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Steve Irwin ofrecía sus servicios de cazador de cocodrilos a los habitantes de las zonas residenciales, donde suelen refugiarse estos reptiles. Estaba casado y tenía dos hijos, de tres y ocho años.
Desató un escándalo en 2004 ante las cámaras de televisión cuando alimentó con pollos muertos un cocodrilo de cuatro metros, con su hijo recién nacido en brazos. El aventurero justificó su osadía destacando la necesidad de educar al público sobre los peligros de la naturaleza.
Irwin tuvo su primer encuentro importante con un cocodrilo a los 6 años, época en la que además, para su cumpleaños, sus padres le regalaron una serpiente pitón de más de tres metros de largo, a la que bautizó Fred. Antes de que Steve cumpliera diez años su padre ya le había enseñado a saltar sobre cocodrilos y a capturar serpientes letales sin causarles daño y evitando ser mordido.
Protagonizó una larga serie de documentales televisivos que ya cautivaron a más de 200 millones de espectadores en 120 países. Incluso llegó a protagonizar un largometraje, dirigido por John Stainton.