Ni siquiera la crisis ha podido con este “gentleman” del espionaje, aunque por los pelos, pues los problemas económicos de los estudios MGM casi consiguen lo que no lograron ni Goldfinger ni el Doctor No, ni Hugo Drax: mandar de vacaciones forzosas a 007 durante casi tres años.
Pero los admiradores de Bond pueden respirar tranquilos. A finales de octubre próximo se estrena “Skyfall”, la película número 23 de una de las sagas más rentables de la historia del cine.
“Skyfall” es uno de los hitos de la celebración de este medio siglo de Bond en el celuloide, con Daniel Craig enfundándose por tercera vez -antes fueron “Casino Royale” y “Quantum of Solace”- el esmoquin de 007 bajo las órdenes de Sam Mendes y con nada menos que Javier Bardem en el papel de malo.
Craig es el sexto actor que interpreta al más célebre de los espías británicos al servicio de Su Majestad, un personaje tan icónico para los británicos que incluso tuvo un papel protagonista en la ceremonia inaugural de los pasados Juegos Olímpicos de Londres.
Hace ahora cinco décadas, un jovencísimo Sean Connery tuvo el honor de ser en “Dr. No” el primero en poner voz y cara al personaje creado en 1952 por el periodista Ian Fleming, quien rentabilizó sobre el papel su experiencia como miembro de los servicios de inteligencia durante la II Guerra Mundial.
A lo largo de este tiempo, han servido a la Reina con licencia para matar seis actores: Connery (6 títulos), George Lazenby (uno), Roger Moore (7), Timothy Dalton (2), Pierce Brosnan (4) y Craig (3).
Lejos de antihéroes como el agente de La Continental de Dashiell Hammet, siempre inmersos en la sordidez de los más bajos fondos, James Bond, visitante asiduo de casinos, estaciones de esquí y villas de ensueño, conductor de Aston Martin y usuario de impensables artilugios se convirtió en el hombre al que todos envidiaban y con el que soñaba cualquier mujer.
Envuelto en un aura glamorosa, impecable en las formas y en el vestir, Bond se ha rodeado con mejor o peor suerte -porque las hubo traidoras- de las más bellas acompañantes, conocidas con el tiempo como “chicas Bond”.
Dada la longevidad de la franquicia y con permiso de la siempre fiel, sufrida y platónica Miss Monneypenny y de la férrea “M”, la nómina de chicas Bond es mareante, desde la primera de ellas, Ursula Andress, pasando por Diana Rigg, Jane Seymour, Britt Ekland, Barbara Bach, Carole Bouquet, Kim Bassinger, Sophie Marceau, Halle Berry o Eva Green.
Sin embargo, el espía que nunca muere (ni envejece) y que ha sobrevivido a la Guerra Fría, Irak y hasta a la revolución sexual es, en esencia, un hombre solo, tal y como lo define el periodista y especialista en espionaje Ben Macintyre en “For your eyes only: Ian Fleming + James Bond” (Bloombsbury, 2009).
“No importa quién sea Bond, ni a qué generación representa. Cada Bond vive fuera de las reglas de la sociedad, a la vez que la salva. Tiene complementos característicos -coches, ropa, relojes...- pero apenas rasgos propios. Ni ideología política, ni amigos, ni familia ni pasado ni futuro. Es lo que muchos británicos querrían ser, pero pocos son: un lobo solitario”, sostiene.
Ahora, el mundo del cine y el entretenimiento celebran con libros, exposiciones y ediciones especiales en varios formatos los 50 años que este lobo solitario lleva haciendo disfrutar a los espectadores, aunque el mérito haya sido pocas veces reconocido por la Academia de Hollywood, que sólo en dos ocasiones ha otorgado algún Óscar a una película de 007.
“Goldfinger” (1965) se llevó las estatuillas a los mejores efectos y mejor sonido, y “Thunderball” (1966) se hizo con otras dos también de carácter técnico. Otros siete títulos de la franquicia sumaron 13 nominaciones más entre 1972 y 1982. Quizá la esperada “Skyfall” tenga mejor suerte.