Teatro nacional: Efecto Splendid

Ingresamos a la sala con algunos minutos de retraso, una atmósfera pesada desde el sonido y los cuatro actores observando al público.

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La perfecta fusión de elementos cinematográficos de los 60, juegos de luces perceptibles hasta por los ciegos, cambios dinámicos entre escena y escena y el paisaje sonoro recreado con tal suspenso, dieron el pie inicial a una obra histórica y, aún así, contemporánea.

Cine Splendid narra un hecho ocurrido en pleno auge de la dictadura de Alfredo Stroessner, visualizando con sus recursos de película al estilo Hitchcock o Kubrick la interrelación de algunas personas inmersas en la trama.

La residencia investigativa que desarrolló la brasileña Sara Piñeiro, sobre el crimen de 1961, logró también un libreto lleno de contrapuntos atemporales, soliloquios de un tenor shakespiriano –pero muy modernos– y la anulación durante casi toda la obra de la cuarta pared, reforzando la intención Brecht, que particularmente Diego Mongelós ejecutó magistralmente.

Cambiando el tono en la voz varias veces, su dinámica se siente incluso en los ademanes de un anciano, un padre resguardando a su familia y los giros que convierten a todos en locutores comerciales.

Sin dudas, el más afianzado del elenco.

Diro Romero, a pesar de una notable afonía, asumió ese estado y en el monólogo final resaltó una secuencia previa de imágenes proyectadas como documental de terror, mientras describía hasta el olor de la sangre durante su tortura.

Guadalupe Lobo y Natalia Santos conquistaron más credibilidad mientras desarrollaban sus momentos íntimos, es decir, sin dirigirse al público. En este sentido, interactuar –aunque sea sutilmente con la audiencia– implica mayor organicidad. De seguro un punto que reforzarán, dado el caudal de sus talentos.

El sonido se desplaza como un protagonista más y cada sentencia, cada efecto, polca o glisando medieval –muy propio de las películas del género B– respondían a las discusiones y requerimientos concebidos por Piñeiro.

La dirección del paraguayo Pablo Lamar y el brasileño Ricardo Alves Jr llegó también como una suerte de tributo al estilo y desarrolló –por sobre todo en el trabajo actoral– un arriesgado y equilibrado planteamiento del oficio, potenciando al máximo la capacidad evocativa y de cambio que debe tener un artista.

Por sobre todo, Cine Splendid es una radiografía actual del horror de cualquier clase de tiranía.

Denuncia las bajezas, la falta de libertad, los cambios microsociales que ejerce la anulación de la voluntad, y por más que se aborde de modo referencial, adrede ubica al espectador en el tiempo más atroz de un miedo disfrazado de seguridad, paz y progreso.

Una obra con efecto propio, que debería llegar a la mayor cantidad de salas en este país y exponer, mediante el ejercicio de las memorias y el entretenimiento –ya que finalmente estamos hablando de una ficción–, las prácticas que hoy pueden no ser tan impunes pero de igual manera se reivindican desde quienes intentan olvidarlas.

 

Fotos: gentileza

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