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MEXICO (EFE). En el momento más inesperado, aislado en su estudio, el escritor mexicano Jorge Volpi detiene el acto de crear y se entrega a su diversión más loca, imitar a un director de orquesta, mientras una sonata de Beethoven resuena en la habitación.
“Hago de director de orquesta casi todos los días en la pura soledad”, confiesa Volpi en entrevista a Efe por su 50 cumpleaños, que celebrará el próximo martes. Aunque es uno de los autores de habla hispana más reconocidos y este año ganó el premio Alfaguara con “Una novela criminal”, el gran sueño de Volpi fue dedicarse a la música.
Incluso en uno de sus ensayos afirma que de tener un alma inmortal la entregaría a cambio de un destino de director de orquesta. “La música es mi pasión aunque no toco ningún instrumento. De adolescente tomé clases de guitarra y ya no me acuerdo”, cuenta en una sesión de confesiones a propósito de su medio siglo de vida.
Volpi escribe sus libros como si fueran obras musicales y le gustaría pensar que algunos son como piezas de cámara, otros como sinfonía y unos terceros como óperas: “Uno de ellos parecería un réquiem por mi padre (Examen de mi padre). Siempre estoy pensando en términos musicales, en ese sentido ‘Una novela criminal’ sería un oratorio”.
El autor cree que el paso del tiempo también tiene ventajas porque la literatura narra la experiencia humana, y mientras haya más experiencias, más cosas hay para narrar. Sentado en la oficina del sur de la Ciudad de México donde ejerce como coordinador de difusión cultural de la UNAM, Volpi habla de su relación con los libros. Dice que “Así habló Zaratustra”, de Nietzsche, le cambió la vida, pero la novela que le hubiera gustado escribir es “Doktor Faustus“, de Thomas Mann, porque conjunta la pasión por la música con una reflexión moral y política.
“De los clásicos no me he leído ‘Los Miserables’, de Victor Hugo. Era uno de los libros favoritos de mi padre, siempre me dijo que lo leyera pero no lo hice por rebeldía. A lo mejor debo leerlo ahora por mi cumpleaños 50“, afirma.
El también ensayista aprendió a leer a los cinco años y aunque ya de adolescente mostró talento para escribir, fue a los 30 cuando su vida literaria dio un giro, al ganar con la novela “En busca de Klingsor” el premio de Biblioteca Breve.
“Fue el antes y después de mi vida literaria. Antes de eso era un estudiante de doctorado en España con una vida normal y ese premio me cambió drásticamente la vida”, reconoce.
Jorge Volpi decidió como regalo de su cumpleaños 50 pasar un año sin escribir. Cuando no es así, despierta temprano, se baña y va en bicicleta a su estudio, donde trabaja por las mañanas.
Acepta el juego de imaginar con qué personajes de la literatura le gustaría platicar y elige a Serenus Zeitblom, el narrador de “Doktor Faustus”, y a Natasha Rostova, de “Guerra y Paz” de Tolstoi. “Uno es un hombre viejo que ha visto pasar todo lo terrible del siglo XX y particularmente la guerra, en el otro caso es la joven a la que su mundo cambia dramáticamente, va a madurar de prisa por la guerra. Creo que serían interesantes”, asegura.
Volpi es un políglota que habla inglés, francés, italiano y español y puede leer en español, francés, catalán, portugués, italiano y vagamente cosas en alemán.
“Hace poco me leí versiones en idiomas distintos de la ‘Metamorfosis’ de Kafka, pero a diferencia de otros escritores, a mí no me gusta releer”, cuenta.
Miembro de la llamada “generación del crack”, el autor defiende la idea de Carlos Fuentes, quien solía decir que para ser un buen novelista se necesita un 10 por ciento de talento y un 90 por ciento de nalgas, en referencia a las horas dedicadas a trabajar.
A los 50 años a punto de cumplir, Jorge Volpi alimenta al niño que fue con una colección de robots, pero su acto más infantil lo ejecuta entre claves de sol y fa cuando en su estudio le da vida al director de orquesta que habita en su interior. “Siempre he querido escribir una novela donde la música esté en el centro y no solo en la periferia. No sé si será la siguiente pero quisiera hacerlo”, confiesa.