Los mensajes de las letras musicales paraguayas

Las letras de la música paraguaya, de inspiración folclórica y demás vertientes nacionales, por lo general, se destacan -en el consumo popular- gracias al garbo, la picardía y los sublimes mensajes que encierran sus grafías, obviando muchas veces la estricta sumisión a los rigores reglamentarios del "valor poético" o de puntillosos cánones de la "estética lingüística", ya que muchos autores utilizan con absoluta libertad la gracia sutil de la aventura y de la espontaneidad mágica del idioma, buscando crear particulares figuras, a veces artísticas y otras veces no tanto, que en definitiva conllevan el destacado "sello personal".

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En el contexto general de un repertorio musical, a través del tiempo, esto determina la "identidad artística" del autor y de una nación. Por estas causas intentemos bosquejar el tópico, aglutinando algunos "mensajes paraguayos" tomados al azar, pero que resplandecen por sí solos en el "canto guaraní" como verdaderos paradigmas del relato vivencial, sensato o de ficción.

En cuanto a las escrituras de la música paraguaya, no pretendemos considerar la elaboración estrictamente musical donde vagaríamos en un frío razonamiento técnico de la composición, melodía, ritmo, armonía, arreglos y complejas orquestaciones que habitualmente fastidian al hombre o lector común, ya que en la mayoría de las veces no alcanzan a dimensionar y comprender la técnica musical, vital herramienta de la ornamentación. Más bien deseamos enfocar los mensajes contenidos en las letras que ofrecen su fuerza y dulzura, satisfaciendo generosamente nuestras almas.

Tantos experimentos ya se han realizado a través del tiempo para clasificar las distintas manifestaciones de los autores, que se deslizaron ilimitados conceptos y definiciones para que finalmente impere la simple evocación del verbo gustar o no gustar. Muchos sostienen que cuando una letra expresa "algo" necesariamente debe ser clasificada por su temática para "ubicar" a sus destinatarios con el "recado" que ella encierra. Tan amplia es la gama de posibilidades que la bifurcación convertirá el camino en un innecesario laberinto si mantenemos el uso de este sistema de persistente rotulación artística, que con el correr del tiempo pasarán a formar parte ineludible de la mera "basura cultural".

No siempre un compositor es creador de música y letra, lo que facilita la complicada tarea de compaginar ambos elementos. Lo admirable es la sensibilidad que posee un artista al recibir una música para crear la letra correspondiente o viceversa. En la "marca indeleble" de un autor inevitablemente van implícitos el carácter, la personalidad, el sentimiento y, por sobre todas las cosas, la "visión" particular o perspicaz del "diseño idílico", su hechura y su temática. Es así como los críticos (opinólogos o comentaristas) comienzan a ensayar conceptos y van creando las supuestas clasificaciones de música romántica, ecológica o paisajística, de carácter descriptivo y onomatopéyico, de compromiso, testimonial, socialista, latinoamericano, contestatario o simplemente de protesta. Y siguen las acepciones, como: tiene un profundo contenido épico o histórico; en contraposición se halla el de carácter advenedizo, egocentrista, arribista, demagógico y servilista. En cualquiera de los casos, estará siempre presente el antagonismo conceptual que permite la interpretación individual de las obras, surgiendo así varias tipificaciones para una pieza en particular.

Los más temerarios y verborrágicos quieren referirse al "género" y establecen una suerte de frontera entre el nuevo y viejo cancionero. Es folclórico, no, es motivo popular, nada de ello; es canción urbana y así se va buscando "arropar" las manifestaciones artísticas de los diletantes de siempre que solo buscan CREAR y que, inadvertidamente, se ven "atrapados" en esta "ola periodística" que pretende explicar lo inexplicable. Aseguran que el rock es universal, consecuentemente, desde hace más de 40 años se intenta desarrollar un rock nacional con temática, vivencia y sentimientos eminentemente paraguayos. Ni hablemos de la "tirria" existente entre los cultores del jazz y lo clásico, todos ellos de naturaleza universal (global), pero que también anhelan "algo" local o regional (estilizado) que enfile hacia esas corrientes muy desarrolladas en otras latitudes y con otro "ambiente" y "realidad" para la completa "expresión artística".

