Dos energías activan la poesía del también Premio Nacional de Poesía de su país en 1997: una lírica centrada en las cosas simples, cotidianas, el amor a la gente y a la naturaleza; y otra comprometida ante la injusticia, por momentos indignada, siempre receptiva al dolor ajeno.
Nació el 3 de mayo de 1930 en el barrio bonaerense de Villa Crespo y su primera obra publicada, “Violín y otras cuestiones” (1956), recibió muy pronto el elogio de la crítica. El siguiente libro fue “El juego en que andamos” (1959).
A estos dos poemarios siguieron otros como “Velorio del solo” (1961), “Los poemas de Sidney West” (1969) , “Fábulas” (1971), “Comentarios” (1978), “Citas” (1979), “Carta abierta” (1980), “Bajo la lluvia ajena” (1980), “Hacia el Sur” (1982), “ Composiciones” (1983), y “Eso” (1984).
En los años '60 formó parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y posteriormente de la organización guerrillera de los Montoneros.
Gelman, amenazado por la Triple A argentina, se vio obligado a exiliarse en 1975 y a cambiar su trabajo de periodista, su ciudad y sus amigos por nuevas ubicaciones: Italia, Francia y México.
Poco después de exiliarse, el 24 de agosto de 1976, su hijo Marcelo y su nuera, la española Claudia García, fueron secuestrados por militares argentinos cuando ella estaba embarazada de siete meses. Marcelo tenía 20 años y Claudia 19.
Su hijo Marcelo fue torturado y, 13 años después, sus restos hallados en un tambor de cemento y arena junto a los de siete compañeros.
Su nuera fue trasladada clandestinamente a Montevideo (Uruguay), donde desapareció en 1977 tras dar a luz una niña en el Hospital Militar. Según una investigación de la Comisión para la Paz, creada por el presidente uruguayo Jorge Batlle (2000-2005), Claudia fue asesinada después del parto.
La nieta de Juan Gelman, Macarena, fue criada por la familia de un policía uruguayo que le ocultó su verdadera identidad, pero en 2000 el considerado “poeta del dolor” dio con ella y desde entonces ambos lucharon por el esclarecimiento de la verdad.
Esta tragedia movió a Gelman a desarrollar desde el exilio una labor internacional de denuncia de las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura argentina.
Restaurada la democracia en Argentina, el juez Miguel Guillermo Pons, nombrado por el régimen militar (1976-1983) y ratificado por el Senado en 1984, dictó en 1985 una orden de captura contra Gelman relacionada con su participación en el Movimiento Peronista Montonero (MPM).
Pero ya en 1979 el escritor había roto públicamente con el Movimiento por discrepancias con su política militar y su actitud hacia el régimen del general Jorge Videla (1976-1981). Una nueva crítica suya, publicada por el diario francés “Le Monde”, desató su condena a muerte por el MPM.
Gelman se convirtió en 1986 en símbolo político cuando Mario Vargas Llosa y Graham Greene lanzaron un llamamiento internacional en protesta por el proceso judicial.
Asimismo, un grupo de personalidades de las letras hispanas denunció en una carta dirigida en 1987 al presidente Raúl Alfonsín (1983-1989) la persecución de que Gelman era objeto. Entre los firmantes figuraban María Zambrano, Rafael Alberti, Camilo José Cela y Augusto Roa Bastos.
El último día de 1987, Gelman fue eximido de cárcel, previo pago de 16.000 dólares de fianza, que revocó horas después la Cámara Federal.
Cuando el poeta regresó a su país para declarar ante la justicia habían transcurrido 12 años de exilio. Pero Gelman sepultó a su hijo y se fue a vivir a México.
En respuesta a la declaración de las autoridades argentinas de que el Estado pediría perdón a las víctimas en su figura y la de su nieta, el poeta señaló que “esa disculpa y la asunción de responsabilidad debería hacerse ante todas las víctimas de la dictadura”.
El también ganador del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo” en 2000 y del Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” en 2005, entre otros galardones, visitó España en diversas ocasiones y declaró ante la Audiencia Nacional en relación con los procesos contra los militares responsables de las desapariciones.
La última etapa de su poética refleja el dolor por sus amigos desaparecidos, la tierra lejana y el desarraigo del exilio: “Anunciaciones” (1988), “Carta a mi madre” (1989), “Salarios del impío” (1992), “La abierta oscuridad” (1993), “Incompletamente” (1997) y “Ni el flaco perdón de Dios” (1997).
En 1997 publicó la antología personal “Debí decir te amo” y “Prosa de prensa”, libros a los que siguieron “Tantear la noche” (2000), “Afganistán, Irak, el imperio empantanado” (2003), “País que fue, será” (2004), “Oficio ardiente” (2005), “Miradas” (2006), y “El emperrado corazón amora” (2011).
En 2007 recibió el Premio Cervantes, el más importante de las letras españolas, por “el compromiso con la realidad” que emana de su obra y por haber sabido integrar en su pensamiento poético “su terrible historia personal”.