La fiesta es también la exaltación cultural de un grupo tradicionalmente discriminado en Paraguay y que está formado por unas 5.000 personas, según el censo del Gobierno de 2012.
“San Baltazar no está reconocido por la Iglesia católica como santo, pero los afrodescendientes lo escogieron como patrón por el color de su piel y porque es egipcio, y también viene de África”, explicó a EFE Benito Medina, director de la compañía de danza y percusión africana de Kamba Cuá.
El grupo de baile lleva 24 años celebrando la fiesta en honor al santo con un desfile y una fiesta que tendrá lugar el próximo sábado en Kambá Cuá, un barrio del municipio de Fernando de la Mora que en guaraní significa “cueva de negros”.
En la fiesta, que mezcla la religiosidad católica con las tradiciones africanas, confluyen hasta seis ritmos diferentes y bailes como el “kuarahy”, con los participantes alzando sus brazos al cielo como lo hacían sus antepasados africanos cuando elevaban sus peticiones al cielo.
La gente de Kamba Cuá se considera descendiente de los cerca de 400 lanceros negros, todos ellos hombres libres, que acompañaron junto a sus familias al prócer uruguayo José Gervasio Artigas en su exilio hacia Paraguay en 1820. Cuando llegaron al país, ya había en el territorio una importante población afrodescendiente, especialmente compuesta por esclavos traídos por las órdenes religiosas, indicó a Efe el argentino Ignacio Telesca, miembro de la Academia Paraguaya de la Historia.
“En el último censo colonial de 1799, el 50% de la población de Asunción y sus alrededores era afrodescendiente. Hacia 1870, los afroparaguayos representaban el 10% de la población total del país”, reveló.
El historiador indicó que, con la independencia de las colonias americanas, muchos afrodescendientes “se hicieron pasar por mestizos o por blancos para evitar la discriminación”, con lo que perdieron una parte de sus rasgos culturales.
En cuanto al número actual de paraguayos de origen africano, Benito Medina discrepó del censo del Gobierno, aunque reconoció que la cifra que ellos manejan es aproximada. “En el censo que hizo la Asociación Kamba Cuá contabilizamos 7.600 personas afrodescendientes en todo el país. Sin embargo, el censo oficial de 2012 habla de sólo 5.000 personas”, señaló.
Según ese informe, la población afrodescendiente de Paraguay se concentraría mayormente en torno a la comunidad de Emboscada, a 40 kilómetros al norte de Asunción, con unos 6.000 miembros. Le seguirían la de Kamba Kokué, cerca de la ciudad de Paraguarí, 160 kilómetros al sur de la capital, y Kamba Cuá, con 350 y 700 afrodescendientes, respectivamente.
Más allá de esa diferencia de números, Medina denunció que la discriminación sigue marcando las vidas de esta población.
“Hay todavía una discriminación muy fuerte en el acceso a la educación. En Kamba Kokué tenemos una escuelita comunitaria que apenas sí alcanza el sexto grado”, explicó. La vivienda es el otro gran caballo de batalla de esta comunidad, que vive “en condiciones de hacinamiento” desde que en 1941, bajo el gobierno del presidente Higinio Morínigo, los habitantes fueran “sacados de su territorio”, en el que desarrollaban “modos de vida propios de África”, según Medina.
Después, la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) les arrebató el 80 % de la tierra que les quedaba, unas diez hectáreas, y en la actualidad viven casi 700 personas en una hectárea y media de terreno recuperado, dijo.
Kamba Cuá espera ahora que se construyan unas 30 viviendas al año para sus residentes, como forma de evitar la migración de muchas familias hacia otras zonas del Gran Asunción.
“Queremos seguir viviendo en comunidad, porque es la única forma de mantener vivas nuestras tradiciones”, sentenció Medina.