Spielberg examina el extraordinario destino de un abogado anónimo

NUEVA YORK. El director Steven Spielberg cuenta en su último filme la historia de un abogado estadounidense, encarnado por Tom Hanks, que consigue negociar el rescate de dos prisioneros del bloque del este europeo a fines de los años 1950.

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Amante de los destinos excepcionales, el autor de La lista de Schindler (1993), Atrápame si puedes (2002) y Munich (2005) , entre otros clásicos, entrega esta vez una historia sobre la guerra fría: Puente de espías.

En medio de las crecientes tensiones entre Estados Unidos y Rusia sobre el enfoque de la guerra en Siria, la película se estrena este viernes en Estados Unidos y a lo largo de octubre en España y Latinoamérica.

En 1957, el abogado James Donovan (Hanks) fue elegido por su bufete como chivo expiatorio para defender lo indefendible en Occidente en aquella época: un espía soviético detenido en territorio estadounidense, Rudolf Abel. Para el gobierno y los socios de Donovan en el bufete se trata sólo de demostrar que el enemigo tiene derecho a una defensa digna de ese nombre, y nada más.

Pero, contrario a esta percepción y a la de la opinión pública, el abogado llegará hasta la Corte Suprema, aunque sin éxito. Rudolf Abel conseguirá evadir la pena de muerte, aunque con una condena de 30 años de prisión.

Cinco años después, los servicios secretos estadounidenses solicitan los servicios de Donovan para negociar de manera informal con los soviéticos el intercambio de Rudolf Abel con un piloto estadounidense, Francis Gary Powers, cuyo avión espía U-2 fue abatido.

La película, de factura muy clásica, tiene una atmósfera intimista y sin verdaderas escenas de acción. El guión, en el que participaron los hermanos Joel y Ethan Coen, está más bien centrado en las relaciones humanas y la comunicación entre diferentes culturas.

Gran parte del filme gira en torno a Tom Hanks, quien interpreta a un personaje que se aferra a sus convicciones para navegar en un universo donde a menudo se encuentra solo contra el mundo: los soviéticos, los alemanes del este, la CIA, los colegas, la opinión pública e incluso su esposa e hijos.

Su único verdadero cómplice resulta ser Rudolf Abel, cuyo compromiso, integridad y humor —interpretados con sutileza por el británico Mark Rylance— lo acaban seduciendo.

“Hay algo en este personaje que Tom realmente respetó. Él se dio cuenta de que iba a ser un tipo duro”, explicó Steven Spielberg en una videoconferencia el martes desde la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas. Para el director, Hanks es, “en esta cinta, un hombre menos corriente de lo que suele ser en otras películas que ha hecho”.

Reservado y al comienzo tranquilo, James Donovan se va revelando poco a poco como alguien seguro de sí mismo, dueño de sus emociones, y al mismo tiempo humano y divertido.

La película está lejos de ser trepidante, no reinventa el género, pero capta la atención e incluye un epílogo pleno de suspenso.

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