Julio Cortázar escritor, Julio Cortázar lector

MADRID. Un escritor es, ante todo, un lector y Julio Cortázar lo era de una forma “ávida”, una faceta del escritor en la que se centra una exposición homenaje organizada con motivo del centenario de su nacimiento y que ha reunido objetos personales.

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Desde el Cortázar niño en Suiza, donde vivió con su familia en la Primera Guerra Mundial, hasta el Cortázar enfermo de sus últimos meses en París, donde falleció en 1984, la exposición “Cortázar. Lector del mundo” ofrece diversas miradas sobre la vida y la prolífica carrera del escritor en Argentina y Francia, donde residió más de treinta años.

Alejandro Dumas y Julio Verne fueron algunos de los autores presentes en la infancia de Cortázar, y por ello sus obras tienen un hueco en la exposición que se inaugura mañana en la Casa del Lector y cuyos comisarios, Claudio Pérez y Raúl Manrique, han montado con fondos del Museo del Escritor de Madrid.

Melómano, comprometido políticamente, artista plástico y lector crítico, Julio Cortázar no publicó demasiado joven y, como otros muchos escritores, recurrió a la traducción para ganarse la vida pero también le sirvió para conocer mejor a algunos de sus escritores preferidos.

Su primer cuento, La casa tomada, aparece en 1946 en la revista literaria Anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges, que puede contemplarse en esta exposición, a la que acompaña una selección de ediciones de las obras de este pionero del gran “boom” de la literatura iberoamericana.

Julio Cortázar fue un melómano toda su vida y, aunque desde 1928 estuvo acompañado por el jazz, indudablemente el tipo de música que más le gustó, no abandonó el tango o la música clásica, han explicado los comisarios de la exposición, que dedica un apartado a la lectura de la música a lo largo de la vida del escritor, en el que incluyen algunos artículos y una cinta grabada por él mismo.

Muchos de sus relatos y novelas contienen música y músicos, como en Rayuela, donde se escucha y se discute sobre ella. También el personaje principal de su cuento El perseguidor está inspirado en el músico de jazz Charlie Parker.

La lectura plástica y artística es otra de las facetas de este autor, que compara en ocasiones a sus personajes con obras de arte: “Sí, vos sos más bien un Mondrian, y yo un Viera da Silva” asegura uno de ellos en Rayuela.

Prueba de ello es la carpeta Les cahiers de l'espace, que puede contemplarse en la exposición, en la que junto a textos de Cortázar aparecen grabados de Tápies, Antonio Saura y Roberto Matta.

“La vuelta al día en ochenta mundos” o “Último round” son algunos de los ejemplos de este escritor multidisciplinar, que también escribió textos para catálogos de exposiciones de pintura, escultura o fotografía.

Pero también Cortázar fue un lector de la realidad a través de su compromiso político, especialmente con la realidad latinoamericana.

Aunque fue un compromiso tardío, pues en su juventud no mostró especial interés por cuestiones políticas, recuerdan los comisarios, se desarrolló de forma muy rápida e intensa: colaboraciones en periódicos, donación de derechos de autor, presencia en actos... Su lucha contra las dictaduras latinoamericanas ocupó gran parte de sus últimos años.

También existió un Julio Cortázar lector crítico, como lo demuestra su labor en diversas revistas.
La exposición se acerca a su labor de crítico literario y a su atino a la hora de valorar obras y autores. Fue el primero en escribir bien sobre la novela Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal. El mismo acierto tuvo con Paradiso, de José Lezama Lima.

Un buen número de retratos que le hicieron varios fotógrafos, como los de la argentina Sara Facio, ilustran esta exposición sobre Julio Cortázar, que cuenta además con algunos de sus objetos “imprescindibles”: sus gafas y una pipa “muy quemada” de las muchas que le acompañaron a lo largo de su vida de gran fumador. 

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