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En idioma japonés, la palabra “otaku” designa la casa o la familia de otra persona, y también se utiliza como un pronombre de segunda persona del singular, aunque es un tratamiento honorífico y muy formal que en la década de 1980 ya había caído prácticamente en desuso.
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De acuerdo a una de las teorías sobre el origen del uso actual de la palabra “otaku”, a los chicos impopulares, solitarios, que pasaban la mayor parte del tiempo libre en sus casas, se les terminaba “contagiando” el empleo de esa palabra anticuada que utilizaban sus madres, y por eso se empezó a popularizar irónicamente para designarlos.
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Según otra teoría, fueron los fans de la serie Macross (1982-83), de Kawamori Shōji, los que comenzaron a utilizar como pronombre el término “otaku”, imitando a los personajes de ese animé de ciencia ficción, y por eso pasaron a ser conocidos como “otakus”.
Los otakus en la prensa
En todo caso, generalmente se acepta que el uso moderno del término “otaku” se comenzó a generalizar desde las páginas de la revista Manga Burikko, donde en 1983 apareció la columna Otaku no kenkyu (“Estudio sobre los otakus”), del periodista Akio Nakamori.
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Nakamori hizo una crónica del Comiket (Comic Market), convención de dojinshi (fanzines, mangas, novelas, revistas autopublicadas) que comenzó a celebrarse en 1975. Actualmente se realiza dos veces al año, una en verano y otra en invierno.
En el Comiket, al observar la forma de hablar de los fans de Macross, que utilizaban la palabra “otaku”, Nakamori bautizó, por extensión, a los aficionados al animé y al manga como “otakus”.
Otakus, los nerds japoneses
Akio Nakamori no fue amable con los otakus: los describió como “esos típicos personajes que todos hemos visto alguna vez en la escuela”, que son “demasiado flacos o demasiado gordos” y que “generalmente se quedan en una esquina, aislados”. En pocas palabras, el equivalente japonés del nerd estadounidense.
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Lo gracioso es que Nakamori, al publicar esa columna en la revista Manga Burikko, publicación dirigida precisamente a esos aficionados, les estaba hablando mal de sí mismos a sus lectores.
Por la misma época, en la revista japonesa de moda masculina Popeye, los otakus fueron descritos como “hombres poco atractivos, extremadamente tímidos”, que hablaban “de forma rara”, no tenían novia, coleccionaban “cosas inútiles”, se encontraban “al margen de la sociedad” y se tomaban “los videojuegos tan en serio como si fueran un trabajo”.
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Los otakus parecían, así, apartados del mundo laboral y de los negocios, ámbito propio del hombre japonés ideal, un adulto activo y productor, al contrario del otaku, descrito de esta manera como un personaje pasivo, un mero consumidor.
¿Podía empeorar la imagen del otaku? Podía, y lo hizo.
El Incidente Miyazaki
En 1989 tuvo lugar el infame “Incidente Miyazaki”, llamado así por Miyazaki Tsutomu, un asesino en serie que había nacido con las manos deformadas, razón por la cual sufrió bullying en la escuela.
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Entre agosto de 1988 y junio de 1989, Miyazaki secuestró, asesinó, mutiló y violó, en ese orden, a cuatro niñas. El 23 de julio de 1989 fue descubierto cuando intentaba abusar de otra niña en un parque. Fue detenido, condenado a muerte y ejecutado en 2008.
La prensa amarilla japonesa exprimió el morbo del Incidente Miyazaki, publicando fotografías y montajes con los detalles más escabrosos del caso.
Entre las fotos que más llamaron la atención estaban las de la habitación del criminal: Miyazaki coleccionaba vídeos, entre otras cosas, de animé erótico. La prensa no tardó en bautizarlo como “el asesino otaku”.
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A partir de ahí, a lo largo de los años 90 y a principios de los 2000, declararte otaku no era buena idea en Japón. La etiqueta había quedado bastante ensombrecida por el Incidente Miyazaki.
La secta Aum Shinrikyo
Pero eso no fue todo. Asahara Shoko, cabecilla de la siniestra secta Aum Shinrikyo, que en 1995 perpretó el atentado con gas sarín del metro de Tokio que causó la muerte de 13 personas, utilizó el manga y el animé para difundir sus “enseñanzas” y atraer seguidores.
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Además, las ideas de Asahara parecían haberse inspirado en parte en el universo de los animés. Por ejemplo, este “gurú” hablaba de un “limpiador cósmico” evidentemente copiado de Space Battleship Yamato (Uchū Senkan Yamato, 1974-75), de Matsumoto Reiji.
Asahara también hablaba de una ciudad sumergida, claramente tomada de la serie animé de ciencia ficción Conan, el niño del futuro (Mirai Shōnen Konan, 1978), de Hayao Miyazaki. Y, por supuesto, en sus “teorías” no faltaban descripciones de satélites y cañones espaciales que remiten sin confusión posible a Mobile Suit Gundam (Kidō Senshi Gandamu, 1979-80), de Tomino Yoshiyuki.
El fenómeno otaku hoy
¿Terminaron estos accidentados inicios con la cultura otaku? ¡En absoluto! Por el contrario, esta historia no ha hecho más que empezar. El término “otaku” en la actualidad ha perdido sus connotaciones más peyorativas y se aplica a todas las personas apasionadas por la cultura pop japonesa.
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El fandom del manga, el anime, los videojuegos y el cosplay ha crecido sin cesar a lo largo de todas estas décadas y hoy la cultura otaku ya no se limita a Japón, sino que se ha extendido por el mundo entero. ¡Feliz Día Mundial del Otaku!