Zhang Yimou juega con los negros y grises en la espectacular “Shadows”

VENECIA. Casi 20 años después de ganar su segundo León de Oro, el chino Zhang Yimou regresó a Venecia con una espectacular y épica película que se adentra en una de las épocas más sangrientas de la historia de China.

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Como es habitual en su cine, la estética se convierte en un personaje más. Una elección cromática muy especial ya que en algunos de sus filmes anteriores también centrados en luchas históricas, como Héroe (2002) o La casa de las dagas voladoras (2004), el rojo era el color dominante frente a los blancos y grises con los que Yimou ha rodado “Shadows”, presentada fuera de competición.

“En mis filmes precedentes había imágenes muy fuertes sobre los colores. Me encanta la expresividad y los diseños tradicionales chinos (...) Y en esta ocasión quería que el plató fuera como un cuadro” realizado con tinta, explicó el realizador en rueda de prensa.

Un preciosismo estético llevado al extremo, con escenas que parecen coreografías del baile más refinado, con el que cuenta la historia de los Tres Reinos, la lucha entre las dinastías Han y Jin en la China del siglo III.

Para el cineasta siempre ha sido muy importante “como fuente de inspiración la cultura tradicional china, que tiene 5000 años de historia”, donde la moralidad y la escala de valores eran elementos muy precisos. Y además opinó que es importante mantener esa transmisión de tradición para que las jóvenes generaciones aprendan sobre la cultura china, sobre la belleza que encierra la historia de su país.

Eso es lo que hace en Shadows, contar una pequeña parte de la historia a partir de unos personajes que en aquella época eran habituales, los sosias (llamados 'sombras') que sustituían a personajes importantes para evitar riesgos. “Me gustaba el tema político de la sustitución. Los sosias son unos personajes típicos en la historia de China, pero nunca se había contado el destino de estas personas en el cine, su humanidad. De ahí nace mi deseo creativo”, precisó el realizador.

Un filme en el que trata también sobre los deseos de venganza y en el que, como es habitual en sus películas, cuenta con mujeres para papeles fuertes, en este caso interpretados por Guan Xiaotong y Sun Li. Y en el que la ambición, la venganza, la supervivencia y el poder se mezclan con el amor.

Una gran producción que se contrapone a una pequeña película que ya ha terminado de rodar, una combinación buscada expresamente por Zhang Yimou, que alterna películas de luchas e historia ligadas a la estética, con pequeños proyectos más personales.

“Continuaré disfrutando de este doble camino”, explicó el director, con una larga trayectoria y estilo ecléctico por el que además recibirá en la Mostra el premio Jaeger-LeCoultre Glory que reconoce su contribución al cine.

El director de la Mostra, Alberto Barbera, describió a Zhang Yimou “no solo como uno de los directores más importantes del cine contemporáneo” sino como una de las figuras que han sabido “representar la evolución del lenguaje cinematográfico mundial y, al mismo tiempo, el enorme crecimiento del cine chino”.

“Zhang Yimou ha sido un pionero por su capacidad de contar historias y, en general, la riqueza de la cultura china con un estilo visual único e inconfundible”, añadió.

Es, a sus 66 años, uno de los grandes genios vivos del cine chino y pertenece a lo que se conoce como quinta generación de la cinematografía de este país, un movimiento que surgió mediados de los setenta, tras el fin de la Revolución Cultural, con películas introspectivas y, en ocasiones, críticas con el orden establecido.

Es uno de los tres directores que ha ganado dos veces el León de Oro –junto a Louis Malle y Ang Lee–, por The Story of Qiu Ju (1992) y Nor One Less (1999), además de un León de Plata a la mejor dirección, por Raise the Red Lantern (1991).

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