El cine, independiente o no, en pleno boom en Nueva York

NUEVA YORK. Noah Baumbach y los hermanos Safdie, que estarán en la competición oficial del festival de Cannes, ilustran la vitalidad del cine independiente en Nueva York, una ciudad donde los proyectos de todo tipo se multiplican como nunca antes.

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Para la comunidad de cineastas independientes, Nueva York es un mundo pequeño. Se cruzan en el KGB, un bar del East Village, o en las proyecciones del Film Forum, refugio de los cinéfilos desde hace casi 50 años en Houston Street.

“Hay verdaderamente un sentimiento de comunidad” del cine independiente, dice a la AFP el cineasta Nathan Silver, que vive en Nueva York hace 16 años.

“Muchos directores trabajan con los mismos directores de fotografía, los mismos compositores. Me gusta mucho eso”, dice Silver, cuyo último filme, Thirst Street, acaba de estrenarse.

El neoyorquino Oscar Boyson coprodujo dos filmes de Noah Baumbach y otros dos largometrajes de Josh y Benny Safdie, entre ellos Good Time, en liza para la Palma de Oro.

“Sentimos que hay apoyo, que las personas se ayudan unas a otras”, explicó Jonathan Wacks, director de la Feirstein Graduate School of Cinema, la primer escuela superior de cine pública de Nueva York, creada en 2015.

“En Los Ángeles las personas están muy dispersas”, comparó. “Cada uno libra su propia batalla”.

Si bien Nueva York está casi siempre presente de una manera u otra en Cannes, hacía tiempo que la selección oficial no recibía a dos representantes tan identificados con la ciudad.

Noah Baumbach y los hermanos Safdie son solo la parte visible de este medio neoyorquino en ebullición, que comprende sobre todo a Geremy Jasper (Quincena de Realizadores en Canens), Laura Poitras (Oscar al mejor documental en 2015), Bennett Miller (premio de la puesta en escena en Cannes en 2014) o Benh Zeitlin (Cámara de Oro en Cannes en 2012).

A la capital cultural de Estados Unidos no le faltan grandes películas ni grandes directores, entre ellos Woody Allen, Martin Scorsese o Jim Jarmusch. Pero Nueva York es hoy más que nunca una ciudad de cine.

El programa de incentivos fiscales lanzado en 2004 por el estado de Nueva York la ha convertido en un gran polo para las grandes producciones de cine y de televisión.

Los estudios Steiner, inaugurados en 2004 en los antiguos astilleros militares de Brooklyn, son los más grandes de Estados Unidos fuera de Hollywood.

En Queens, los estudios Kaufman, operativos desde 1920, funcionan a toda máquina. “La industria se ha vuelto loca”, resume Jonathan Wacks. El impacto económico está cifrado en cerca de 8.000 millones de dólares anuales.

La nueva escuela Feirstein abrió las puertas del cine a estudiantes con perfiles muy diversos, que no tenían el dinero para pagar la inscripción en Columbia o en la New York University, las dos referencias de la ciudad hasta el momento.

Feirstein, la única escuela de cine de Estados Unidos situada en el mismo lugar que un estudio (Steiner), reivindica una apertura inédita, “más bien orientada a las ideas que al lado técnico”, según Wacks.

Hay pocos profesores a tiempo completo y muchos colaboradores, la mayoría viviendo en la misma “Gran Manzana”. La cultura neoyorquina se perpetúa y existe un lazo entre los grandes de antaño y los Safdie, Baumbach o Silver.

“Hay una tradición de cine neoyorquino de diálogos”, subraya John Vanco, vicepresidente y gerente general de IFC Center, uno de los principales cines experimentales y de arte de la ciudad.

La inspiración de ese cine parlanchín, nervioso, incluso neurótico, viene de la calle. “Uno ve constantemente personas extrañas, situaciones extrañas, porque todo el mundo se aprieta en estos pequeños lugares con una multitud de extranjeros”, explicó Silver.

Para Silver, muchos viven una relación apasionada con Nueva York, que los alimenta. “Me vuelve loco, pero en el buen sentido”, confesó.

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