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Academia de Vampiros, estrenada hace unas semanas en Paraguya, hizo el intento de conjugar dos géneros con muy poco en común como son el cine de fantasía sobre vampiros con las comedias juveniles. Un esfuerzo admirable que no tuvo tanto éxito como hubiera podido, pero que no carece de puntos positivos.
Sin embargo, quizá vio usted la película y, le haya gustado o no, le dejó con ganas de más vampirismo o más risas, por lo que humildemente postulamos una nueva edición de “Si le gustó...” con tres propuestas que pueden saciar esos específicos apetitos.
En la opinión del autor de esta nota, Déjame Entrar, un filme sueco de 2008 dirigido por el aclamado realizado Tomas Alfredson, es simplemente uno de los mejores representantes del cine de vampiros. Es un filme sobre el aislamiento y la soledad, al mismo tiempo una estremecedora historia de terror que no deja de amoldarse a la mitología vampírica, y una oscura historia de amor magistralmente retratada ante perpetuamente oscuros y nevados escenarios.
Ambientada en los '80 en un suburbio de Estocolmo, el filme tiene por protagonista a Oskar, un niño frecuentemente abusado por sus compañeros de colegio, que entabla amistad con una misteriosa y elusiva niña llamada Eli que se muda a su complejo de apartamentos; parece inmune al frío y evidencia agilidad y fuerza anormales. Casi inmediatamente comienzan a producirse extrañas muertes en la zona, con las víctimas halladas sin sangre.
La película es perturbadora, pero al mismo tiempo desprende una casi ilógica sensación de calidez y belleza, mientras vemos cómo evoluciona la relación entre Oskar y Eli -y en menor medida pero no menos importante, la relación de Eli con Hakän, el hombre con quien se muda y que parece ser su cuidador-, algo que es tanto mérito de Alfredson y su dirección como de los actores protagonistas, en especial Lina Leandersson como Eli, que da una actuación hipnotizante como un ser que de alguna forma proyecta amenaza y peligro, pero también cierta retorcida forma de inocencia y genuino afecto.
Aunque pierde un poco de fuerza cuando se centra en personajes más allá de Oskar, Eli y Hakän -por ejemplo, los vecinos que intentan resolver el misterio de las desapariciones-, cuando Alfredson centra su mirada en los personajes centrales, rodeándolos de oscuridad y nieve, la película es una obra maestra. Y además incluye uno de los momentos finales más perfectos jamás puestos en celuloide.
Para quienes tengan alergia al idioma sueco, se hizo una “remake” de la película en Hollywood, estrenada en 2010, bajo la dirección de Matt Reeves (Cloverfield) y con Chloë Moretz como la equivalente de Eli. Se trata de una adaptación bastante fiel, no tan bien lograda pero que bien vale la pena, al menos si uno no es capaz de dar con la versión original.
En Academia de Vampiros no faltaron escenas de acción, aunque si uno busca acción vampírica reciente verdaderamente buena -que no incluya a cierto personaje de Marvel-, entonces la respuesta a sus plegarias es el excelente filme de 2009 Daybreakers.
Inclinándose más hacia la ciencia ficción que al terror, Daybreakers transcurre en un futuro en que los vampiros se han convertido en la especie dominante sobre la Tierra, y están atravesando una crisis alimentaria por la escasez de humanos de los que alimentarse. Nuestro protagonista es el vampiro hematólogo Edward Dalton (Ethan Hawke), quien busca el modo de crear un sustituto para la sangre que permita resolver el problema de forma permanente. Pronto, sin embargo, se ve introducido en los planes de un miembro de la resistencia humana que descubrió la forma de convertir a los vampiros de nuevo en humanos.
Aparte de acción entretenida -y más que adecuada a los gustos de quienes disfrutan de sus filmes de vampiros con mucha sangre- y un elenco que incluye a los siempre bienvenidos Willem Dafoe y Sam Neill, el principal punto positivo de la película es su ingenio e imaginación a la hora de mostrarnos un mundo dominado por vampiros.
En vez de un caótico reino de las tinieblas, el mundo de los vampiros es más bien parecido al nuestro, con algunas adiciones lógicas como automóviles con ventanas que pueden bloquear totalmente la luz del sol y manejarse con una cámara, o rascacielos interconectandos por puentes cerrados para que nadie tenga que salir durante el día y ser incinerado por la luz solar. El desenlace lógico de una raza de seres inmortales eventualmente agotando las fuentes de alimento también es una decisión ingeniosa que sirve como reflejo de la crisis alimentaria del mundo real.
Al mismo tiempo que una película con vampiros y acción Academia de Vampiros busca ser una comedia colegial, con un humor por momentos similar al del exitoso filme de 2004 Chicas Pesadas, con el que tiene en común nada menos que a su director Mark Waters.
Pero la dirección de Waters en aquella película probablemente no fue tan vital para el éxito de crítica y taquilla de aquél filme como el excelente guión de la destacada comediante Tina Fey. Una versión de Academia de Vampiros con guión de Fey probablemente hubiera sido algo mucho más destacable, pero mientras tanto tenemos que conformarnos con la siempre disfrutable Chicas Pesadas.
La historia tiene por protagonista a Cady (Lindsey Lohan), quien vivió toda su vida con sus padres en África, y ahora se muda a ellos a los Estados Unidos, donde debe aprender las complicadas reglas y rituales de la vida social en un colegio donde dicha vida social es dominada por un grupo de chicas liderado por la temida Regina George (Rachel McAdams).
Tanto en diálogos -incluyendo alguno de los más memorables de las comedias de la década pasada- como en comedia física, con momentos como Cady imaginándose cómo sus problemas se resolverían en la jungla, o el inolvidable gran disturbio en la escuela, es una de esas películas a las que uno puede volver una y otra vez y reír como si fuera la primera vez.