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Desde 2014, La Chispa ha transformado su cuadra en un símbolo contracultural, ofreciendo un refugio inclusivo donde convergen música, poesía, talleres y muestras artísticas. Por ello, el festival del 10º aniversario contará con la participación de bandas de renombre en la escena alternativa paraguaya, incluyendo a Milk Shake, Purahéi Soul, Ripe Banana Skins, Vecindad Autopsia y Altamirano. La noche culminará con DJ sets a cargo de Dulce y Dandy b2b Rey Caniche y Dominika.
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Además de la música, habrá intervenciones artísticas de figuras como la drag queen Envidia Metenes, performances de Arandu Lab y Miss Velo, una grafiteada en vivo por el artista Lucas We y la tradicional feria cultural de La Chispa, donde la comunidad podrá disfrutar de artesanías, gastronomía y propuestas creativas en un ambiente de encuentro.
Todo este encuentro artístico y comunitario se ha impulsado siempre desde La Chispa. Sin embargo, su perfil de activismo y la ocupación del espacio público en favor de la comunidad han atraído dificultades.
Sus reivindicaciones por la reapropiación del espacio público desde la comunidad, su defensa del derecho al ocio, su posición a favor de la despenalización del cannabis, su mirada crítica hacia las fuerzas policiales, su apoyo a las causas LGBTIQ+ y las posturas que enfrentan las arbitrariedades burocráticas de la Municipalidad de Asunción, han hecho que La Chispa sea vista como una amenaza para ciertos intereses, generando conflictos con la municipalidad, las autoridades policiales y el Ministerio Público.
Este significativo aniversario y estar a las puertas de este gran evento, tiene a la organización con sentimientos encontrados. “Esto provoca una avalancha de información mental que hay que procesar a medida que une va haciendo la tarea también de producir. Porque nosotros estamos produciendo este evento y en términos de producción y técnicos es lo más grande que hicimos hasta ahora, pero es el camino que decidimos tomar”, es lo que aseguró Milena Coral, quien tomó la posta del espacio junto a Sebastián Coronel desde el año 2017, “heredándolo” de los militantes culturales Pachín Centurión y Malena Bareiro.
Resistencia y convicción
Es que La Chispa se encuentra atravesando el proceso de una imputación por polución sonora, que tiene al espacio cerrado desde hace seis meses, algo que para sus impulsores y la comunidad resulta sumamente injusto. Además, dentro de todo esto, Milena reveló que también ya están pasando por el inicio de un juicio por dicha causa.
“Realmente no esperábamos y ninguno de los abogados con los que nos asesoramos en algún momento esperaba esto. Nadie entiende por qué, en términos legales, porque es claramente una persecución; queda más que claro que la fiscalía tiene intenciones fijas de usarnos como un caso ejemplificador de: ‘esto no hay que hacer’”, aseguró.
A la hora de pensar en lo vidrioso de este proceso, Milena afirma que en este país uno se enfrenta “a una justicia que no es justa, donde no hay ningún tipo de garantías sobre lo que pueda suceder” y además, porque “la fiscalía utiliza una ordenanza que no está más vigente para juzgar que estamos generando polución sonora”.
Dicha ordenanza es del año 2004, si bien “la ley es nueva, de 2020, pero la Municipalidad no hizo la tarea de volver a reglamentar su ordenanza y es algo que tienen que hacer. Desde ese punto estamos tranquilos porque tenemos muchísimos testigos, porque la fiscalía que dice es que hay ‘demasiadas víctimas’ de la polución, y es ridículo, porque en realidad hay más víctimas de que La Chispa se haya cerrado”.
Ella explica, de manera muy fácil y lógica de entender, que “la polución sonora es un problema de salud para las personas, pero esta ley no es para las personas, es un ente recaudador de la fiscalía y de la policía; entonces es una ley trampa, con una ordenanza que no está reglamentada ni vigente”.
En ese sentido, ella detalla que la ordenanza señala que el máximo decibel tolerable es de 80 a partir de las 20:00. “Y 80 decibeles son 20 personas hablando al mismo tiempo. Es arbitrario y súper descontextualizado, porque si alguien pensara en una ciudad, donde estaba La Chispa es una zona comercial, no vive nadie”, dijo.
“La persona que se tomó el trabajo de denunciarnos es porque encontró esa herramienta para anularnos. Es una persona que no está de acuerdo con La Chispa por cuestiones filosóficas, ideológicas. En la esquina de su casa hay otro bar que sí es bar, que va hasta las 7 de la mañana y eso no le molesta. No te puede molestar un espacio cultural que funciona desde las 4 hasta las 12 de la noche. Claramente el ruido no es el problema, el ruido es la herramienta que encontraron para perseguirnos”, aclaró.
