Rockear como monstruos

Con la fuerza de un huracán y el encanto de toda una época, la emblemática banda estadounidense Kiss arrasó tras su paso por Paraguay.

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Más de 20.000 almas reunidas en el hipódromo del Jockey Club Paraguayo fueron testigos el lunes de una satánica noche de rock en que la mundialmente consagrada banda estadounidense Kiss brindó un ritual del que difícilmente se pueda escapar.

Allí estaban Paul Stanley (voz y guitarra), Gene Simmons (voz y bajo), Tommy Thayer (guitarra) y Eric Singer (batería) para rendir culto a una época dorada del rock.

Con casi 40 años de trayectoria, 20 discos editados y más de cien millones de álbumes vendidos alrededor del mundo, Kiss debutaba en Paraguay con un público plagado de expectativas, que –a lo largo del show– no fueron defraudadas.

Antes –cerca de las 21:00–, la banda paraguaya PornoStars, conformada por David Quintero (voz), Sebastián Centurión (guitarra), Santiago Gómez (bajo) y Édgar Chamorro (batería), pisaba el escenario del Jockey, con una clara fuerza en el repertorio que defendieron durante treinta minutos.

Faltaba poco para las 22:00, y ya estaban allí. Una voz bastó para saber que el momento llegaba, bajo la promesa de que Paraguay tendría una “verdadera noche de rock”.

Desde el álbum “Destroyer”, “Detroit Rock City” abría la noche en la que aquellos héroes con maquillajes faciales y extravagantes trajes se devoraban el escenario del Jockey.

Entre el fuego y los gestos de Gene Simmons –cuya lengua cobra casi personalidad propia–, el sendero estaba marcado para una célebre noche de rock.

Con Paul Stanley desplazándose por el escenario e incluso tirándose al suelo –mientras los efectos especiales hacían lo suyo– ,“Shout It Out Loud” resonaba con fuerza en la tercera jornada del Asunción Rock Festival.

“¡Kiss, Kiss, Kiss!”, respondían los fanáticos, mientras el vocalista tomaba confianza con su público, hablando en español. “Asunción: no hablo en español muy bien, pero comprendo tus sentimientos ¡y mi corazón es tuyo!”, dijo.

“Asunción: ¡quiero escucharlos!”, advirtió después, mientras el público se veía a sí mismo, a través de la pantalla principal del escenario.

Esta vez, Simmons ponía la voz, mientras Stanley se tiraba de nuevo al piso, moviendo las piernas y poniéndolas en alto. “Calling Dr. Love” tendría, así, su momento en la noche de Kiss.

Con derroche de energía en el escenario, los legendarios músicos se presentaban por primera vez en el país. “Asunción: ¿cómo se sienten esta noche? ¡Esta es la noche del Rock N’ Roll!”, volvía a desafiar Stanley, mientras respondía al grito de alguna fan: “¡También te quiero, 'guapacita'!”.

El vocalista sumó su cuota de show con pequeñas versiones A Capella de “Cielito lindo”, “Guantanamera” y “Yo soy un hombre sincero”.

Desde su más reciente álbum, “Monster” (2012), era el momento de “Hell or Hallelujah”, en medio de una estética en rojo y verde, y –claro– la lengua de Simmons siempre visible. Sin dudas, un espectáculo en el que nada estaba puesto al azar.

Entre aplausos y gritos, el músico confesó –de alguna forma– que los paraguayos ya se estaban ganando el cariño de la banda. “Nosotros estuvimos (antes) en Buenos Aires, en Santiago… ¡pero esta noche ustedes son número uno!”, afirmó.

“Esperamos mucho tiempo venir; es un honor para nosotros estar con ustedes”, dijo después, generando una notable conexión con un espacio físico que dista del imponente estadio de River Plate, pero que colabora en la cercanía y complicidad entre las masas y esos monstruos del rock.

El músico dejó notar una espada que hizo visible el fuego entre sus manos, y clavándola en el medio del escenario.

