Salvo molinos de viento gigantes, el cineasta británico ha tenido que hacer frente a todo tipo de infortunios -tormentas apocalípticas, batallas financieras o achaques de salud de los protagonistas- en la persecución de su gran sueño creativo.
Aunque quizá lo más inaudito, a sus 72 años -que cumplió el pasado viernes-, sea precisamente haber logrado mantener el empeño para volverlo a intentar, tal y como confirmó esta semana en Londres en una rueda de prensa junto a sus compañeros de Monty Python.
“Es un tipo que no logra ver las cosas como las ven los otros. Exactamente como yo. Don Quijote soy yo”, ha llegado a decir el director de películas como Brazil, 12 Monos o The Fisher King.
Numerar las veces que lo ha intentado -tres, siete, diez- depende de lo que cuente como intento. De lo que no hay duda es de que en una ocasión, en el año 2000, estuvo muy cerca de lograrlo.
Con un reparto formado nada menos que por Jean Rochefort (Quijote), Johnny Depp (Sancho) y Vanessa Paradis (Dulcinea), y un presupuesto muy ajustado, unos 32 millones de dólares, Gilliam se lanzó a rodar en tierras de Navarra (norte de España).
La aventura del rodaje de The Man who killed don Quixote duró exactamente seis días, tal y como cuentan Keith Fulton y Louis Pepe en Lost in La Mancha (2002), un documental que iba a ser el típico “making off” y acabó convertido en un “cómo no se hizo”.
Los estruendosos vuelos de aviones del Ejército cruzando el desierto de Las Bárdenas en plenas tomas y los extras que no habían ensayado no fueron nada comparado con lo que vino después: lluvias torrenciales que se llevaron por delante decorados y equipos, y una doble hernia discal que impidió a Rochefort seguir cabalgando sobre Rocinante.
Incluso para Gilliam, un hombre acostumbrado a luchar contra la adversidad - The Adventures of Baron Munchausen (1988) se pasó tanto del presupuesto que la compañía aseguradora tuvo que hacerse cargo del rodaje-, aquello fue demasiado.
Todo lo que podía ir mal, fue mal, cuentan miembros del equipo en el documental.
Esta vez, la aseguradora no continuó con el rodaje, pero se quedó con los derechos del guión, lo que empujó al director a una nueva batalla para recuperarlo.
En 2008 Gilliam reflotó el proyecto y fichó a Robert Duvall como don Quijote. En principio Depp seguía en el barco, pero su agenda rebosante de proyectos (Alicia en el País de las Maravillas, El Turista o la cuarta Piratas del Caribe) hizo que lo sustituyera Ewan McGregor.
Todo estaba a punto y el equipo llegó a viajar a Segovia para buscar localizaciones, pero entonces desapareció la financiación y Gilliam el entusiasta se vio una vez más en la casilla de salida.
Del nuevo proyecto, poco se sabe de momento, sólo que está previsto que se ruede en Canarias. No parece probable que Depp vaya a estar en el reparto, dado que el actor anunció hace un año un acuerdo con Disney para hacer su propia versión.
Está por ver quién acaba antes con la maldición del Quijote, un mito al que también ha contribuido el intento fallido de Orson Welles, que pasó dos décadas dando vueltas al proyecto.
Incluso a Gary Cooper se le resistió el caballero de la triste figura. Contaba el guionista español Carlos Blanco, fallecido en septiembre pasado, que el actor de Hollywood estaba muy interesado en protagonizar una película sobre el personaje cervantino. En 1960 llegaron a formar una sociedad con ese fin, a la que se unió el productor Samuel Bronston. Pero Cooper no llegó vivo al rodaje.