Cultura disidente que incomoda
“Lo que estamos viviendo con La Chispa es una persecución fuertísima a la cultura, al arte disidente, a lo que no es hegemónico. Nuestra respuesta a eso es festejar estos 10 años de gestión cultural independiente, autogestiva, de la forma más grande que podemos, por más que no sea en esa cuadra y por más que no nos permitan estar ahí hace 6 meses, nosotros vamos a donde la comunidad de La Chispa nos lleve”.
Fuerte y claro, Milena no duda en defender a la comunidad que año tras año supo construir un lugar seguro, ya que con la figura de este festival celebratorio, ellos se dieron cuenta que La Chispa ya no se trata solo de un espacio físico, sino de una colectividad que se mueve por la convicción de que la cultura es parte importante de la formación de una sociedad más sana y justa.
“Nos dimos cuenta que no es un espacio físico nomás. Es algo que está vivo y lo que está vivo de esa forma y lo que es una necesidad latente tan grande, no sé si la fiscalía ni la Municipalidad ni nadie va a poder apagar”, sentenció.
Milena reflexiona que para la comunidad entera que hace a La Chispa y también para el centro de Asunción, este espacio “era un pulmón muy importante, era un corazón, realmente”. “La Chispa era lo que hacía que el centro tenga un poquito más de vida, más allá de lo que ofrece la noche convencional, como los bares, boliches e incluso la Feria Palmear, que justo arranca cuando nos prohíben hacer actividades en La Chispa”, indicó.
Por eso este festival es tan importante para ellos, porque no es solo una celebración sino un reconcimiento a la resistencia alternativa durante diez años. “Sostener La Chispa para nosotros fue difícil desde el día uno. Desde que se ocupó la vereda, de alguna forma, ya cayó la policía. Nosotros sabíamos que iba a ser difícil pero no nos imaginamos en todo lo que nos iban a implicar y a meter este año”, lamentó Mile.
La cultura como bien inmaterial
No obstante, ella está tranquila y segura de todo el trabajo que vienen realizando y el gran impacto que ha significado y sigue significando La Chispa para mucha gente que entiende lo que un espacio cultural de esta magnitud representa para una sociedad que necesita esparcimiento y lugares para expresarse.
“Mucha gente que ve el arte y la cultura netamente como una transacción económica, no va a entender que hay otro tipo de construcción cultural posible, que es a lo que apuntamos. Es difícil explicar eso a la gente que tiene prejuicios hacia La Chispa. Nosotros nunca le obligamos a nadie a tocar, lo que se genera ahí es por las ganas que tiene la gente de estar. Eso no significa que no hayan gastos porque lo mínimo que se le tiene que cubrir a un artista son sus gastos básicos para que venga a tocar”, profundizó sobre el trabajo y el impacto de este espacio.
Al respecto, vio con muy buenos ojos cómo La Chispa, peldaño a peldaño “se convirtió en un santuario del underground, un lugar donde tenés que ir a tocar sí o sí. Salieron artistas de ahí y eso es una respuesta, algo que se dio comunitariamente. La gente ocupa los espacios que faltan y La Chispa es una muestra de eso. Es un mal ejemplo para la gente que quiere controlar los discursos, la libertad de pensamiento. Es eso lo que se quiere castigar”, puntualizó.
“En este país destruyen las propuestas comunitarias atacándote individualmente, rompiendo desde adentro los liderazgos, entonces terminás cediendo, diciendo: ‘no vale la pena’, pero para nosotros vale la alegría, por eso estamos todavía acá. No sabemos qué va a pasar, en qué se va a convertir La Chispa, si vamos a tener que mudarnos, lo único que sabemos es que queremos que este evento sea recordable”, dijo Mile con una sonrisa y una convicción que no se borran.
En ese contexto, destacó que era mucha la gente que se beneficiaba de los eventos de La Chispa, que más allá de conciertos o encuentros, también era un lugar para que artesanos o emprendedores encuentren su sustento. “Hay gente que directamente perdió una fuente de trabajo para sus familias. Semanalmente vivían de las ferias de La Chispa. Es un daño que se hizo a una comunidad de emprendedores, a una economía circular que no es la tradicional, digamos. Es algo más solidario, más fuera de lo capitalista”.
Por todo esto, ella no pierde las esperanzas que a donde sea que vayan esa chispa no se va a consumir, porque la gente la enciende con sus intenciones. “Quiero agradecer a toditas las personas y a la gran comunidad cultural y artística de La Chispa, también a los feriantes, emprendedores, quienes sostuvieron en estos últimos tiempos, sobre todo desde lo emocional”, cerró Mile, una gran activista de la cultura y defensora del abrazo colectivo que sostiene en tiempos oscuros.
Fotos de Claudia Ríos, Milena Coral y Angel Cáceres.