El icónico Charlot es ya centenario

LOS ÁNGELES. Charlot nació por casualidad hace un siglo fruto del instinto de Charles Chaplin, cuando le encargaron que se pusiera “cualquier cosa” para un breve papel en una película y este improvisó un personaje de vagabundo que haría historia.

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El británico Chaplin tenía por entonces 24 años, una intensa carrera teatral como profesional de la pantomima a los servicios de la compañía de Fred Karno, y poco interés por el cine como medio de expresión, un espectáculo inmaduro que echaba a andar.

Para el actor, la gran pantalla era más una herramienta generadora de fama que un espacio artístico, pero tras instalarse en 1912 en Estados Unidos decidió darle una oportunidad a ese formato motivado fundamentalmente por una suculenta oferta económica.

La productora Keystone le puso en nómina en septiembre de 1913 por 150 dólares semanales, el doble de lo que ganaba con Karno, según cuenta Jeffrey Vance en su libro Chaplin: Genius of the Cinema, y tras mudarse a Los Ángeles le pusieron a trabajar de inmediato.

Su primer papel fue en la comedia Making a Living, un cortometraje donde encarnó a un hombre maquiavélico que trataba de robarle la chica y el trabajo a un fotógrafo.

La cinta fue un éxito de público pero horrorizó al actor, que era poco amigo de las persecuciones que se habían impuesto como el elemento clave para hacer reír a la audiencia, y criticó también su edición final. Chaplin creía en el peso del personaje como vehículo para contar historias, más que en los gags de situación.

Poco después, Mack Sennett, el dueño de la productora, le llamó para que apareciera en Mabel's Strange Predicament y participara en una escena jocosa a la entrada de un hotel. “Ponte un maquillaje de comedia, cualquier cosa servirá”, explicó Chaplin en su autobiografía.

“No tenía idea de qué ponerme”, reconoció el actor que mientras iba a los camerinos comenzó a pensar en vestirse con algo que llamara la atención. “Pantalones bombachos, grandes zapatos, un bastón, un bombín. Quería que todo fuera una contradicción: pantalones anchos, el abrigo ajustado, un sombrero pequeño y los zapatos grandes”, contó.

Como guinda, se colocó un bigote porque a Sennett le gustaba su caracterización de viejo. “En el momento que estuve vestido, las ropas y el maquillaje me hicieron sentir cómo era el personaje. Empecé a conocerle y para cuando llegué al set ya había nacido completamente”, declaró.

En Mabel's Strange Predicament se dio a luz a Charlot, pero la distribución de las cintas de Keystone hizo que Kid Auto Races at Venice fuera el debut del personaje en las salas de cine el 7 de febrero de 1914.

Chaplin nutrió a Charlot con la esencia del vodevil británico y las influencias de vagabundos que había conocido en su infancia. El personaje fue creciendo en matices y, a medida que tomó control de la dirección de sus filmes, asombraría no solo por su capacidad para despertar sonrisas, sino también para conmover (The New Janitor).

Aquel año, Chaplin estrenó 36 cortometrajes que se grababan en cuestión de días y sin un guión definido, y su Charlot se convirtió en un fenómeno de público, lo que le llevó a pedir un aumento de sueldo. Sennett se negó y el actor hizo las maletas.

En 1916, Chaplin firmaba un contrato con Mutual Film Corporation por 670.000 dólares por hacer 12 películas al año, el mayor salario del momento para una estrella del cine.

Charlot estaría casi permanentemente en cartelera los años siguientes con producciones como Vida de Perro (1918), El Niño (1921), El Circo (1928) y Luces de la Ciudad (1931), filme que le llevó casi tres años de trabajo y cerca de 200 días de rodaje.

El final de la década de los '20 y el inicio de los '30 trajeron dos fenómenos que marcarían el futuro de Charlot: la llegada de las películas habladas y la depresión económica tras el “crack” de 1929.

Chaplin se resistió cuanto pudo al cambio del mudo al sonoro. Su Charlot se expresaba con los gestos, pero para 1936 ya asumió la nueva realidad. Llegó a desarrollar diálogos para su icónico personaje pero tras varias pruebas se echó atrás.

Tiempos Modernos (1936), una crítica a la automatización industrial y la crisis, marcó el final de la era Charlot. En el filme, Chaplin emplea efectos sonoros, murmullos de fondo y por un momento se escucha su voz en un canturreo improvisado.

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