Sin embargo, gracias a nuestro favorable destino de poseer dos "poéticos" idiomas, uno de ellos ancestral, es que el "inventor de fábulas" dispone de una herramienta inconmensurable, pues, el matiz idiomático resulta ilimitado para las conversiones e inversiones, mediante las cuales los hacedores de la destreza recurren a la consabida virtud de expresar con exactitud un acontecimiento coyuntural, ya sea simple o complejo. De ahí nació el "jopara" (mezcla del atávico guaraní con el castellano), que tiene como figura cumbre a Emiliano Rivarola Fernández, notable creador, un virtuoso y atractivo manipulador del idioma que hizo añicos de todos los esquemas que rigen la idiomática, ya que su pujanza y profundidad vienen del alma sensible fruto de la tierra madre y de la iluminación divina. No podemos soslayar a un gigante como Félix Fernández, quien hizo gala de buena música y de letras autóctonas capaces de seducir a la misma piedra o de explicar la profunda naturaleza del "ser paraguayo". Del mismo modo, aflora el eco sensitivo de los explotados en un Teodoro Salvador Mongelós, verdadero mago y patriota que amó profundamente su tierra exaltando las virtudes de su gente.

La pléyade es inconmensurable, porque entre los primeros se debe citar a Manuel Ortiz Guerrero, un excelso poeta que cantó al sentimiento de su época con una fuerza inigualable, capaz de generar ríos de lágrimas y de levantar montañas de voluntades para enaltecer a la vida. El mismo sendero transita un filántropo como Carlos Miguel Giménez, quien supo cobrar vuelo en alas de la inspiración y describió indistintamente fantasías y realidades con la más absoluta naturalidad, desplegando belleza práctica y sencilla que "fotografía" su línea estilística. Y así llegamos a otros que con su presencia motivaron diversidad de sentimientos en el mundo, pero señalando una identidad inconfundible del más sobresaliente arte paraguayo como Antonio Ortiz Mayans, Federico Abente, Darío Gómez Serrato, Augusto Roa Bastos y Elvio Romero, que transpiran cadencia y melodías de un típico "perfil paraguayo".

Tan solo hemos nombrado a diez autores, "los mensajeros" que reflejan con propiedad la historia del Paraguay, abarcando el siglo XX. Ellos engloban "el arte de las letras musicales" del campo, de la ciudad y del alma guaraní. ¡Cómo cantaron a la patria! Nada mejor que el terruño, esa era la máxima, la erudición abrazada. Describirla en canciones representa el pináculo de una invención, más allá del género que fuese. La entrega de la propia vida trasuntada en el arte y la cultura guaranítica que se va proyectando en el tiempo, con mayor estatura y belleza. Su corazón, su mente y sus reflejos han sido poesía musical. Entonces, ¿para qué ocuparse de los rótulos si la esencia temática nos revela el mensaje que ella encierra y describe con propiedad?

La simbiosis de la "melodía musical" y de la "letra mensajera" genera una indivisible estética que no siempre se logra, pero que al conseguirla se transforma en un hito cultural y modelo de composición que emana de la profundidad de los cristalinos sentimientos del creador para las diferentes épocas. Por ello, los mensajes de "las letras musicales" del repertorio paraguayo nada tienen que ver con el modo de vida foráneo. Reflejan la cotidianeidad nacional, diferente y particular. Es de "consumo vivencial" para quienes se sienten identificados con las narraciones y exaltaciones que tan apasionadamente transmiten esas obras concluyentes, calando profundamente las emociones de propios y extraños que se identifican plenamente con nuestros "sentires" y nuestras "visiones". Esa posesión que realiza el corazón humano es forjada por la "letra musical" que "prendió" y ha generado el "éxito de siempre", ya que reúne un todo estético y satisface a plenitud las expectativas del "potencial asimilador".

Demás esta decir que las "particularidades paraguayas" no tienen parangón. Son únicas en el mundo. Sus atributos incomparables como el idioma guaraní, el arpa paraguaya y sus ritmos fundamentales (galopa y guarania) refieren marcadamente a esta República en el contexto mundial y el arte universal.

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