“¡Kiss, Kiss, Kiss!”, coreaban de nuevo los fans, mientras la banda estaba lista para ofrecer una versión de la rítmica “I Love It Loud”.

Con el planeta a la vista en la pantalla principal, Tommy Thayer hizo gala de sus virtudes con otra canción del nuevo álbum, “Outta This World”, remitiendo a la fuerza del rock de los ’70, entre guitarras distorsionadas y mucha actitud.

Thayer seguía como protagonista del show, con un solo de guitarra. El músico ofreció también un atractivo musical, con una explosiva imagen que derivó en disparos de pirotecnia desde su guitarra, entre solos de batería.

“¡Asunción! ¡Canta, Asunción!”, solicitó. Y así fue.

Entonces aparecían Simmons y Stanley, apoderándose el primero del escenario.

El “demonio” de Simmons, duro como él solo, entró en su personaje y hechizó en un acto al ritmo de su bajo. Con sangre cayendo de la boca, el músico sedujo con su demoníaca arma escénica.

Con más y mucho fuego y distintos demonios en pantalla, Simmons entregaba una poderosa versión de “God of Thunder”.

La fuerza no se detenía, y seguía con “Psycho Circus”, con una estética plateada con el logo de Kiss en pantalla. Stanley agarraba un corpiño y se limitaba a sonreír.

“¡Todas las manos arriba!”, pidió Simmons, y no se trataba de un asalto. El personaje pidió que lo acompañen con palmas y cantos, con “War Machine”. Mientras, Stanley se tiraba nuevamente al piso y Thayer nuevamente se tiraba al piso. Todo estaba permitido para los excesos del Rock N’ Roll.

“Asunción, mi turno”, dijo Stanley, y empezó con “Love Gun”, primero a capella. Por segundos se detuvo a mirar la magia que producía en su público; aunque breve, uno de los momentos de mayor conexión de la noche. Era solo él, con su público local. Entonces tomó una bandera paraguaya, que la puso en sus espaldas.

Sus compañeros volvieron al escenario y se sumaron para una encendida “Black Diamond”. Y el descontrol seguía: más pirotecnia, luces de colores y la bandera de Paraguay, todavía en un rincón del escenario.

El sonido demoníaco seguía dominando la noche, mientras ellos jugaban como eternos adolescentes.

Stanley y sus compañeros parecían despedirse del show, retirándose del escenario mientras el fuego volvía a ocupar parte importante del atractivo.

Con bandera paraguaya en manos, los rockstars salían de nuevo al escenario del Jockey. “Queremos ‘to take’ una foto ‘with you’”, dijo Stanley en comprensible spanglish.

De pronto, un preservativo llegó hasta las manos del vocalista, gesto que el músico observó con gracia. Por supuesto, también le tiran un corpiño negro. “¡Gracias, guapa!”, respondió él.

“¿Están pasando un buen momento? (…) ¡Queremos que canten con nosotros!”, pidió Stanley. Fue allí cuando la fuerza del más puro Rock N’ Roll siguió con “Lick It Up”.

Entre más aplausos y gritos, los poderosos músicos se plantaban en el escenario con una aclamada y luminosa versión de “I Was Made for Lovin' You”, hit multigeneracional de la mítica banda.

Con confetis y mucha –pero mucha– pirotecnia, aquí y allá, los monstruosos Kiss se despedían de Asunción con otro éxito mundial: la frenética “Rock and Roll All Nite”.

“¡Muy bueno!”, agregaba Stanley, mientras rompía su guitarra, entre efectos especiales y explosiones.

Reyes de su propio imperio, si bien los icónicos Kiss no volaron sobre el escenario del Jockey como estaba previsto inicialmente, claramente hicieron volar cabezas y dejaron escrito uno de los mejores capítulos en la historia de shows en Paraguay.

Con un pacto realizado con el rock mismo, la banda de Stanley, Simmons, Singer y Thayer es, sin dudas, imprescindible para ver en vivo. Una muestra de que el rock no solo es canción, ni actitud, ni efectos especiales. Es todo eso, e incluso más. Es Kiss.

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