Esta es la quinta ocasión en la que la Fundéu BBVA da a conocer su palabra del año, escogida entre aquellos términos que han estado presentes en la actualidad informativa durante los últimos meses y tienen, además, interés desde el punto de vista lingüístico.
Tras elegir “escrache” en 2013, “selfi” en 2014, “refugiado” en 2015 y “populismo” en 2016, el equipo de la Fundación ha optado en esta ocasión por “aporofobia”, un término relativamente novedoso que alude, sin embargo, a una realidad social arraigada y muy antigua.
La voz "aporofobia” ha sido acuñada por la filósofa española Adela Cortina en varios artículos de prensa en los que llama la atención sobre el hecho de que llamamos “xenofobia” o “racismo” al rechazo a inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres.
Este término se acaba de incorporar al “Diccionario de la lengua española” y el pasado mes de septiembre el Senado español aprobó una moción en la que pide la inclusión de la aporofobia como circunstancia agravante en el Código Penal. A estos hechos, se suma el interés lingüístico de un neologismo a cuya creación se le puede poner fecha y autor, y el social e informativo de un término capaz de designar una realidad palpable, pero a menudo invisible.
“No es una palabra creada este año, ni tan siquiera conocida por el gran público, pero es una voz, un neologismo, que recomendamos en Fundéu BBVA y que ahora la Academia ha decidido incorporar a su diccionario”, señala el director general de la Fundéu, Joaquín Muller. “'Aporofobia' pone nombre a una realidad, a un sentimiento que, a diferencia de otros, como la xenofobia o la homofobia, y aun estando muy presente en nuestra sociedad, nadie había bautizado”, añade.
“Conviene recordar -agrega Muller- la importancia de poner nombre a las cosas para hacerlas visibles. Si no lo tienen, esas realidades no existen o quedan difuminadas. No se pueden defender o denunciar. En esta ocasión, la filósofa Cortina ha hecho una gran aportación a la sociedad y al idioma, y Fundéu ha considerado que es merecedora de ser elegida palabra del año”.
“Lamentablemente, la aporofobia no ha dejado de estar presente en la actualidad informativa de 2017, con el drama de los migrantes en diversas partes del mundo, el empobrecimiento de extensas capas de la sociedad en muchos países... y con las actitudes de algunos líderes y ciudadanos ante estos fenómenos, en las que son claramente visibles el rechazo y la aversión a los pobres y a la pobreza”, añade.
Antes de dar a conocer la decisión, la Fundación publicó una lista de doce palabras finalistas en la que figuraban otros términos de nueva creación, como “turismofobia”, que alude al rechazo al turismo masificado; “uberización”, con la que se denomina un cierto tipo de actividad económica basada en plataformas colaborativas, o “machoexplicación”, la costumbre de algunos hombres de dirigirse a las mujeres de forma condescendiente.
Además, se incluían otras que traducen o adaptan voces extranjeras ("aprendibilidad" frente a "learnability", "noticias falsas" por "fake news" o la adaptación a la ortografía española "bitcóin") y algunas más que, no siendo nuevas, han asumido otros usos o sentidos; es el caso de “odiador” y “soñadores”, alternativas a “hater” y “dreamers”. Completaban la lista “ trans”, como acortamiento válido de “transexual” o “transgénero”; “destripe” , como alternativa a “spoiler”, y “superbacteria”.
Lo que no tiene nombre no existe. Por eso es necesario buscar palabras que nos ayuden a definir realidades sociales innegables y cotidianas como el miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.
Solo así, dando nombre a esa realidad, podremos hacerla presente en el debate social, conocer sus causas, enfrentarnos a ella, buscar soluciones... Eso es lo que pensó la filósofa española Adela Cortina cuando en 1995 preparaba una columna para “ABC Cultural” en la que denunciaba que, bajo muchas de las actitudes racistas y xenófobas que vemos cada día a nuestro alrededor, late una fobia distinta: la que nos producen los pobres, aquellos que en esta sociedad del intercambio, del dar y recibir, no parecen tener nada que ofrecernos.
Como ella misma explica en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre” (Paidós, 2017), “no repugnan los orientales capaces de comprar equipos de fútbol o de traer lo que en algún tiempo se llamaban 'petrodólares', ni los futbolistas de cualquier etnia o raza, que cobran cantidades millonarias pero son decisivos a la hora de ganar competiciones”.
“Por el contrario -explica Cortina-, lo cierto es que las puertas se cierran ante los refugiados políticos, ante los inmigrantes pobres, que no tienen que perder más que sus cadenas. (...) Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad”.
“El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza”, concluye. La existencia de esa “lacra sin nombre” llevó a la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia a rebuscar en sus diccionarios escolares de griego hasta encontrar el término “áporos” ('pobre', 'sin recursos') y construir, a partir de él, el neologismo “aporofobia”.
Volvió a emplearlo en otros artículos y conferencias, en libros de texto... y pronto la palabra fue ganando terreno entre las organizaciones sociales y los defensores de las personas sin recursos. Por fin había un término capaz de señalar una realidad lacerante, de hacerla visible.
La Fundación del Español Urgente le dedicó una de sus recomendaciones diarias sobre el buen uso del idioma, en la que explicaba su significado, su utilidad y su formación válida. Varias personas y colectivos pidieron, siguiendo una propuesta de la propia Cortina publicada en el año 2000 en el diario “El País”, la incorporación de esa voz al “Diccionario de la Lengua Española”, que se ha producido finalmente hace unas semanas.
El término llegó incluso a las instituciones: el Senado español aprobó el pasado mes de septiembre una moción en la que pide la inclusión de la aporofobia como circunstancia agravante en el Código Penal. Todo ello hizo que esa voz fuera desde el primer momento una de las candidatas del equipo de la Fundéu BBVA para ser palabra del año 2017.
Como en ocasiones anteriores, tratamos de poner en la balanza el interés lingüístico del término y su presencia y utilidad desde el punto de vista informativo.
En el primer aspecto, “aporofobia” es el sueño de todo estudioso del idioma: una voz con autor conocido y fecha de nacimiento, una “rara avis” en el análisis del origen de las palabras. En el ámbito informativo parecía en cambio evidente que otras de las candidatas han tenido mayor proyección y presencia en los medios ("bitcóin", "turismofobia", "superbacteria"...).
Sin embargo, no es tan seguro que la aporofobia como concepto, las actitudes personales, políticas y sociales de rechazo al pobre no estén marcando cada vez más el devenir del mundo. Poner esa realidad sobre la mesa, ayudar a que las palabras nos permitan entender y mejorar nuestro entorno es igualmente un buen objetivo para este galardón con el que cada doce meses pretendemos reflexionar sobre las palabras y el mundo que con ellas construimos.