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Guido Boggiani nació en Omegna, una localidad en el este de Lombardía, Italia. Desde joven estudió pintura junto a Filippo Carcano, maestro de una escuela paisajista conocida como naturalismo lombardo, afín al impresionismo francés.
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Para cuando llegó por primera vez a América, a los 26 años, ya contaba con una prometedora carrera artística: en 1881 había ganado un premio importante -el Principe Umberto- y a partir de entonces expuso cuadros en distintas ciudades italianas, abrió un estudio en Roma, formó parte de un círculo de artistas e intelectuales que incluía al poeta D’Annunzio y al pintor Francesco Paolo Michetti, y llegó a ser invitado a reuniones de la corte en el palacio Quirinale.
A fines de 1887 se trasladó a Buenos Aires con la intención de viajar por el interior argentino, pintar paisajes exóticos y hacer una rápida fortuna vendiendo sus cuadros en esa ciudad. Al poco tiempo de llegar fue invitado a instalarse a pintar en una estancia en el norte de la Patagonia argentina.
El diario, cuyos primeros folios se han perdido, comienza en este punto: con Boggiani embarcándose en el puerto de La Boca hacia Carmen de Patagones en febrero de 1888. Describe la travesía en barco, la vida social en ese pequeño pueblo, el agónico traslado en carreta remontando el Río Negro hasta la estancia, las costumbres de los gauchos de la frontera patagónica, y el largo viaje de regreso en barco, carro y tren hasta Buenos Aires.
A comienzos de septiembre se embarcó hacia Asunción, donde permaneció algunos meses procurando ganarse la vida con sus cuadros, colaborando con dibujos para la prensa, y donde se involucró en un rocambolesco episodio con una estafadora italiana que, haciéndose pasar por princesa, llegó a la ciudad en esa misma época.
En febrero de 1889 remontó en barco el río Paraguay para instalarse en un todavía incipiente Puerto Casado, que pronto se convertiría en centro de la enorme compañía taninera. Pasó los siguientes cuatro meses instalado en distintos “puertos” de esa zona, cazando, tomando fotografías y pintando cuadros sobre el paisaje y los indígenas del lugar.
Hasta que un conocido de Asunción le propuso asociarse en un negocio de “proveeduría” en el Alto Paraguay, en pleno territorio de los chamacocos; donde por ese entonces sólo había un fortín militar, Fuerte Olimpo, y algunos ranchos ganaderos. Aceptó y pasó los siguientes dos años y medio remontando y descendiendo el río como comerciante.
La última parte de su diario narra en detalle su famosa expedición al territorio de los caduveos en el Mato Grosso brasileño, entre enero y marzo de 1892, donde viajó, precisamente, con la intención de iniciar un comercio de pieles de ciervo y acabó instalándose por casi tres meses para anotar todo lo que veía, pintar escenas indígenas y estudiar con fascinación la técnica de las pinturas corporales. El diario se interrumpe al final de esta expedición.
Poco tiempo después, Boggiani regresó a Italia y comenzó a publicar libros y artículos de etnología y geografía basados en sus experiencias. Entre éstos su obra más famosa: Viaggi d’un artista nell’America Meridionale. I Caduvei, una reescritura de sus anotaciones sobre el viaje al Mato Grosso.
A mediados de 1896 volvió a Paraguay con la idea de comenzar una auténtica carrera científica como etnólogo. En efecto, en los siguientes años publicó una serie de libros y artículos, realizó expediciones, envió colecciones de objetos indígenas a museos de Berlín y Roma, y dirigió una revista en Asunción. Así llegó a convertirse en una de las mayores autoridades de su tiempo sobre antropología y etnohistoria del Paraguay y el Mato Grosso brasileño.
A fines de 1901 partió en la que debía ser la última expedición antes de regresar definitivamente a Italia, hacia el norte del Chaco, para visitar el territorio inexplorado de los llamados “chamacocos bravos”, y en el camino fue asesinado por los indígenas en un episodio que nunca se aclaró del todo y ha dado lugar a diversas hipótesis y elaboraciones teóricas.
La huella de Boggiani
Durante todo el siglo XX hubo un interés sostenido por su figura, que produjo decenas de libros y artículos. Sus fotos de indígenas, publicadas en Buenos Aires por Robert Lehmann-Nitsche, se volvieron particularmente famosas, y hoy constituyen imágenes icónicas sobre el Gran Chaco.
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Pero a pesar de varias generaciones de investigadores que buscaron y publicaron todo lo que encontraron de y sobre él, durante más de un siglo no se supo casi nada sobre este diario, que sin embargo es una pieza fundamental de su biografía. Y, también, una fuente histórica privilegiada para el Paraguay, ya que describe minuciosamente el paisaje y la fauna de las orillas chaqueñas, la navegación, la vida en los puestos madereros y ganaderos, las relaciones entre las poblaciones indígenas y los colonos; e, incluso, agrega algunas interesantes páginas costumbristas sobre la vida en Asunción.
Una nueva visión sobre su vida
El libro es ilustrado por los dibujos que Boggiani hizo en los folios del manuscrito y un buen número de las fotografías que tomó durante el viaje, conservadas en la Società Geografica Italiana, cuya existencia había pasado totalmente inadvertida hasta ahora.
Es precedido por una introducción de Federico Bossert y Zelda Franceschi, e incluye como anexos algunas cartas de Boggiani y notas de la prensa paraguaya sobre sus actividades en Asunción.
La conferencia “Guido Boggiani, cronista del Paraguay” ofrecerá exposiciones de Ticio Escobar, Milda Rivarola, Valentina Bonifacio, Rodrigo Villagra, David Jabin, Mario Barrios y dos de los editores del libro, Federico Bossert y José Braunstein, quienes abordarán diversos aspectos de la vida y obra de Boggiani desde las perspectivas de la historia, la antropología y la historia del arte.