La presentación de la película, en torno a dos mujeres que logran casarse en la Galicia católica de 1901, quedó marcada por la carta de un colectivo de exhibidores de cine alemán, que exigían la exclusión de esa película de la lucha por los premios por haber participado esa productora.
“Puedo entender las razones de quienes consideran a Netflix una amenaza. Pero no puedo compartir que, en nombre de la cultura, se pretenda excluirnos de la competición”, explicó Coixet, en respuesta a sucesivas preguntas sobre las presiones de los exhibidores alemanes, que dicen representar a 160 salas de cine.
La Berlinale es, en realidad, uno de los últimos grandes festivales europeos que se abren a filmes producidos por Netflix para su sección oficial.
El gran precedente es Roma, la exitosa película del mexicano Alfonso Cuarón, firme aspirante a los Oscar –“es la mejor de todas”, dijo Coixet–, después de haber triunfado en Venecia y en otros galardones internacionales, como los Globos de Oro o los Bafta del cine británico.
Un éxito en Venecia que le llegó tras ser rechazado el filme en el Festival de Cannes, que se plegó a las críticas de los exhibidores franceses y decidió que solo podrían participar en las competiciones las películas que llegaran a las salas de cine de Francia.
Eso provocó la huida de Netflix, cuyas películas fueron acogidas sin reparos por Venecia y que también han encontrado hueco en la competición berlinesa.
Aunque el director de la Berlinale, Dieter Kosslick, tuvo que explicar ya, en los días precedentes a la apertura del festival, que habían aceptado la película de Coixet tras garantizarse que será estrenada en salas de cine, al menos en España.
“Yo también amo las salas de cine”, indicó Coixet, sin querer pronunciarse sobre si considera o no a Netflix una amenaza para el futuro del cine e insistir en las dificultades que encontró para lograr financiación para una película que, al igual que Roma, está rodada en blanco y negro.
Coixet acudió a la Berlinale como amiga y cineasta habitual del festival, donde debutó en 1996, entonces fuera de concurso y en la sección Panorama, con Cosas que nunca te dije.
Desde entonces regresó a esa plaza en otras ocho ocasiones, varias de ellas a competición, como fue en 2003 con Mi vida sin mí, en 2008 con Elegy y en 2015 con Nadie quiere la noche, protagonizada por Juliette Binoche, presidente del jurado en la presente edición.
La propia Coixet fue asimismo miembro del jurado de la sección oficial, en 2009.
En Elisa y Marcela –personajes interpretados por Natalia de Molina y Greta Fernández–, Coixet rescata la historia de dos maestras de pueblo, que en 1901 lograron casarse en la católica Galicia haciéndose pasar la primera de ellas por un hombre.
La cineasta dedicó diez años al proyecto, pero el rodaje se completó en cuatro semanas, con un guion que arranca en el exilio de la pareja en Argentina, para volver al pueblo gallego donde surge su amor y pasar a Portugal, donde caen en la cárcel tras descubrirse su trampa.