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“Desde la cornisa” presenta a Hugo Robles transitando uno de sus momentos más oscuros. Parado en ese lugar incómodo, que marca la frontera entre la vida y la muerte, invita al espectador a adentrarse en esta trama notablemente dramática, que también tiene pequeños toques de comedia.
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Un mensaje en la pantalla advierte al público e invita a ver esta obra sin prejuicios y sin tratar de generar conjeturas en torno a sus relatos. A simplemente dejarla ser.
Y de repente el teléfono suena. Sí, uno de esos de línea baja que ya casi desaparecieron de las casas.
Y allí está este personaje, aislado por voluntad propia, en medio de las llamadas telefónicas y los golpes a la puerta. Allí está con sus pensamientos, sus emociones a flor de piel y por sobre todo con su angustia.
La escenografía es minimalista: una mesa, una silla, un sillón, la mesita con el teléfono y una radio, todo en gris, así como los pensamientos que atormentan al protagonista. Las proyecciones se vuelven un gran complemento y ayudan a reforzar la narrativa de esta historia.
Pero Robles, que como dramaturgo sabe manejarse muy bien en la cornisa entre el drama y la comedia, también logra conquistar la risa de los espectadores cuando se pone en actitud positiva.
Allí baila, sonríe y mantiene su energía elevada al máximo, parodiando a ese positivismo tóxico, que no permite expresar el amplio rango de emociones que tenemos los seres humanos.
En este unipersonal también reflexiona acerca de las ingratitudes, como la de la gata que recogió de la calle y que no aparece; las críticas realizadas al vuelo, la traición, la hipocresía y más.
La música se vuelve parte esencial de la narración, incorporando una amplia diversidad de canciones que van desde María Elena Walsh, pasando por Mocedades, hasta el Cuarteto de Nos y Bersuit Vergarabat.
Y en estos pensamientos, el protagonista también habla del amor, la libertad y la soledad. Y se descarga con anécdotas como la de cuando caminó tomado de la mano por la calle y la escena romántica casi se convirtió en una tragedia debido a la intolerancia.
Bajo la dirección de Carmen Briano, Robles exhibe en escena su lado más dramático y humano, sin dejar de relucir su carácter histriónico como cuando ataviado con un déshabillé de color rojo enfrenta a gritos a “la puta vida”.
“Desde la cornisa” es una obra que nos pone frente a frente con el dolor, con la depresión, con los momentos de angustia. Una obra necesaria para comprender y tal vez ayudar a encender una luz en los momentos de oscuridad.
Las entradas para ver este unipersonal cuestan G. 80.000 y se pueden solicitar al WhatsApp (0981) 999-090.