Paul Greengrass recupera la dirección en una nueva entrega en la que la acción y las trepidantes persecuciones que caracterizan a la saga se elevan a la enésima potencia.
Con Jason Bourne, que se estrena esta semana en todo el mundo, la historia basada en las novelas de Robert Ludlum cuenta por tercera vez con el binomio Damon-Greengrass que tan buenos resultados dio en la segunda y tercera entregas, La Supremacía de Bourne (2004) y El Ultimátum de Bourne (2007).
Tras un comienzo de la saga dirigido por Doug Liman, la realización pasó a manos del británico Greengrass, con el que Damon se entendió a la perfección.
Más de 730 millones de dólares de recaudación entre esas dos películas demostraron el acierto de emparejar al director de Vuelo 93 con el protagonista de Rescatando al Soldado Ryan, El Talentoso Señor Ripley o Misión Rescate.
Con la base de la primera película de Liman, construyeron un personaje aún más complejo de lo que esa historia dejaba entrever y añadieron mucha más acción a una historia caracterizada por sus larguísimas y espectaculares persecuciones en coche. Unos rasgos que se mantuvieron en la cuarta entrega, El Legado de Bourne (2012), pese a no contar con el protagonista ni con el director habitual. Damon se negó a rodarla porque no se contaba con Greengrass.
“Sólo volveré con Paul. No lo haré con nadie más. No hay razón para seguir adelante, a no ser que haya una continuación realmente buena”, afirmó el actor.
Así que fue sustituido por Jeremy Renner, que interpretó a un asesino a sueldo similar a Bourne, mientras que Tony Gilroy -guionista de las tres primeras películas- se ocupó de la dirección. La película que se saldó con un resultado discreto en taquilla -276 millones de dólares- que auguraba el fin.
Pero el estudio Universal Pictures decidió reactivar la saga de Bourne y negoció con Damon para que se metiera por cuarta vez en la piel de Bourne y con Greengrass para que la dirigiera. “Paul Greengrass quería hacerla. Eso fue para mí la gran señal”, explicó Damon a Efe poco después de comenzar el rodaje de Jason Bourne.
“Nos encanta el personaje y creo que realmente necesitábamos que el mundo cambiara. Creo que después de (Edward) Snowden es muy interesante cómo están los servicios de inteligencia y cómo tratan las libertades civiles. Se siente que es el momento para hacer otra película de Bourne”, aseguró.
El resultado es una película en la que Greengrass vuelve a demostrar lo bien que rueda las escenas de acción y en la que las persecuciones en coches o motos se sitúan una vez más en el centro del universo Bourne.
Junto a Damon, repite Julia Stiles como la agente Nicky Parsons, que ya apareció en las tres primeras entregas, aunque el principal papel femenino recae en la actriz de moda en Hollywood, la sueca Alicia Vikander, que tras ganar un Óscar por La Chica Danesa ha entrado en un frenesí de rodajes. Los siempre solventes Tommy Lee Jones y Vincent Cassel acompañan a los protagonistas en una historia que, como es habitual en la saga, se pasea por medio mundo.
En este caso empieza en Atenas, en medio de las protestas populares en la plaza Sintagma a raíz del rescate económico a Grecia, escenas que en realidad se rodarán en la española isla de Tenerife. La acción del filme pasa por Berlín, Londres, Beirut, Washington, Reikiavik o Las Vegas, escenarios cinematográficamente muy atractivos.
Y es en Las Vegas donde se produce la persecución más espectacular, con Cassel a bordo de un vehículo blindado policial tras Damon. Se usaron 150 carros con figurantes y 50 con especialistas para rodar una compleja secuencia que deja sin aliento.
Porque si algo caracteriza a esta nueva película de Bourne es su espectacularidad y si algo le falta es un poco más de historia, aunque apunta ideas para seguir con la saga, con un final convenientemente abierto.