Cien años de Vinicius de Moraes

RÍO DE JANEIRO. En aquel bar carioca que siempre frecuentó, y en un mundo tan eterno como sus canciones, Vinicius de Moraes celebraría este sábado sus 100 años, con un whisky en la mano, un cigarro en la otra, rodeado de amigos y lindas mujeres.

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La guitarra la dejaría en casa. Las visitas al bar Veloso, en Rio de Janeiro, luego llamado Garota de Ipanema en homenaje a su legendaria canción de bossa nova, pocas veces fueron para trabajar.

“Nunca traía la guitarra, venía a disfrutar”, recordó Manuel Alves Inacio, propietario del Garota de Ipanema desde hace 37 años y que muchas veces le sirvió su whisky. “Le encantaba”, dijo a la AFP.

La vida de Marcos Vinicius da Cruz e Melo Moraes, el ‘poetinha’ como le gustaba ser llamado, comenzó un 18 de octubre de 1913. Murió el 9 de julio de 1980 en su casa en el barrio de Gavea, cerca de Jardín Botánico, donde nació 66 años antes en el 114 de la calle Lopes Quintas.

Brasil rinde el sábado numerosos homenajes en honor a este poeta, diplomático y compositor de inmortales canciones, como “Garota de Ipanema”, “Chega de Saudade”, “Se todos fossem iguais a você”, “Eu sei que vou te amar”, una música esencialmente carioca pero que muchos en el mundo pueden al menos tararear.

Conciertos y documentales se presentan esta semana en Rio de Janeiro y serán vendidas ediciones especiales de su obra poética y musical.

El poeta Carlos Drummond de Andrade dijo que Vinicius, “el único poeta que vivió como poeta”, llevó su poesía “a las camadas populares”, algo “extraordinario”.

Igual, fue blanco de críticas literarias por su incursión en la música en la década de 1960, dejando atrás de algún modo su faceta de poeta.

“Soy un laberinto en busca de una puerta... de salida” , lanzó Vinicius en una entrevista a la TV Globo en 1977.

La faceta más conocida de Vinicius fue sobre el escenario, pero en su juventud fue un poeta que exaltó de forma apasionada los sentimientos y desnudó el lado más oscuro del hombre.

“Para eso fuimos hechos / Para recordar y ser recordados / para llorar y hacer llorar / para enterrar a nuestros muertos”, reza su “Poema de Navidad”.

“Vinicius nunca supo vivir sin poesía, en la rapidez de lo cotidiano casi nunca cabe la poesía, pero a él lo acompañaba siempre”, dijo a la AFP Toquinho, cantante y compositor con quien trabajó su última década de vida.

Su carrera diplomática comenzó en 1943. Trabajó en Los Ángeles, París, Roma y Montevideo y salió del servicio expulsado por el gobierno militar (1964-85).

En 1953 escribió la obra de teatro “Orfeu Negro”, premiada en Sao Paulo y representada en 1956 con escenarios del arquitecto Oscar Niemeyer. La pieza fue adaptada para el cine con el nombre “Orfeu de Carnaval” en 1959 por el francés Marcel Camus y ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Las mujeres -sólo las bellas, según aclaraba- fueron siempre su inspiración. “Que me disculpen las feas, pero la belleza es fundamental”, decía Vinicius, un promiscuo empedernido. “Yo amé feas lindas, feas interesantes. Estuve con mujeres que me gustaban estéticamente, pero no eran ningunas bellezas, simplemente tenían algo que me atraía”, reparaba luego.

En la canción “Minha Namorada” (Mi novia), por ejemplo, Vinicius pide con pasión a su “linda ’namorada’ un “juramento de solo tener un pensamiento / de ser solo mía hasta morir”.

Casado nueve veces -“todas fueron maravillosas compañeras”, aseguró-, Vinicius era un experto en conquistar mujeres, con o sin guitarra. El encanto de su pícara sonrisa, su cabello largo peinado hacia atrás y su barrigón, testigo de su buena vida, derretían a cualquiera.

“Le encantaban las muchachitas jóvenes, adoraba el amor”, recordó entre carcajadas Manuel Alves.
Vinicius llegaba al Garota de Ipanema acompañado de Antonio Carlos Jobim, su gran compañero y amigo, con quien compuso la famosa canción que le cambió el nombre al antiguo bar Veloso.

La canción no fue compuesta en el bar, como muchos creen. Jobim creó la música en su casa para un musical escrito por Vinicius titulado “Blimp” , sobre un extraterrestre enamorado de una morena, pero terminó sirviendo para este clásico que en principio se llamó “Menina que pasa”.

Vinicius de Moraes, “el blanco más negro de Brasil”, también compartió escenario, entre otros, con Baden Powell, Joao Gilberto, Chico Buarque, Carlos Lyra y Toquinho, que se ganó al poeta con “Tarde em Itapoã” y lo acompañó hasta morir “casi” en sus brazos.

“Al principio me sentí víctima de una blasfemia de la vida, pero acepté después como un privilegio haber sido el escogido para vivir las últimas horas del poeta”, expresó.

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