DiCaprio y Scorsese muestran a los “lobos” de Wall Street

Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio muestran el lado más brutal de Wall Street en la película “El Lobo de Wall Street”, que llega esta semana a cines de Paraguay.

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El filme “es un reflejo de todo lo que está mal en la sociedad”, había resumido DiCaprio en una rueda de prensa de presentación de la película, de la que también es productor, el año pasado.

La cinta narra la historia real de Jordan Belfort, un arribista que se aprovecha de la falta de regulación que existía a finales de los años 80 y principios de los 90 en el sector financiero para ganar enormes cantidades de dinero, con prácticas al principio dudosas y después abiertamente ilegales.

Belfort y los jóvenes ambiciosos de su empresa de corredores de bolsa se lanzan a todo tipo de prácticas sexuales, drogas, bacanales y caprichos extravagantes, en una loca y desenfrenada carrera hedonista sin límites ni preocupación por el futuro.

El protagonista “es una especie de Calígula moderno”, explicó DiCaprio, quien insiste en que la cinta es “una descripción de los tiempos en que vivimos”.

El intérprete explicó que leyó la autobiografía de Belfort y se dio cuenta “inmediatamente de que estos eran los peces gordos que estaban destruyendo la economía”, en alusión a la crisis financiera de 2008 que, mucho después de las tropelías de Belfort, puso contra las cuerdas a medio mundo.

DiCaprio, que convenció a Scorsese de que se embarcara en el proyecto, explica que la película es “una gran obra épica americana de codicia”, que narra todo lo que ocurría en aquella época, sin censura de ningún tipo. De ahí la “R” con la que se ha calificado en EE.UU.

“No nos hemos guardado nada”, insiste DiCaprio, quien recalca que Jordan describe “cosas que jamás podríamos imaginar”, e incluso el propio Belfort le dijo que había episodios aún peores que no incluyó en su autobiografía.

Sin embargo, y a pesar del tono desenfadado y de comedia, con la voz en “off” de Jordan desgranando diversos episodios cada vez más disparatados, la película es un drama, tanto por el proceso de degradación que sufren los protagonista como por el marco legal y financiero que tolera esas fechorías.

Este es el quinto trabajo que reúne a DiCaprio y Scorsese, tras Pandillas de Nueva York (2002), El Aviador (2004), Los Infiltrados (2006) y La Isla Siniestra (2010).

Trabajar con DiCaprio “me rejuvenece”, confesó el director, de 71 años, quien aseguró que el elemento clave “es la confianza” que ambos tienen entre sí.

Sobre el filme, Scorsese explicó que encontró “la forma de enfocar el material con otra perspectiva respecto a otras películas”, ya que, ante los excesos del protagonista y sus secuaces, buscó distanciarse y “contar las cosas con perspectiva”, dejando que sean los propios personajes los que lleven el peso de la narración.

“¿Cuál es la responsabilidad cuando no hay restricciones morales? Creo que aún no hay respuesta”, añadió.

El guión es obra de Terence Winter, autor de series de mafiosos como The Sopranos o Boardwalk Empire, quien considera que la película, pese a estar ambientada en Wall Street, no deja de pertenecer a ese género que tan bien conoce Scorsese y tan bien llevó a la pantalla con Buenos Muchachos (1990).

Winter recordó, no sin ironía, que cuando se conoció el alcance de los delitos de Belfort, el entonces presidente de la Asociación Nacional de Corredores de Valores (NASD) clamó de indignación y pidió que fuera condenado a prisión de por vida. Ese entonces presidente de la NASD resultó ser nada menos que Bernard Madoff, condenado en 2009 a 150 años de prisión por crear la mayor estafa piramidal de la historia.

Así, la epopeya de Belfort, iniciada en la época de falta de regulación en Wall Street, cierra el círculo llegando a las pantallas cuando el país parece estar consolidando su recuperación tras la crisis financiera de 2008 y los nuevos excesos del mundo de las finanzas, incluso a pesar de las regulaciones.

El Lobo de Wall Street tuvo muchos problemas para poder hacerse, ya que el primer estudio que compró los derechos no logró la financiación para una cinta tan arriesgada, y luego hicieron falta años de negociaciones para que cedieran sus derechos a una producción independiente. Por ello, Scorsese reconoció que “oportunidades así no se presentan muy a menudo dentro del sistema de los estudios”.

La guinda al pastel la ponen la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto y una banda sonora muy cuidada, con el gran Robbie Robertson de asesor, otra vez en una película de Scorsese, y en la que se combinan el mejor “blues” con éxitos europeos de la época y hasta el barroco de Henry Purcell.

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