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Habiéndose recordado el año pasado el centenario del final de la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos armados internacionales más catastróficos de todos los tiempos en absolutamente todos los sentidos, el cineasta neozelandés Peter Jackson, el responsable de la revolucionaria trilogía El Señor de los Anillos, debutó como documentalista aplicando sus enormes recursos tecnológicos para contar de una forma única una viñeta del horrible sinsentido en el que, en muchas formas, nació nuestra era moderna.
Al principio Jackson nos muestra filmaciones de la época sin filtrar, imágenes de entre 1914 y 1918 como se filmaron entonces y como se habrían visto entonces en los cines. Nos acompañan las voces de veteranos de la guerra, entrevistados años después, y sus voces son las únicas que hablan en toda la película; no hay un narrador omnisciente, solo los recuerdos de quienes vivieron, mataron y vieron morir en las trincheras.
Pero luego, como en ese imborrable momento en El Mago de Oz, la imagen pasa de un cuadro en blanco y negro a llenar la pantalla en color.
Los magos digitales al servicio de Jackson transformaron las viejas filmaciones en una ventana al mundo de hace cien años en alta definición y con la fluidez de las cámaras actuales, una fluidez que a las cámaras de la época les era imposible capturar, razón por la que cuando uno ve filmaciones o películas de principios del Siglo XX las imágenes parecen ligeramente aceleradas.
En vez de cubrir la guerra a grandes rasgos, la película se centra en la minúscula porción del conflicto que vieron los hombres cuyos testimonios escuchamos en la película.
Sin saber sus nombres hasta los créditos, seguimos su trayectoria, su trágico entusiasmo inicial por sumarse al fervor patriótico e ir en una aventura por su nación y su rey contra un enemigo del que no sabían nada; su entrenamiento y acondicionamiento, su llegada a Francia y, finalmente, su vida en el lodoso laberinto de trincheras de su pequeña parte del gigantes Frente Occidental.
Vemos, en crudo detalle gracias al gran trabajo de restauración de Jackson y compañía, los efectos de un ambiente en que las balas y bombas eran solo parte de una multitud de cosas que podían matar o desmembrar a los combatientes; la gangrena y la congelación producto de vivir en ductos de tierra que se llenaban de agua, las innumerables enfermedades que podían contraer por verse obligados a tomar agua de charcos donde podía haber cadáveres humanos o animales sumergidos, y muchos otros factores que hacían de la muerte una compañera diaria aún cuando no había combate.
A eso, lógicamente, se suman los momentos en los que sí había batalla, y las preocupaciones pasaban a ser si el azar dictaría que en este bombardeo o el próximo uno de los explosivos caería sobre uno, o si uno sería lo suficiemente rápido al ponerse su máscara de gas antes de que la nociva nube de gas mostaza o fosgeno lo alcanzara, o si algún francotirador al otro lado de la línea alemana les tendría o no piedad, o si la suerte sería tan generosa como para permitirles salir ilesos o al menos con vida de una carga suicida de bayonetas y rifles contra posiciones reforzadas con ametralladoras.
De nuevo, todo acompañado de imágenes extremadamente gráficas, acompañadas de doblaje y efectos de sonido para aumentar la immersión. Esta no es una película apta para personas sensibles a las imágenes de horror corporal.
Y aún con todo, a pesar de lo inmersivo de la presentación, uno no puede dejar de sentirse alienado por las imágenes en la pantalla, por los testimonios. Y eso es simplemente porque el cuadro que el filme pinta es uno tan surreal que parece ficción.
¿Cómo podría realmente comprender lo que ve alguien que nunca sintió la incertidumbre del campo de batalla? No podemos más que mirar, aprender y asombrarnos al pensar que lo que se ve en la película es solo un puñado de historias que se repetían cientos de miles de veces en toda Europa, en lo que quedaba del moribundo Imperio Otomano o en las arenas del norte de África.
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JAMÁS LLEGARÁN A VIEJOS (They Shall Not Grow Old)
Dirigida por Peter Jackson
Producida por Peter Jackson y Clare Olssen
Edición por Jabez Olssen