giuliani, Eneas Gardana, Fernando Carulli y Mateo Carcassi. Por la segunda a Fernando Sor, Antonio Cano, Napoleón Coste y Francisco Tárrega. A su vez, asimiló los cuatro métodos personales desarrollados por el propio maestro Sosa Escalada, que los llamó indistintamente “Asunción Sosa Escalada” (en homenaje a su madre), “Araña”, “Don Dios nos libre” (dedicado a su hijo) e “Imitación de un canto alemán”.

La metodización del estudio de la guitarra, iniciada en las postrimerías del siglo XVI, se sistematizó en 1820 con Dionisio Aguado. El “canon” transmitido a subsiguientes generaciones, tanto para los picados, articulaciones y escalas arpegiadas como para las combinaciones y permutaciones que se fueron acrecentando con el correr de los años con nuevas exigencias de tendencia modernista, tanto para la mano derecha como para la izquierda, amplió progresivamente la capacidad y la formación del estudiante.
Barrios asimiló con voracidad manifiesta los núcleos estelares de cualquier guitarrista que anhelara “tocar bien , ligero, cristalino y seguro” a lo largo de todo el diapasón, como los arreglos de Isaac Albeniz ( transcriptos), “Rondó en La” de Dionisio Aguado, “Nocturno N° 9” de Frederick Chopin, “Polaca Fantástica” y “El Delirio” de Julián Arcas, “Malat” de Francisco Tárrega.

En referencia a esa “manipulación por excelencia” de la guitarra, en octubre de 1920, Gustavo Sosa Escalada se refería a su discípulo con admiración y respeto. En tal oportunidad, sobre su mejor alumno, el maestro instructor aseveró: Es indudable que Barrios ha triunfado por su técnica. No niego que su temperamento profundamente emotivo ha puesto un buen porcentaje en el éxito; pero repito que ‘sin técnica no se puede hacer arte ni manifestar lo que el alma siente’.

Estos procedimientos no los ha inventado la imaginación de un solo hombre y estando sujetos, como todo lo que es humano, a la ley de la evolución y del perfeccionamiento progresivo, han venido transmitiéndose y mejorándose de generación en generación, desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.

Estábamos, pues, en que Barrios triunfó principalmente por su técnica. Ahora veamos qué se entiende por la técnica de Barrio, la cual no sé francamente cómo calificar, porque, si los que carecen de técnica se ufanan con altivez y arrogancia en concepto camaderezco, a la de este, que es realmente soberbia, la llamaremos CELESTIAL.
La técnica de Barrios, pues, es el conjunto de procedimientos celestiales de digitación, de imitación y de interpretación, para expedirse celestialmente en la guitarra, todo lo cual este hombre lo posee en excelencia (celestialmente también).

La posición de la mano derecha de Barrios es una calcomanía de la que aparece litografiada en la portada de las antiguas ediciones del método de Dionisio Aguado (1820), la muñeca algo ahuecada, los dedos que pulsan naturalmente tendidos, la mano algo doblada en ángulo hacia la derecha de modo que los dedos, colocados por su orden natural sobre las cuerdas, batan a esta en ángulo recto, con lo que se consigue herirlas con toda la periferia de la yema, resbalando rápidamente la uña y obteniéndose así un sonido característico, lleno y, a la vez, cristalino; el dedo meñique mirante y el pulgar batiendo tangencialmente las cuerdas de metal . Parece una lección aprendida de memoria de los antiguos tratadistas, pero no lo es.

Barrios era tenaz y los obstáculos lo fortalecían. Investigó todos los métodos con ahínco y los venció hasta dominarlos por completo, dando después de ello un salto grandísimo en la calidad de su ejecución. Estudiaba su repertorio con un emperramiento digno del resultado que obtenía. Allí donde encontraba una dificultad, se detenía para repetirla hasta el cansancio.

Dándose cuenta de esa verdad, Barrios estudió sistemáticamente la guitarra, venciendo progresivamente, una por una, las trabas. Su constancia, intrepidez y método debían coronarle con el triunfo.

Las infinitas combinaciones a que se prestan los 132 sonidos de las 6 cuerdas de las guitarras de concierto, tomadas de n en n notas (la n puede ser igual a 1-2-3 ó 4 notas y hasta 5 y a veces 6, de modo que aplicando aquí las fórmulas de las combinaciones y permutaciones del álgebra, ya hay para rato), fueron totalmente dominadas por Barrios gracias a su inclaudicable tesón.
En la guitarra se debe estudiar las piezas como verdaderos estudios (me refiero a las composiciones de fondo); y en esto se aparta del carácter general de los demás instrumentos. Por eso nadie puede darse el lujo en ella de poseer en la mollera (mente) 500 composiciones listas para el público, como lo hace Ignacio Paderewski en el piano.

Es que no hay más remedio que hacerlo así. De allí el mérito del concertista-virtuoso. Es un hombre que trabaja como loco y, créaseme, que no hay dinero con qué pagarlo. Es también de allí que la difusión de la guitarra esté en razón inversa del número de virtuosos que han podido, como Agustín Pío Barrios, destacarse en ella y quienes –repito– pueden contarse con los dedos de las manos. Tocar la guitarra... todo el mundo la toca.

Después de esta síntesis expuesta por su mentor, resulta imperativo comprender, con razón y suficiencia, el grado de perfección de sus composiciones.
Agüi era consciente; por ello, en un reportaje periodístico en el Uruguay sentenció:
En la música, mi pasión predominante es la composición. Creo que he añadido algunas páginas a la literatura de ese encantador y difícil instrumento (La Razón, Montevideo, 14 de abril de 1921). Tres años después y en el mismo tenor, gracias a los métodos absorbidos, la técnica desarrollada y la imaginación innata le otorgaron los elementos sustentables de opinión y enfoque para observar en detalle la fuente de inspiración: el imponente mundo sonoro de su tierra.

En tal sentido, reproducimos textualmente su constructivo juicio publicado en la revista quincenal Olimpia: La música paraguaya necesita poseer fueros de nobleza artística para triunfar en los centros civilizados del mundo. Nuestros músicos nacionales deben imponerse por la patriótica tarea de trabajar en los hermosos aires nativos, encuadrándolos dentro de marcos nuevos para redimirlos del terreno rutinario y primitivo en que se debaten (Asunción, 25 de agosto de 1924. pág. 207).

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