A Harrison Ford no le entusiasma la ciencia ficción, un género al que regresa en El Juego de Ender, que se estrena mañana en Paraguay.
“El género no tiene nada que ver con mi trabajo, no me importa nada, no soy un gran admirador de la ciencia ficción”, dijo el actor en Madrid a un grupo de periodistas durante la promoción de la película, basada en el best seller de Orson Scott Card y adaptada por Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine, El Sospechoso).
Pese a ser un mito de Hollywood, o precisamente por eso, Ford se empeña en quitar hierro a su oficio y en subrayar que, al fin y al cabo, el cine no deja de ser una industria más.
La modestia se manifiesta también en su forma de vestir, con un sencillo traje oscuro, una discreta camisa a cuadros y el brillante que se puso en la oreja al cumplir 55 como única anécdota estética.
“Me considero un mero ayudante del relator de historias en el negocio del cine, que siempre ha sido un negocio y siempre lo será”, asegura. “Mi responsabilidad es con la gente que me contrata y mi labor contribuir a crear el mejor producto que pueda para el público”.
“Ese es el único contexto en el que sitúo lo que hago. Busco buenas historias, retos y gente buena para trabajar con ella”, añade. Así fue cómo eligió implicarse en El Juego de Ender, aunque al preguntarle a su director, Hood, entre carcajadas, añade otro factor: dinero.
Roberto Orci, el productor, que también está detrás de sagas como Transformers o Star Trek, se apresura en matizar: “Nos dijo que era la primera vez en mucho tiempo que leía algo de ciencia ficción que tenía un mensaje, que tenía emoción, que no era la típica película de verano, puedes verla y divertirte pero también hablar y pensar, eso le encantó”.
El actor lo corrobora. “Lo que me atrajo de este proyecto fue la historia, la relación entre Graff y Ender (Asa Butterfield) y la enorme responsabilidad moral que supone la práctica de la guerra”.
Ambientada en un escenario futurista, la película cuenta la historia de un joven, Ender, que ha sido seleccionado para participar en un programa de preparación de líderes de cara a librar una guerra contra una especie alienígena, los insectores.
El personaje de Ford, Graff, es el máximo responsable en la selección y formación de candidatos, que son apartados de sus hogares cuando aún son unos niños.
“Creo que es un personaje duro, manipulador, pero también es consciente y asume las consecuencias de su comportamiento. Él siente una responsabilidad con la preservación de la vida en la Tierra, más allá de su relación con Ender. Es la típica excusa, pero es interesante”, afirma.
Y es que, más allá de la fantasía, el filme plantea cuestiones de indudable actualidad y relevancia ética, como el uso de drones en los conflictos bélicos o la participación de menores de edad en guerras.
Cuando habla de estos asuntos es el único momento en que Ford abandona brevemente la quietud y parsimonia con la que conversa y se mueve durante toda la sesión con los periodistas.
“Es una película en la que las consecuencias de la violencia son expresadas con tacto, aunque no veas peleas o persecuciones. Y el hecho de que no lo veas es muy importante. Hoy en día, un piloto de drones puede llegar al desierto de un país lejano, matar combatientes y quizá civiles e irse a su casa a comer”, apunta.
“Este es el mundo en el que vivimos, pensemos en ello, hablemos de ello, permitamos que nuestros hijos comprendan y preguntémonos mutuamente cómo nos sentimos al respecto. Esa es la conversación esencial que tenemos que mantener”, exclama, dando un golpe a la mesa con el puño.