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Celebro la realización de un montaje como este, ya que para llevarlo a la vida se basaron en la obra “The Crucible”, de Arthur Miller, una pieza que ha tenido adaptaciones famosas en el mundo y que incluso ha sido interpretada por grandes nombres del teatro musical como también del cine y las grandes compañías de ballet clásico y contemporáneo.
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Solo su primera puesta, estrenada en 1953 se llevó un premio Tony, el máximo galardón del teatro musical. Hay también adaptaciones memorables como la película de 1996 protagonizada por Daniel Day-Lewis o la versión ballet de manos del Royal Ballet estrenada en 2000, solo por citar algunas.
La obra paraguaya tendrá más funciones hoy y mañana a las 21:00 en el Teatro Municipal “Ignacio A. Pane” (Pdte. Franco e/ Chile y Alberdi). Entradas a G. 55.000 en boletería.
Versión Grupo Joven Contemporáneo
Entiendo el esfuerzo que conlleva una obra así desde la adaptación del libro, el montaje de las coreografías y que estas tengan un sentido dentro del mensaje y el espíritu, la conjugación de danza y teatro en los cuadros y que aquí los bailarines se destaquen actuando también, la suma de actores de trayectoria, el ensamblaje de todo esto y que no caiga nunca el ritmo. “Hysteria” realmente “embruja” al espectador con un abordaje escénico casi cinematográfico.
La puesta se sitúa en 1692, en Salem, Massachussets. La comunidad estricta y sofocada por las normas de la Iglesia Puritana se ve envuelta en un oscuro y siniestro caos provocado por un grupo de jovencitas que aseguran que varias personas del pueblo han pactado con el diablo.
Ante estas terribles acusaciones, las autoridades locales convocan a estratos superiores para determinar la causa de una serie de sucesos que parecen ser sobrenaturales. La histeria se apodera de las mentes y las voluntades de todas las personas del pueblo, iniciando una mortal cacería de brujas.
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El elenco estuvo magnífico en los cuadros entre danza y teatro bien equilibrados. El sentimiento de lo macabro mezclado con emotividad te hacía agarrarte del asiento, tomar aire y no perder de vista a lo que pasaba en escena. Más aún siendo envuelto por una música que calaba en los más hondo de los miedos.
Los bailes grupales transmitían tanta fuerza que fácilmente uno sentía el terror y la conmoción de los intérpretes. Tanto compromiso y exactitud me remitió a obras claves como “Suspiria”, de Darío Argento pasando por lo gótico de la versión danza de “Carmina Burana” hasta “La consagración de la primavera” con música de Ígor Stravinsky y baile de Vaslav Nijinsky.
El trabajo físico de los bailarines fue admirable, tanto como solistas o en grupo los intérpretes se desdoblaban en emociones punzantes: terror, culpa, picardía y, obviamente, histeria eran teñidas por luces y efectos de humo que te hacían ser parte de la historia.
En los roles principales y con partes solistas sumamente poderosas estuvieron Larissa Gómez Godoy como Abigail Williams, Fiorella Olmedo como Marry Warren, Antonella Alvarenga como Elizabeth Proctor, Adriana Flores como Betty Parris, Maitée Ovelar como Tituba y Félix Álvarez como John Proctor.
El elenco del Grupo Joven Contemporáneo se completa con un ensamble magnífico: Naomí Ortíz, Mónica Florentín, Rocío Ortíz, Suyay Castro, Melany Mendoza, Jannine Ramírez, Sol Díaz, Jazmín Meza, Luján Chena, Micaela Ozuna y Araceli Cartasso.
Lo actoral estuvo sostenido en figuras de alto nivel del teatro nacional como el gran Omar Mareco como el juez Thomas Danforth, Diro Romero como el párroco John Hale y Ronald Maluf como el reverendo Samuel Parris. La consternación, la preocupación, la rabia y la ironía rodeaban a este trío que se destacó en cada aparición, dotando a la obra de un vuelo poético.
En este ensamble excelente se notó el trabajo en dramaturgia y acompañamiento actoral de Jorge Báez y los talleres que brindó Alfredo “Miliki” Chaves quien también realizó la adaptación del guion.
Sin dudar un rol importantísimo para transportarnos a la época cumplió el adecuado vestuario creado por Natasha Larreinegabe. Un vestuario serio que no nos daba la impresión de que los artistas estaban en una fiesta de disfraces. No. Realmente estábamos viendo una película situada en Salem, en 1692, con un vestuario a la altura.
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Pero de que este era un trabajo comprometido ya se notó desde la promoción días antes, con audiovisuales y fotografías dignas de una película. Tal como digo al comienzo, se notaba esa preocupación por mostrar un trabajo impecable e inmersivo.
Destaco finalmente el trabajo en total del equipo: desde Félix Álvarez en la dirección, la producción ejecutiva de Diego Galarza, la fotografía de Cristian Palacios y el diseño gráfico de Silvia Ayala.
Además, como preámbulo a la obra se presentó la pieza “Oscuridad”, creación de Álvarez inspirada en el poema “Darkness” de Lord Byron. Interpretada por Micaela Ozuna, Álex Gómez, Araceli Cartasso, Jazmín Meza, Luján Chena, Avril Almada, Sophia Armoa y Mónica Bernal, sumerge desde ya en esos aires de ritual y tensión. Bañados en una hipnotizante luz azul, los bailarines estuvieron a la altura de la ocasión con movimientos penetrantes y sensibles.
Dejarnos interpelar
Esta puesta es una agradable contradicción, ya que logra que sea perturbadoramente hermosa. Eso en cuanto a lo escénico y estético, y se eleva aún más pensando en que es la adaptación de una pieza que toca temas que aún siguen vigentes y son tan importantes para la sociedad mundial.
Desde la literatura, ahora traspasada a la danza, nos damos cuenta que todavía debemos revisar, interpretar u organizar pensamientos que tienen que ver con temas que interpelan actualmente: el miedo a través de la política, la mentira, el encuentro íntimo entre un hombre mayor y una joven en estado de vulnerabilidad.
¿Cacería de brujas? Sigue habiendo. No literalmente pero hay gente que aún es perseguida, en mucho sentidos, por tomar sus propias decisiones o por manifestarse de forma política. Si vamos al caso, la dictadura era una cacería de “brujas”.
¿Falta de libertades y derechos para las mujeres o para las minorías? Sigue ocurriendo en una sociedad que aún dice qué tenemos que hacer, cómo vestir y qué decir. ¿No rebelarnos ante la corrupción? En este país no decir nada es moneda corriente, así que es hora de despertar.
Ojalá sirva para que más de uno salga conmovido con esta agitación, con esta obra que nos muestra lo que pasaba en el siglo 17 y que, lastimosamente se sigue replicando en ciertos sentidos. Esto sirve para recordar que historias trágicas no deben repetirse.
Es estimulante que esta compañía deje un testimonio desde su arte y más aún al haber conferido a su versión una gran fuerza narrativa desde lo contemporáneo.
Que esta apuesta se sume a lo que vienen haciendo otras compañías, de dejar un legado creando obras ya sea basándose en textos como también coreografiando nuevas piezas es totalmente esperanzador. Confirmo una vez más que la danza está construyendo el camino de estos tiempos en la búsqueda de un lenguaje propio y de una historia paraguaya con sus propias inquietudes, anhelos, deseos y luchas.