Maestra, psicóloga y madre joven de tres hijos, Susana era una gran admiradora del trabajo de Quino y de las desventuras de Mafalda, pero nunca pensó que terminaría como actriz de doblaje convertida en la voz de su heroína.
Empezó en el doblaje por su afición a interpretar voces en los cuentos que les leía a sus hijos hasta que se hizo profesional y fue convocada a una prueba para doblar al personaje en la película Mafalda y sus amigos, que se estrenó en Argentina en 1981.
“Me pidieron hacer hasta siete voces distintas, más dulce, más mayor...”, recuerda en su domicilio de Buenos Aires, donde, después de 33 años, hoy ha vuelto a ponerle voz a la niña que odiaba la sopa para sumarse a la celebración por la concesión del Premio Príncipe de Asturias a Quino.
“Creo que soy la última voz de Mafalda”, dice, porque, antes de la película, las tiras cómicas de Mafalda eran leídas por locutores, pero “tenían tendencia a gritar para nombrar los productos y no eran del agrado de Quino” y por eso se buscó a profesionales del doblaje.
Tras la grabación de la película, le hicieron saber que a Quino le había gustado el resultado, pero no tuvo oportunidad de conocerle hasta muchos años después, en España, donde Susana vivió entre 1989 y 2012.
“El día que al fin le conocí, lo miraba y lloraba de emoción. Es un filósofo, es fantástico, con una humildad increíble”, continúa Klein, que celebra este premio que convierte a Quino en el primer dibujante que recibe el Príncipe de Asturias. Un galardón “muy merecido” para el creador de una niña “muy argentina”, agrega Susana, “que vivía en una situación terrible y que con preguntas inocentes pone el dedo en la llaga a los adultos”.
Un personaje “con una idiosincrasia muy argentina” que la atrajo de inmediato, porque “siempre fue una niña preguntona y muy hinchapelotas y sigue siéndolo, aunque ya no sea tan niña: tiene mucho que ver conmigo”, asegura.
Mafalda ha sido, sin duda, el personaje que más la influyó durante sus 17 años de carrera como actriz de doblaje, en los que interpretó a otros viejos conocidos del público infantil en Argentina, como el dragoncito Chipy o Ico, el caballito valiente.
Treinta años después de darle voz a Mafalda, Susana Klein, que sufre una patología que ha dañado su retina y tiene problemas auditivos, celebra que aún es capaz de interpretar a esta niña de mirada ácida, mientras se vuelca en un proyecto que la mantiene ilusionada: un guión de cine.
La acción se desarrolla en Barcelona (España) con el trasfondo de la guerra de Iraq y toca muchos temas, desde la amistad al amor, pasando por la guerra, relata Klein, que en su cabeza tiene ya hasta los nombres de los actores con quienes le gustaría contar. “Es difícil, pero no me doy por vencida. También los médicos me dicen que el problema de la vista no tiene solución, pero no me doy por vencida”, concluye.