“Mujeres radicales”, arte latinoamericano contra la represión de lo femenino

SAN PABLO. La muestra “Mujeres radicales” recupera en Brasil los trabajos de 120 artistas de 15 países latinoamericanos que se levantaron contra el poder patriarcal y la represión del cuerpo femenino en una época marcada por las dictaduras militares.

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La Pinacoteca de Sao Paulo acoge hasta el próximo 19 de noviembre este conjunto de obras rescatadas del período comprendido entre 1960 y 1985, en el que la mujer reivindicó, también a través del arte, otro papel dentro de una sociedad altamente militarizada y religiosa.

“Es la respuesta poética de esas artistas a esa condición de dictadura, de violencia, de tortura y la contribución de esas mujeres a los lenguajes del arte contemporáneo que estaban surgiendo en ese momento”, afirma a Efe Valéria Piccoli, comisaria jefa de la Pinacoteca.

Ese concepto lo ejemplificó bien la chilena Gloria Camiruaga (1941-2006) a través de una pieza audiovisual en la que aparecen dos niñas degustando un helado, en cuyo interior hay unos “soldaditos” verdes de plástico, mientras un coro canta de fondo un avemaría.

“Hace esa relación bastante explícita de lo que ocurrió en América Latina entre militarización y catolicismo como cercenadores de las libertades de esos países”, explica Piccoli.

Otro impactante vídeo es “¡Me gritaron negra!” de la poeta peruana Victoria Santa Cruz (1922-2014), en el cual una mujer negra cuenta la discriminación que sufre con motivo del color de su piel, que convierte después en una fuente de orgullo. “Y odié mis cabellos y mis labios gruesos y miré apenada mi carne tostada. Y retrocedí y retrocedí...”, cuenta la protagonista al recitar los versos del poema homónimo, mientras otros figurantes le gritan “negra” constantemente.

Pero pasados unos segundos cambia y dice: “De hoy en adelante no quiero alisar mi cabello y voy a reírme de aquellos que, por evitarnos, según ellos, algún sinsabor, llaman a los negros gente de color”.

La exposición, que ya ha viajado por Los Ángeles y Nueva York, es fruto de una investigación iniciada hace casi una década por la venezolana-británica Cecilia Fajardo-Hill y la ítalo-argentina Andrea Giunta, quienes decidieron indagar en los movimientos latinoamericanos de emancipación femenina de la época.

En esos 25 años, las artistas estudiadas parten de una noción del cuerpo como instrumento político para desafiar los estereotipos dominantes y los cánones de arte establecidos.

No obstante, muchas de las artistas nunca se posicionaron abiertamente como feministas, pues, en medio de ese sentimiento antiimperialista de la izquierda, el feminismo era frecuentemente visto como una ideología extranjera y burguesa en América Latina.

De hecho, México fue el único país en desarrollar un movimiento artístico feminista organizado en la época. En este sentido, la muestra trae una selección de obras firmada por la mexicana Ana Victoria Jiménez (1941) , creadora del mayor archivo feminista de ese país y quien reinterpreta de una manera irónica los manuales que se divulgaban para “ser una buena ama de casa”.

Sin embargo, “Mujeres radicales” no se queda en el activismo político y feminista, hay también “ese ellas mirando para su propio cuerpo y pensando cómo es difícil adecuarse a los estereotipos de belleza que la sociedad espera”, apunta Piccoli.

“Aquí hay 120 maneras de ser radical”, añade. Otra mexicana, Lourdes Grobet (1940) rompe con esos clichés en su serie fotográfica “La doble lucha” con instantáneas como “La Venus , en la que aparece una mujer con una máscara típica de lucha libre, mientras se maquilla.

Por su parte, la colombiana Clemencia Lucena (1945-1983) deconstruye las figuras de novia, mujer de familia noble y reina de belleza a través de unos dibujos estratégicamente groseros para enterrar ese mito de feminidad como sinónimo de pureza, belleza y distinción.

“Es un momento importante para mostrar a las nuevas generaciones que el espacio que tienen fue conquistado por las generaciones precedentes y que ese espacio no nos fue dado, por lo contrario (...) es necesario batallar cada día para que esos límites puedan expandirse porque aún hay mucho que conquistar”, concluye Piccoli.

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