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Buscando derribar el mito de que leer “Yo el Supremo” es difícil, complicado o solo para unos pocos, ayer se desarrolló esta charla que reunió a Bernardo Neri Farina, Mirta Roa, Adrián Cattivelli y Rodrigo Colmán Llano.
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Fue organizada por la Dirección de Investigación de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), las carreras de Letras y Ciencias de la Comunicación, su Academia Literaria Kavure’i, la Fundación Augusto Roa Bastos, la Academia Paraguaya de la Lengua Española y la Sociedad de Escritores del Paraguay - Pen Club del Paraguay.
Al inicio Rodrigo Colmán Llano, licenciado en Letras y Máster en Educación, afirmó que “Yo el Supremo” es una “novela de novelas”, a la que se le compara con “Don Quijote de la Mancha”, “Ulises”, “Un cuento absoluto” o “Cien años de soledad”. Afirmó que la obra de Roa es de especie “multigenérica”, lo que significa que en ella “los géneros que se entrecruzan”, por ejemplo tiene textos que “pueden empezar en las más efervescentes de las bromas y concluir en las consignaciones existencialistas más profundas”.
“Es una obra de arte que debe ser leída, porque cuando uno se encuentra con una obra de arte no la reduce a un simple documento. No nos enfrentamos ante un mero texto histórico o panfleto. Lo que alcancemos a decir no va a hacer a la obra de arte sino nuestra traducción de aquella obra”, señaló además.
Invitó a los jóvenes, sobre todo, a “entrar al laberinto, disfrutemos de perdernos en ese universo. No entremos solamente a la represión de la interpretación unívoca. No leemos historia, filosofía, algo jurídico, es literatura, hay que hacer el pacto de ficción”, dijo.
Una lectura atrapante
A su turno, el escritor y periodista Bernardo Neri Farina habló sobre “¿Cómo perder el temor a leer Yo el Supremo?”. Confirmó su deseo de desmitificar aquello de que la obra “es un texto impenetrable”.
”Roa, navegante de la imaginación, fabulador de la infancia desde mucho tiempo atrás, ha imaginado a ese dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, que despertaba una fascinación suprema. Roa decidió entablar un duelo dialéctico entre su imaginación particular y la del doctor Francia, Roa redobló la apuesta de originalidad, no escribió una historia sobre Francia, escribió una larga exposición desde el doctor Francia”, profundizó.
Explicó que el hecho de que la novela no tenga una estructura “convencional” llevó a mucha gente “a la desorientación”. “No es una novela de la convencionalidad del género, es un monumento a la palabra de la imaginación desatada desde la palabra. Un monumento hecho de palabras, símbolos, sugerencias, ideas”.
En tanto, remarcó que con esta obra Roa “dejó sembrado su respeto a la inteligencia del lector, a su capacidad de imaginar tal como él imagino el imaginativo doctor Francia; nos enseñó también a través de la palabra a ver los tiempos y advertir sus peligros, así el supremo es capaz de proyectar su pensamiento en el siglo 21 en que nos acechan las neodictaduras y nos advierte: “el poder de los gobernantes está fundado sobre la ignorancia, en la domesticada mansedumbre del pueblo”.
La escritura resiste al paso del tiempo
Por su parte, el periodista Adrián Cattivelli se centró en el contexto político histórico en que se publicó “Yo el Supremo”. Habló sobre el contexto de la producción de Augusto Roa Bastos, desde la dictadura de Morínigo y dio una cátedra sobre la política argentina.
“En la década del 40 siendo periodista de El País le tocó transitar esa dictadura nefasta de Morínigo que valiéndose de la constitución autoritaria que dictó Mariscal Estigarribia, Morínigo tomó el poder hasta el 48. Era un ambiente asfixiante en que Roa desarrollaba su labor de periodista. Un cuadro de la época en que la obra vio la luz, si eso incidió o no en los años donde Roa produjo, no lo sé, pero esta era la realidad”, indicó.
También habló Mirta Roa, la hija de don Augusto, recordando la colección de libros que perteneció al escritor paraguayo y que fue recuperada en 2022. Ella confirmó que varios libros encontrados fueron fundamentales para la escritura de “Yo el Supremo” y que incluso varias páginas estaban marcadas con papeles, donde el texto hacía referencia a escritos de su propia obra.
Destacó que el catedrático estadounidense Daniel Balderston continúa revisando los libros que habían sido encontrados por Celina Brítez en un basurero de Mar del Plata, Argentina.
Además, celebró que la obra “haya soportado los 50 años con mucha valentía, con prestigio, hidalguía, y esperamos seguir celebrando otros 50 años más. Invito a los jóvenes a que lean Yo el Supremo de esta forma en que ofrecieron los profesores”.