El premio Nobel alternativo

El Nobel de Literatura de este año se entregará en el 2019 a causa de un escándalo de abusos sexuales, pero algunos intelectuales suecos decidieron no esperar y lanzar un Nobel alternativo.

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ESTOCOLMO (AFP, por Ilgin Karlidag).- El premio se entregará al  margen del palmarés oficial, y mucho más barato que el original. Instituido por “La Nueva Academia”, este “Nuevo Premio de Literatura 2018” aspira a estar en las antípodas del Nobel, reflejo, según los neoacadémicos, de un viejo mundo carcomido por los “privilegios, los conflictos de intereses, la arrogancia y el sexismo”. En cambio, el nuevo galardón celebra los valores “de democracia, apertura, empatía y respeto”, según sus promotores, algo más de un centenar.

Las escritoras Sara Lövestam y Johanne Hildebrant, la reina de la novela negra Camilla Läckberg y la antigua campeona de salto de altura Kajsa Bergqvist, además de periodistas, actores y críticos, firmaron un manifiesto que casi pasó desapercibido por la pasión que despierta el Mundial de fútbol en Suecia.

La iniciativa surgió en pleno marasmo para la Academia Sueca, una institución de más de 200 años que cada año, desde 1901, entrega el premio Nobel de Literatura. Criticada por sus elecciones recientes (Patrick Modiano en 2014, Bob Dylan en 2016 y Kazuo Ishiguro al año siguiente, que generó más consenso), la Academia acabó siendo blanco del movimiento #MeToo el pasado otoño cuando 18 mujeres acusaron públicamente a un hombre, esposo de una académica, beneficiaria de subsidios de la Academia, de haberlas acosado, agredido o violado.

Jean-Claude Arnault, un francés que dirige un club cultural muy popular entre la élite de la capital sueca, también está acusado de haber “filtrado” el nombre de varios laureados Nobel. 

Al final, la Academia terminó anunciando el pasado mayo que aplazaba un año la entrega del Nobel de Literatura 2018, por primera vez en casi 70 años, y que será anunciado junto con el de 2019. La Academia, un cenáculo cerrado cuyas doctas deliberaciones se mantienen en secreto durante medio siglo, situada bajo el alto patronazgo del rey Carlos XVI Gustavo, está cada vez más vista como una institución rancia.

Su antagonista busca, al contrario, “crear algo abierto e inclusivo, que permita a la gente expresarse”, explicó a la AFP la columnista y presentadora de televisión Alexandra Pascalidou, cofundadora de la “Nueva Academia”. El premio, de un millón de coronas (unos 97.000 euros, 113.000 dólares), es decir, algo más de una décima parte del cheque que reciben los premiados con el Nobel, se consiguió mediante una financiación participativa y de mecenazgo.

Se entregará el 10 de diciembre, cuando se celebra el banquete Nobel en el ayuntamiento de Estocolmo en honor a los premiados de cada año (en los ámbitos de la física, química, medicina, literatura, economía y de la paz, que se entrega en Oslo).

Se encargó a bibliotecarios de todo el país la selección de los candidatos (un máximo de dos por persona), que debían comunicar antes del 8 julio.

Entre el 9 y el 31 de julio se llevará a cabo una votación popular electrónica que dará lugar a una lista de cuatro autores, que un “jurado de expertos” examinará.

El laureado, que debe haber publicado al menos una obra en los últimos diez años, se dará a conocer el 14 de octubre. 

Pero, por muy mal que vean algunos a la Academia Sueca, el proyecto de la “Nueva Academia” dista mucho de suscitar unanimidad en Suecia. “Claramente provocador”, reaccionó Asa Linderborg, jefa de la sección de Cultura del diario Aftonbladet. Los argumentos morales para justificar la creación de este Nobel alternativo son nulos, según ella.

“Las ideas más repulsivas” pueden surgir de la literatura más bella, destacó. “El arte debe ser libre. No puedes meterlo en las casillas del bien y del mal. La Nueva Academia busca la pureza absoluta (1/8)...(3/8), la bondad absoluta”, ironizó.

En cuanto a la votación popular, esta solo conseguirá llevar a lo más alto la literatura “previsible, occidental”, mientras que el Nobel tradicional se precia de ser más selecto. Otros, en cambio, manifestaron su indiferencia. “Son libres de hacer lo que quieran”, se limitó a declarar a la AFP el académico Per Wästberg.

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