Trapero lleva a Venecia el pasado de Argentina desde el presente

VENECIA. Pablo Trapero utiliza la narración en presente de “La quietud” para hablar del pasado de los personajes pero también de Argentina y de unos hechos que siguen siendo “muy dolorosos” para mucha gente en su país.

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Ese fue el principal desafío de una película protagonizada por Martina Gusman, Bérénice Bejo, Edgar Ramírez, Joaquín Furriel y Graciela Borges, y cuya historia de la relación de dos hermanas en una familia llena de secretos del pasado fue bien recibida hoy en Venecia, donde se presenta fuera de competición.

Tres años después de ganar el León de Plata a la mejor dirección por El clan, Trapero vuelve a Venecia con una película que de algún modo es un reflejo de ese trabajo. Pasa de una familia patriarcal a una matriarcal pero en ambos casos es un núcleo familiar lleno de secretos, misterios y hasta violencia.

“Y vinculado con nuestro pasado doloroso en Argentina que también es algo que se cuenta en El clan”, explicó en una entrevista con Efe el realizador, para quien fue un desafío precisamente narrar “en presente” una historia que “principalmente habla de mucho del pasado de estos personajes pero del pasado también de Argentina”.

Dos películas, La quietud y El clan que cuentan tangencialmente el pasado dictatorial de Argentina, aunque el realizador no descarta hacer en el futuro un filme centrado totalmente en esos hechos. “Es probable”, reconoce Trapero, que intenta contar la historia de su país “como algo que afortunadamente pasó hace mucho tiempo pero que sigue apareciendo y que aparece en las historias y en los personajes”.

Es el caso de La quietud, donde las dos protagonistas no tienen conciencia de dónde vienen. “Sentía que era una buena oportunidad para narrar un lado que nunca se había contado en el cine, de situaciones que nunca se habían narrado”.

“Quizás en algún momento haga algo mas especifico, pero me gustaba ver cómo a pesar de los años pasados y de que es algo que esperemos nunca más se vuelva a repetir, nos sigue impactando, sigue estando presente en nuestra vida cotidiana”, precisó. Pero en La quietud el objetivo era contar la historia de esas dos hermanas, con todas las implicaciones que se pueden ver en sus vidas. Una historia que nació por las ganas que Trapero tenía de rodar una película en el campo argentino y de rodar además el retrato de dos hermanas.

Hace muchos años cuando Gusman y él conocieron a Bejo, el director les dijo que algún día haría una película con ellas como hermanas dado el enorme parecido físico que tienen y con el paso de los años el proyecto se concretó. “Para mí fue un desafío importante porque es entrar en un mundo de la intimidad femenina (...) y me gustaba mucho la idea de entrar en ese universo de estas hermanas simbióticas”, resaltó el realizador de películas como Carancho o Elefante blanco.

Junto a las dos protagonistas, consiguió tener en el reparto a Ramírez, Furriel y Graciela Borges - “la gran diva del cine argentino”, apunta el director-, un grupo de intérpretes que desarrollaron una gran complicidad en el rodaje.

Para Bejo, fue un sueño cumplido rodar por fin una película en su país natal y hacerlo con Trapero, al que considera un cineasta muy argentino y además con una historia sobre un momento muy difícil de la historia de su país, la dictadura militar que forzó a sus padres a exiliarse. “Actuar en español no fue tan fácil para mí, me sentí muy perdida en un momento y me fui a París pensando que era la peor actriz del mundo, pero fue una tremenda experiencia para mí como actriz y una experiencia personal también increíble”, dijo la actriz franco-argentina en una rueda de prensa.

Para Gusman el mayor desafío fue construir “esta triada de mujeres” que forman junto a Borges, y construir “un vínculo bastante simbiótico” que necesitó de mucho trabajo previo.

Con esta película Trapero realiza un homenaje “silencioso, no tan evidente”, al surrealismo de la última etapa de Luis Buñuel, a películas como El ángel exterminador o Belle de Jour. Porque los personajes de La quietud conviven con naturalidad con situaciones extremas, con una sensación, al igual que en El ángel exterminador, de que “nadie puede abrir la puerta para irse pero todos los creemos y lo disfrutamos”.

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