El episodio final, Omega Station, bombeó sangre a una trama que avanzó lentamente y que fue escudriñada con lupa en Hollywood, donde muchos comentaristas transformaron su devoción por el programa en desprecio, hasta el punto de que alguno empezó su análisis de hoy con unas disculpas.
“Quiero pedir perdón a cada uno de ustedes personalmente”, escribió Brock Wilbur a sus lectores en el portal de Entertainment Tonight, en su inclemente repaso al desenlace de la serie como si hubiera tenido parte en la producción de Nic Pizzolatto, creador de la obra.
Para Brian Lowry, de Variety, True Detective terminó siendo una “decepción mayúscula” que falló “en casi todos los niveles”, mientras que en The Hollywood Reporter se señaló que los misterios que planteó el argumento carecían de sentido por momentos.
Este tipo de valoraciones acompañaron a la segunda temporada de la serie desde su esperado inicio, allá por el mes de junio, que sobre el papel parecía condenado a decepcionar después de que el primer True Detective fuera elevado a los altares de la ficción televisiva.
Lo cierto es que True Detective nació en 2014 como una miniserie o serie limitada que no iba a tener segunda parte, un concepto bien definido y ocho capítulos de una hora dirigidos por un solo realizador, Cary Fukunaga, quien consideró el proyecto como una película de largo formato.
La celebrada actuación de Matthew McConaughey y Woody Harrelson como dos detectives obligados a entenderse para resolver unos crímenes rituales redondeó un producto audiovisual que fue situado al nivel de The Sopranos y The Wire, títulos considerados obras maestras de la pequeña pantalla.
En vista de la aclamación (casi) unánime, HBO encargó una segunda temporada que básicamente suponía relanzar el producto, con diferentes mimbres, pero con la misma fórmula y mismo nombre.
Las caras nuevas de Colin Farrell, Rachel McAdams, Vince Vaughn y Taylor Kitsch, el cambio de localización (de Nueva Orleans a Los Ángeles) y de argumentación, fueron insuficientes para refrescar una serie que, perdida su originalidad, dejó ver sus vergüenzas.
Los diálogos lentos y de cadencia cansina que predominan en True Detective y que en la temporada de 2014 resultaron cautivadores y filosóficos, en la de 2015 pasaron a ser irrelevantes y forzados, según los críticos, que insistieron en que la serie otorga un lugar secundario a la mujer, relegada a las tramas urdidas por hombres.
Las quejas por la excesiva masculinidad del programa afloraron en la segunda temporada igual que en la primera a pesar de la presencia de McAdams como corprotagonista, mientras que la trama con la que Pizzolatto confiaba sorprender a la audiencia fue acusada de ser demasiado retorcida.
En un “chat” con espectadores realizado recientemente en HBO Connect, Pizzolatto confesó que tuvo que “trabajar más duro” en escribir la segunda temporada que la primera para evitar verse influido por el entorno. “Había mucha gente prestando atención (al proceso), incluso gente a la que no le gustó la serie”, explicó el novelista y guionista, que insistió en que “antes a nadie le importaba lo que estuviéramos haciendo”.
A la presión por estar a la altura se añadió otra variable, el hecho de que los capítulos de la segunda temporada tendrían diferentes directores, algo que es el estándar en Hollywood pero que en este caso no ayudó. Y otra más: el afán por explotar comercialmente True Detective para convertir en franquicia una historia original.
Esta caída en desgracia de True Detective sintoniza con las teorías de quienes creen que la reciente edad dorada de las series de televisión en EEUU -cuyos inicios coinciden con el cambio de siglo (The Sopranos, The Wire, Mad Men, Breaking Bad) - está tocando a su fin.
“Mis sensaciones me dice que 2015 o 2016 representarán el pico de la televisión en EEUU, empezaremos a ver un declive los años siguientes”, aseguró el director ejecutivo del canal FX, John Landgraf, quien cree que hay una burbuja de programas de ficción.
“Esto es, simplemente, demasiada televisión”, afirmó Landgraf.