“Murió con 36 años dejando un imperio fascinante”, dijo a Efe Martin Nolan, director ejecutivo de Julien's Auctions, la casa que ha lanzado una histórica subasta de objetos pertenecientes a la diva en conmemoración de su 90 aniversario.
“Tuvo una infancia muy difícil. Creció en hogares de acogida mientras su madre estaba ingresada en un psiquiátrico. Nunca conoció a su padre. Se casó tres veces, pero nunca encontró la lealtad ni la cercanía de sus parejas. Escribía poesía para refugiarse del exterior”, valoró Nolan, gran conocedor de la vida de la artista.
“Era sumamente vulnerable e insegura”, añadió. “Por eso, para conseguir la fama, creó esa personalidad de mujer explosiva, voluptuosa y sexual. Levantó su propia empresa e hizo sus propias películas. Al final, quería escapar de todo lo que había logrado, pero era demasiado grande”, manifestó.
Interpretó a un sinfín de “rubias tontas” en Hollywood, pero no fue una de ellas.
Se alzó con tres Globos de Oro -ganó como mejor actriz de comedia por Some Like It Hot (1959) y los otros dos fueron honoríficos como la actriz favorita del público-, fue nominada en dos ocasiones a los BAFTA británicos -como mejor actriz extranjera, por The Seven Year Itch (1955) y The Prince and the Showgirl (1957) - y grabó sus huellas en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1960.
Su estrella sigue siendo una de las más buscadas y fotografiadas por los curiosos.
Norma Jeane Mortenson, hija de Gladys Monroe (montadora en varios estudios de Hollywood) y Edward Mortenson, nació el 1 de junio de 1926 en el hospital del condado de Los Ángeles, actualmente conocido como el centro médico LAC+USC, situado en Boyle Heights, un barrio de clase obrera.
Tras una infancia sumida en orfanatos, se casó a los 16 años con James Dougherty, un trabajador de la empresa aeroespacial Lockheed Corporation. El matrimonio apenas duró cuatro años y se divorciaron en 1946, momento en el que Jeane comenzó a modelar en trajes de bañador y a lucir su melena oxigenada dando origen a esa perfecta mezcla de inocencia y sexo.
Algunas de aquellas instantáneas se publicaron en revistas y llamaron la atención de Howard Hughes, el presidente de RKO Pictures, quien le ofreció su primera audición. Aconsejada por el agente Ben Lyon, prefirió escuchar al estudio rival 20th Century-Fox y firmó su primer contrato: 125 dólares a la semana por un periodo de seis meses.
El mito comenzaba a dar sus pasos.
Adoptó aquel apellido por ser el de la familia de su madre y se impuso el sobrenombre artístico de Marilyn en recuerdo de Marilyn Miller, una de las actrices predilectas de Lyon.
Poco podía imaginar por entonces que la sesión de fotos desnuda que hizo en 1949 alcanzaría un estatus legendario tras su publicación en las páginas de la revista Playboy cuatro años después, lo que coincidió con el comienzo de su noviazgo con la leyenda del béisbol Joe DiMaggio.
La pareja se casó en 1954 en plena racha artística para Monroe con Niagara, Gentlemen Prefer Blondes o How to Marry a Millionaire. Ni siquiera su rapidísimo divorcio de DiMaggio -apenas nueve meses después- afectó a su imagen y con The Seven Year Itch demostró de nuevo su innegable vis cómica y dejó para el recuerdo algunas de las escenas más inmortales del cine.
Sin embargo, cada vez eran más frecuentes las quejas de los estudios sobre su comportamiento en los platós.
No se presentaba a trabajar a tiempo, argüía supuestas enfermedades para ausentarse y se labraba a pulso la fama de tormento entre productores, directores y actores, mientras arreciaban los rumores sobre romances con múltiples celebridades de la época.
A pesar de ello, Monroe luchó por demostrar que podía ser considerada una actriz seria (Bus Stop, 1956), a lo que contribuyó su nuevo matrimonio, esta vez con el dramaturgo Arthur Miller, quien supo encaminarla y hacer que brillara como nunca.
Así llegó la célebre Some Like It Hot (1959), junto a Tony Curtis y Jack Lemmon.
Tras su divorcio con Miller en 1960, Monroe rodó su última obra: The Misfits (1961), que supuso también el adiós de Clark Gable, otra leyenda de Hollywood.
Nada hacía presagiar su muerte aquel fatídico 5 de agosto de 1962, víctima de una sobredosis de barbitúricos en su residencia de Brentwood (California). Murió sola, atormentada por sus depresiones y dejando esa eterna imagen de glamour y sensualidad, a la que siempre acompañará un imperturbable halo de misticismo.