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La semana pasada fue de celebración, reencuentros y emociones para el actor, director teatral y dramaturgo Agustín Núñez, que el jueves por la noche recibió un homenaje en vida organizado por Salemma en reconocimiento por sus 54 años consagrados al arte, con la participación de varios colegas, exalumnos y amigos del maestro.
En este más de medio siglo de carrera artística, Agustín Núñez no solo ha trabajado y destacado en los escenarios de Paraguay, sino también en los de Colombia, México y Estados Unidos, entre otros países, incursionando también en cine y televisión como protagonista de telenovelas en la década de 1980 en Colombia y como director, en Paraguay, de la serie La herencia de Caín (2010) y del largometraje Santificar lo profano (2017). En medio de la pandemia de covid-19, fusionó tablas y cámaras al escribir y dirigir la experiencia audiovisual y teatral Miglionírico.
Agustín Núñez ha marcado sin duda la historia de las artes escénicas en Paraguay con hitos como la memorable compañía teatral Tiempoovillo o la adaptación al teatro de la novela de Augusto Roa Bastos Yo el Supremo en 1991, además de su importante trabajo de más de 30 años como formador de actores y directores desde el Centro de Investigación y Divulgación Teatral “El Estudio”, fundado por él.
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En el homenaje en vida que recibió la noche del jueves en el Salón Pykasú de Salemma por más de cinco décadas de creación artística, le fue entregada una placa de reconocimiento y subieron al escenario artistas como Juan Carlos Moreno, Bettina Taborda, Lu Sapena, Dayana Urunaga, Neri Rojas, Lizza Bogado, Lidia López, Óscar Fadlala, Gabriela Báez, Rossana Barreto, Anuncio Galeano, Grisel Viveros y Koki Delvalle.
Augusto Roa Bastos, en su artículo “Un constructor emblemático del teatro paraguayo actual”, escribió sobre el destacado actor y director paraguayo: “Agustín Núñez formó parte de aquella joven y hermosa gente aventurera de Tiempoovillo, fue uno de sus fundadores y el que, como proyección de aquella gira, prolongó su aprendizaje de formación en los centros más importantes de Colombia y de Brasil. A su regreso al país, luego de dieciséis años de ausencia, fue en el Arlequín Teatro donde hizo sus primeras armas como actor. Agustín Núñez es el legítimo heredero de esta alucinante trayectoria de un siglo de nuestro teatro con todas sus virtudes, con la masa oprimente de sus vicisitudes y rupturas. Poseedor de una energía vital, casi demencial. Batiéndose quijotescamente, sin dar ni pedir cuartel, contra los molinos de viento de la realidad de un país al parecer prisionero de la fatalidad, ha llevado a escena las obsesiones de nuestro mundo contemporáneo, de nuestra colectividad, y las viene exorcizando con la desesperación tranquila, con la paciente cólera, con la fervorosa fe de los iluminados, oponiendo a la realidad que delira su propio delirio hecho de inteligencia y pasión, de humana ternura, del implacable rigor de su voluntad”.
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Conversamos brevemente con el maestro Agustín Núñez a propósito de este Homenaje en Vida que acaba de recibir. Con su característica sencillez y generosidad, confesó que se considera solo el pretexto para lo que fue ante todo “una celebración del arte”, y abogó por el reconocimiento a otros artistas y por más homenajes en vida, “que son los que cuentan”.
¿Qué sentimientos te deja este homenaje, Agustín? ¿Cómo surgió esta iniciativa?
Me siento muy honrado por haber sido considerado este año para esta mención, este festejo, este destaque dentro de la actividad cultural nacional. Ya con 54 años de carrera, creo que estoy en un momento de mirar un poco mi historia para atrás, de ser analítico con respecto a todo lo que pude dar, y a qué falencias he tenido, y tratar de corregirlas en este trecho que me queda.
La lista de artistas invitados parece coherente con la importancia que siempre le has dado a la relación entre el teatro y la música…
El jueves participaron personas que de alguna manera tuvieron que ver conmigo, tanto en su formación como en proyectos ya profesionales de teatro, cine, televisión, y fue justamente un pretexto para reunirnos gran parte de la gente que pasó por El Estudio, en estos casi 30 años que llevamos, con otra gente de teatro, y también del ámbito de la música, del canto, y de ambos –prácticamente todas las personas que se presentaron en escena el jueves son representantes de ambas disciplinas–, y además del área de danza, y de otras disciplinas artísticas, de artes plásticas inclusive. Aquí, ante todo, creo que celebramos el arte; yo solo he sido el pretexto para este encuentro, en un mundo de tantos desencuentros.
Fue una celebración del arte y la amistad…
Participaron personas todas muy entrañables para mí, personas muy caras a mis afectos. Fue muy lindo para mí poder sentarme a ver, a gozar un desfile de talento, un desfile hecho con lo que más les gusta hacer, que es el trabajo en la escena. Agradezco de todo corazón a ese equipo maravilloso que me acompañó durante la noche, al Dr. Salemma por esa iniciativa tan grande, a Marlene Sosa Lugo por estar siempre al frente del rescate de nuestros valores, para darles visibilidad, darles importancia, y a todas aquellas personas que de una u otra forma han estado presentes en este trayecto mío, este trayecto de vida en el mundo del espectáculo, del arte. Sin lugar a dudas, este homenaje en vida es un hito dentro de mi carrera en este momento en que tan poco se considera, se homenajea, se reconoce la labor de tantos y tantos trabajadores del arte. Que sigan los homenajes en vida, que son los que yo creo que cuentan.