Aunque no ha sido perseguido por agentes nazis ni por tribus caníbales, Arbonés no ha dudado en volar miles de kilómetros para hacerse con algún rarísimo ejemplar, como cuando se plantó en un bar de Caracas para que le trajeran una primera edición de “El Principito” en papiamento, una lengua de la isla de Curazao.
En una entrevista con EFE, Arbonés, que llegó a tener en 2011 unos 800 ejemplares de “El Principito” y fue el primer coleccionista en conseguir las 217 traducciones publicadas hasta entonces, explica que su nuevo reto: “El hallazgo de tres primeras ediciones de tres lenguas asiáticas que nadie ha encontrado todavía”.
Unas ediciones que evocan que “El Principito” fue un libro prohibido y perseguido por algunos regímenes y en determinadas lenguas.
Jaume Arbonés con una obsesión
Nacido en Barcelona (España) en 1972, empezó a coleccionar ‘principitos’ en diferentes lenguas a los 18 años, con motivo de un viaje familiar a Italia, y desde entonces no perdía ocasión en cada desplazamiento que se le presentaba, además de pedir a amigos y conocidos que le trajeran ejemplares de países que visitaran.
Lo que inicialmente comenzó como un entretenimiento se llegó a convertir en casi una obsesión para conseguir las traducciones más recónditas y le llevó a pujar en subastas por internet o a contactar con personas en el extranjero que pudieran ayudarle a conseguir los volúmenes.
“Los libros raros no salen en estas subastas y entonces te adentras en una búsqueda mucho más comprometida”, comenta.
Pero lo que realmente dio un empujón a su colección fue el convertirse él mismo en editor de “El Principito”, al comprobar que no se había publicado en lengua aranesa.
Jaume Arbonés con derechos editoriales
La labor de hacerse con los derechos editoriales no fue fácil, pues los otorgaba la editorial francesa Gallimard, y él no era editor, pero a fuerza de insistir durante seis meses, obtuvo el permiso para publicar en 2005 “Eth petit prince”.
De este modo, los grandes coleccionistas que antes no contestaban a sus requerimientos eran los que ahora contactaban con él: poseía un libro que ellos deseaban.
Más adelante editó también el libro en mallorquín, “Es petit príncep”, y en valenciano, “El príncep xiquet”.
Arbonés iba tachando ejemplares de su larga lista hasta que le quedó sólo una traducción por conseguir, la del turcomano, publicada en Turkmenistán en 1976.
“Al final lo obtuve a través de una empresa turca de alfombras que viajaba todos los meses a la capital de Turkmenistán, Asjabad”, relata.
Vuelta a empezar
De este modo, logró en 2011 hacerse con las 217 traducciones conocidas, lo que aparentemente suponía el fin del trayecto, pero una buena oferta por sus obras de un coleccionista suizo en una época en que su situación económica había empeorado hizo que se desprendiera de ella.
Pero dos años después una amiga iraní que le había facilitado la primera edición en farsi y que sufría un cáncer terminal le conminó a “volver a empezar”.
Así se lo prometió Arbonés, que en esta segunda etapa optó por un reto más difícil: buscar sólo las primeras ediciones hasta 1989, el año de la caída del Muro, mientras antes le valía cualquiera.
No ha logrado aún tener todas las primeras ediciones de “El Principito” en todas las lenguas y dialectos -en la actualidad pueden superar el medio millar-, pero sí las tiene documentadas y se propone ahora la búsqueda de tres ejemplares que ni él ni ningún coleccionista han conseguido.
Pertenecen a lenguas de tres países asiáticos que se publicaron en difíciles circunstancias entre los años 60 y 70 del siglo pasado, de los que prefiere no dar detalles porque su identificación le ha supuesto mucho tiempo y no desea facilitar la labor a posibles competidores.