Calamaro convierte “la sangre en tinta” en su debut literario

Andrés Calamaro se pasa a la letra impresa y publica “Paracaídas & Vueltas”, una recopilación de más de 200 escritos personales donde se presta, dice, “a la alquimia de convertir la sangre en tinta”.

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“Es mi Guía Michelin del pensamiento roquero evolutivo”, responde el artista, vía correo electrónico -dicen que se siente incómodo en las entrevistas personales-, al ser preguntado sobre el porqué de escribir su historia, en papel y en primera persona.

Este debut literario (subtitulado Diarios íntimos y editado por Libros Cúpula) de una de las voces más personales del rock en español recoge textos variopintos, aforismos, versos, homenajes musicales, relatos de viaje, curiosidades, tauromaquias, fotografías inéditas y, en definitiva, mucho “Calamaro” en estado puro y duro.

“Algunos textos son de hace quince años, aunque el prólogo está escrito el último día del año pasado; llevo dos años dudando, me costó un poco convencerme que esto merecía publicarse”, confiesa Calamaro (Buenos Aires, 1961) sin olvidar que, frente a la improvisación inicial, hay un trabajo “muy interesante” de corrección y mejora.

Sin ser un relato para admiradores - “Es un libro para lectores, no para fanáticos”-, incluye pasajes sorprendentes y muy ilustrativos para comprender a este artista que ha editado más de 30 discos, tanto en solitario como con sus tres bandas, en sus 35 años de carrera musical.

Pese a esta vida artística, en los capítulos más autobiográficos - “En mi casa siempre había gente vinculada con la música”, escribe- no explica qué le empujó al mundo artístico.

“Tampoco lo tengo claro. Supongo que elegí dónde quería estar. En los escenarios. En mi adolescencia, la policía esperaba al público a la salida de los teatros. Entendí pues que el rock era sinónimo de libertad”, trata de explicar con esa habilidad que tiene para manejar el lenguaje a su antojo.

Tanto es así que El Salmón -otro sobrenombre del bonaerense- se atreve a inventar palabras - “managerato”, por ejemplo- para reivindicar “el argot, la jerga de los barrios, las cárceles, todo más confiable que el diccionario de la Real Academia”, advierte en la entrevista electrónica.

Según la contraportada (contratapa) de Paracaídas, el libro puede leerse al azar, “por cualquier página”, aunque el aficionado no debe perderse las piezas de homenaje a “Los que no están” -Cerati, Spinetta, Guille Martin o Morente, entre otros-, o el capítulo de Iconoclásicos, donde Calamaro coloca en un mismo altar a Dylan, los Stones y Maradona. “Será sólo rock & roll pero llena nuestra vida de sentido”, dice, y convence.

En el anecdotario del libro, que se distribuirá en mayo próximo en Argentina y posteriormente en el resto de Latinoamérica, se puede encontrar el consultorio del Doctor Rock o detalles recientes de la gira con Enrique Bunbury en México del año pasado.

Este viaje “heterodoxo” al planeta Calamaro no evita que en la entrevista (virtual), el artista aluda otras cuestiones. Ante preguntas sobre una Argentina en año electoral, el exlíder de los Rodríguez desconfía de la actualidad según se “la presentan” y pide reflexión “a la ciudadanía frente a la tormenta mediática que ofrece información masticada”.

Respecto a la nueva denuncia judicial a la que se enfrenta en su país por incitar al consumo de drogas, el asombro llega más lejos. “Sinceramente, pensaba que el asunto de la tenencia legal de sustancias prohibidas era un tema aceptado. Me sorprende lo poco que progresa el pensamiento colectivo. Una denuncia es política, mucha gente piensa con un atraso de cincuenta años. Son ciudadaños”, exclama, con “ñ”.

Al margen de la actualidad, el bonaerense parece admitir que estas memorias literarias no suponen el abandono de su fructífera carrera musical; al contrario, “una cabeza no sirve para dos sombreros”. “Que yo sepa soy una única persona”.

Como siempre, sus juegos de palabras, incluso en entrevistas cibernéticas, descolocan al entrevistador. Por eso, entendemos que el desnudo literario de Paracaídas no es del todo integral. El propio autor reconoce que los diarios íntimos “no son demasiado íntimos”. Lo dicho: en la escena o en papel, genio en estado puro.

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